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Agapito Maestre

De Octavio Paz a Joaquín Xirau: Amor y mundo

Porque analizó, como pocos en su tiempo, la función del odio al servicio del amor, Xirau construyó una filosofía genuina del amor.

El Ángel Caído. | Archivo.

La llama doble es el título de un libro dedicado al amor. Fue escrito a finales del siglo veinte por Octavio Paz. Su tesario es largo y bello, a veces sencillo de aprehender por el afecto y discutible siempre para la razón, pero no renuncia a repasar al final de la obra su tesis fundamental. Esa vuelta sobre lo escrito es tan filosófica como poética. Exacta. La estética del pensamiento nunca es un drama en la escritura filosófica de Paz, sino una forma de ser natural. Sencillo. "El amor, como todas las grandes creaciones del hombre, es doble: es la suprema ventura y la desdicha suprema". La filosofía del amor, de Octavio Paz, está al alcance de la mano de cualquier lector. Es filosofía de verdad. Todos pueden entenderla. Es una obra excelsa. Artística.

Creo que La llama doble cumple con rigor la definición de obra de arte de Heidegger: es síntesis, compendio y despliegue de otros muchos libros, entre los que se encuentra algunos imprescindibles de la filosofía española de nuestro tiempo. Los de Unamuno le enseñaron a Paz con delectación poética que la palabra pasión significa sufrimiento y, por extensión, designa también al sentimiento amoroso (ya viejo, Unamuno decía: "no siento nada cuando rozo las piernas de mi mujer pero me duelen las mías si a ella le duelen las suyas") ( Octavio Paz, OC, v.10, 347). También los Estudios sobre el amor, de Ortega y Gasset, son un punto de referencia para el premiado con el Nobel de Literatura a la hora de mostrar que "el gran ausente de la revuelta erótica de este fin de siglo ha sido el amor." (Ibidem, 308). Pero, si dejo aparte la extraordinaria obra del francés Denis de Rougemont: Amor y Occidente, me parece que uno de los soportes clave del texto de Paz es un extraordinario libro de Joaquín Xirau: Amor y mundo.

Creo que esa obra es el impulso filosófico último de Paz para escribir: "El amor no vence a la muerte: es una apuesta contra el tiempo y sus accidentes. Por el amor vislumbramos, en esta vida, a la otra vida. No a la vida eterna sino, como he tratado de decirlo en algunos poemas, a la vivacidad pura (…). Amor es reconciliación con la totalidad que es el mundo". (Ibidem, 351 y 352). Amor y mundo es, sin duda alguna, la obra más importante que escribió el filósofo Joaquín Xirau, nacido en Figueras, en 1895, y fallecido de modo accidental en México en 1946. Miembro de la Asociación Mundial de Filosofía, representó a España en el Congreso Internacional "Descartes" (París, 1937). Cuando el presidente del Consejo de Ministros, Juan Negrín, le propuso que representara a España, según cuenta su hijo, Ramón Xirau, "respondió que quien debía representarla era Ortega y Gasset. Fue a visitarlo sin poder convencerlo. Así fue Joaquín Xirau quien tuvo la representación". (Joaquín Xirau, Obra Selecta, I, 14).

Salió de España en 1939, junto a Antonio Machado y su familia; el relato de ese viaje, desde Barcelona hasta la frontera de Francia, lo hallamos en un bello texto de Xirau, titulado Por una senda clara. Esta narración es una muestra filosófica de la existencia, o mejor dicho, de la creencia en un ordo amoris cristiano en el que siempre tuvo puestas, en opinión de su hijo Ramón Xirau, filósofo y poeta, todas sus esperanzas. De Francia pasó a México. Pocos años vivió allí, apenas siete, pero su influjo, como el resto de los exiliados españoles, pronto se dejó notar. Emilio Uranga (1921-1988), uno de los más importantes alumnos que tuvo Xirau en México, más tarde discípulo díscolo de Gaos y, sin duda alguna, el ideólogo más fino e inteligente que ha tenido nunca el PRI, escribió a los pocos días de su muerte unas notas sobre el pensamiento de Xirau, a mi juicio, imperecederas para introducirse en su obra y vida. Aparte de dejar claro que el México intelectual del siglo XX, gracias a Xirau y el resto de exiliados españoles, dejó por fin de inspirarse en Francia y Alemania, Uranga fijó para siempre la urdimbre hispánica de este filósofo. Valga la siguiente cita para deshacerse de las cargas y perversas interpretaciones nacionalistas, es decir, de las diferentes corrientes del actual racismo catalán, que pudieran hacerse hoy de su legado: "Xirau era fundamentalmente espíritu español, y esta dimensión de su persona viene a rotundizar decididamente la masa de sugerencias que su espíritu era capaz de emanar. Y con esto entramos en esa definición tan bronca y celosa de lo español, que no sufre sin violencia acarreos externos de caracterización y que se escapa sin remedio a los que no han nacido, o recibido por herencia, participación en el mundo de lengua española. La mentada hidalguía como nota peculiar del hombre español es una noción difícil de definir si no se la lleva ya definida en el fondo del espíritu. Generosidad, altivez, donosura, son otros tantos rasgos que todos entienden. Pero sobre todas las cosas en el español, se da esa dimensión del catolicismo que llamamos español y que no se confunde con ningún otro catolicismo. El doctor Xirau hizo de la philosophia christi el centro de sus preocupaciones históricas". (En J. XIRAU. OC. I, Prólogos, XLI).

La lectura de Amor y mundo carece de sentido y significado sin ese horizonte cristiano que tan oportunamente destaca Uranga. Sin embargo, esa afirmación no significa que Xirau desprecie la grandeza de la filosofía del amor en el mundo antiguo. Eso hubiera sido como negar la influencia de la filosofía platónica en España, o sea de la Filosofía, en la cultura hispánica. Sin Platón nada se entendería de nuestro Lulio, Vives y, en general, todo el gran pensamiento humanista del Renacimiento español al que prestó Xirau especial atención, seguramente, por influjo de don Marcelino Menéndez Pelayo. La doctrina del Amor defendida por Xirau se inscribe en esa corriente filosófica española (a las filosofías de inspiración cristiana hay que sumar las de inspiración judía y musulmana) que alcanza su mayor brillo en Lulio y Vives sin olvidar toda la mística cristiana que, en mi opinión, es española o no es filosofía. Las rupturas y continuidades de esa tradición y su repercusión en la historia de España, dicho sea de paso, fue una de sus principales preocupaciones intelectuales y pedagógicas. Era su principal programa filosófico cuando le alcanzó la parca.

En cualquier caso, la filosofía del amor de Xirau trasciende la noción del amor del mundo antiguo, pero sin ella, ahí está el toque, jamás se entendería que "no es el amor, en sentido estricto, un contenido de la conciencia, sino una forma peculiar y permanente del espíritu, una actitud radical de la vida que condiciona los fenómenos y los contenidos y les presta una orientación y un sentido". (Ibidem, I, 197 y 198). El fundamento de toda su obra no se hallará, sin embargo, en una determinada doctrina del amor, sino en algo previo, casi un presupuesto difícil de justificar, el reconocimiento de que el amor "no es algo originario y natural en el hombre. No todos los pueblos ni todas las culturas han sentido en el alma las intranquilidades, los anhelos, los fervores, las alegrías y los dolores que lleva consigo una vida impregnada de amor. El amor en su forma más vehemente en nuestros días, el amor apasionado entre individuos de distinto sexo, era todavía desconocido en Grecia. En Grecia y en Roma todo lo que traspasa los límites de la procreación o de la voluptuosidad natural era considerado como enfermedad, frenesí o locura. En realidad el amor, como fuerza dominante propulsora e inspiradora de las más altas acciones en las esferas todas de la vida y especialmente en su proyección a la vida sexual, es un hecho exclusivo de nuestra cultura y aun en ella aparece en etapas tardías". (Ibidem, I, 137).

La explicación de la aparición y desarrollo del amor como fundamento de la vida es el objetivo general de toda la filosofía de Xirau. Es el amor el que contiene al odio, nunca al revés. La necesidad de reunir amor y razón, eros y logos, en el pensamiento de Xirau aparece constantemente, incluso en algunos capítulos de su libro parece que asistimos a una reconstrucción, casi de carácter arqueológico, sobre la relación de amor y razón en el pensamiento persa, griego y helenístico como paso previo para ver la grandeza que encierra el concepto de eros platónico y la noción de ágape cristiano. El eros y el ágape son las columnas centrales para entender la idea de persona de Xirau. Su filosofía de la persona es sencilla de comprender. Está al alcance de cualquiera que contemple el mundo con amor. Sólo, sí, quien contempla la vida con amor, toma la vida en serio: "Al final del Banquete de Platón sólo tres bebedores se mantienen en pie: Aristófanes, que representa la comedia; Agatón, que representa la tragedia, y Sócrates que representa la filosofía. Los dos primeros se tambalean y se hallan próximos a adormecerse. Sólo Sócrates conserva la perfecta lucidez. Entre la aspiración heroica y suprema, que desde lo más alto se desploma, y la cómica desarticulación de la vida, representa la filosofía la suprema reconciliación. Sin reducirse a la una ni a la otra, la actividad amorosa —esencial a la vida filosófica— las incluye a ambas y representa en su plenitud la integridad de la vida y del alma humana. Decía Francisco Giner que la vida no es trágica ni cómica. Es simplemente seria. Sólo es capaz de tomar la vida en serio quien la contempla con amor".(Ibidem, 209 y 210).

Tan en serio es eso de contemplar la vida con amor, según ha interpretado Juan Pedro Quiñonero el texto de Xirau, que eso da a nuestra noción de persona, "al hombre y a la mujer española un garbo único —garbo es intraducible a ninguna lengua europea— y una forma propia de afrontar la muerte en solitario, en el ruedo o ante el pelotón de ejecución". Tal vez sea o no verdad, como he dicho hace años, esta aproximación a la obra de Xirau, pero es conciliable con aquellos que pensamos que toda su filosofía es una apuesta por la tradición humanista hispánica, porque su filosofía del amor incluye en ella, o mejor integra y universaliza, la obligación y la estimativa, el deber y el valor. Las filosofías del deber y del valor quedan en poco sin la filosofía del amor. En efecto, la persona se entiende antes por amor que por la apelación a sus deberes o sus valores. Sin amor, especialmente sin amor propio (base última de todo amor) no se entiende ni es viable el ser humano: "La fidelidad a mí mismo me impone el deber ineludible de la universal fidelidad. Sólo quien la posee puede aspirar a decir algún día: ‘Yo sé quien soy’ (…). Todo amor halla su fuente en el amor propio. Toda fidelidad en la propia fidelidad. Sólo el que se estima es capaz de estimar en las cosas y en las personas algo valioso y de adoptar ante ellas una actitud fervorosa y reverente". (Ibidem, 251).

Porque analizó, como pocos en su tiempo, la función del odio al servicio del amor, construyó una filosofía genuina del amor. Actual. Es cierto que también la mirada del odio nos permite ver cosas que pasarían inadvertidas sin él. Pero, y esa es una de sus grandes contribuciones filosóficas, el odio puede ser en muchos sentidos función del amor. Además, concluye Xirau, "en la oposición entre el amor y el odio ambas funciones no se hallan en el mismo plano ni al mismo nivel. El rencor excluye y rechaza sin reserva toda posibilidad amorosa (…). El bien destruye el mal no por contraposición y negación sino por superación e integración". (Ibidem, 210). Toda su filosofía se levantó contra el rencor que "destruye", según Xirau, "los mitos y los símbolos, cierra los caminos y con ello desarticula la realidad. Ante su presencia las realidades, una a una, descienden y acaban por desaparecer (…). La realidad se reseca y se quiebra. Pierden las cosas la gracia y con ella la posibilidad de toda revelación. Nada dice ni nos dice nada. Todo deviene insignificante, silencioso y gris. Destruido el sentido inflamado de las palabras y las cosas que designan, resulta imposible entender ni interpretar nada ni aun pronunciar palabras con pleno sentido". (Idem).

Amén. O mejor, diré otra vez amén, cuando alguien lea los discursos del poder, los discursos del gobierno de España, con el sentido realista de la filosofía del amor de Joaquín Xirau.

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