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Santiago Navajas

Carta a un joven estudiante sobre Palestina e Israel

Defendamos a Israel desde el río hasta el mar. Y trabajemos para que los palestinos consigan vivir en un Estado en el que no haya paz para los malvados y sí para los hombres y mujeres de buena voluntad.

Bengalas lanzadas por el ejército israelí durante sus ataques en el norte de Gaza. EFE/EPA/MOHAMMED SABER | EFE

Me ves ocupado en el ordenador, pero tienes ganas de charlar, así que con la mejor de tus sonrisas y a bocajarro me preguntas ¿con quién estás, con Israel o con Palestina? Levanto la mirada de la pantalla y veo en tu cara un gesto entre la sorpresa y la incredulidad cuando te respondo que con ambos. No puedo evitarlo, así que me pongo en modo profesor y pregunto retóricamente "¿Pero qué son Israel y Palestina?". A estas alturas tu sonrisa ha desaparecido y te llenas de la seriedad de quien se ha puesto a pensar. Respondo: son los palestinos y los israelíes de carne y hueso, los que sufren los atentados, las bombas, la amenaza de estar hoy vivo y mañana, muertos. "Hay que estar con los palestinos y con los israelíes", concluyo.

Es fácil caer en la falacia del falso dilema, consistente en plantear una simplificación de un problema ofreciendo únicamente dos alternativas cuando puede ser que haya más. También se conoce esta falacia como del tercio excluido, porque se omite la existencia de una tercera opción, o del cornudo, porque se nos intenta encerrar entre los dos cuernos de un toro problemático. En el caso de la cuestión entre Israel y Palestina, los cuernos son especialmente peligrosos porque si no te das cuenta del falso dilema la falacia te lleva a estar al cien por cien con un cuerno y, siguiendo una lógica perversa, a hacerte enemigo del otro cuerno. Pero hay que evitar en lo posible caer en esta dialéctica amigo/enemigo porque la política suele ser un espectro de grises en la que pocas cosas son blancas o negras.

La filosofía sirve, antes de nada, para darse cuenta de las falacias lógicas en las que podemos incurrir sin darnos cuenta, también de los sesgos retóricos con el que nos "engaña" la propia lengua que hablamos. Explicaba el filósofo madrileño José Ortega y Gasset en un breve texto pero muy enjundioso que no son lo mismo las creencias en las que estamos y las ideas que tenemos. Era 1940, recién terminada la guerra civil, el texto Ideas y creencias podría ser una respuesta a la espiral de odio y violencia que había llevado a los españoles a una república polarizada y una guerra civil. Nos mostraba Ortega cómo tenemos creencias que nos resultan tan normales y naturales que no nos damos cuenta conscientemente de que no eran sino marcos mentales provenientes de la biología, la sociedad y la cultura. Por ejemplo, el utopismo que llevó a otros a querer convertir la república liberal en una república fascista como las de Hitler y Mussolini o comunista como la de Lenin y Stalin.

En el caso de Israel y Palestina se combinan las creencias racistas y religiosas para concluir en el supremacismo que lleva a creer que es lógico y bueno querer la destrucción del otro. Esto es lo que se conoce como sesgo de grupo, un fenómeno psico-social por el cual no solo las personas tienden a pensar de manera similar al grupo al que pertenecen, ya que en caso contrario se arriesgan a ser excluidos de dicho grupo, lo que resulta difícil de asimilar en una especie tan social como la nuestra. Los comportamientos iniciales de cada individuo dentro del grupo van radicalizándose precisamente por encontrarse dentro del grupo, ya en él se diluye tanto la individualidad que termina por desaparecer también la responsabilidad. Si, en general, las conversaciones y debates dentro de un grupo tienden a radicalizar las posiciones iniciales de cada parte, en particular y aplicado al conflicto entre israelíes y palestinos, conduce a una polarización creciente de los posicionamientos hasta llegar a desear la destrucción del otro.

El peligro filosófico es que al usar nombres como "Israel" y "Palestina" pensemos que son dos bloques monolíticos, como si dichos conceptos fuesen realidades naturales y no sociales. Pero hay que tener claro que las realidades naturales son los individuos, mientras que los Estados, las naciones y los pueblos son realidades sociales que emergen a partir de los seres de carne y hueso que tienen primacía ontológica, política y social.

Una vez aclarada esta falaz disyuntiva entre Israel y Palestina, planteo ¿cuáles son los mayores enemigos de los palestinos y los israelíes?

En realidad, la misma pregunta que me hiciste no solo estaba mal formulada, sino que llevaba en su interior la semilla del enfrentamiento y la destrucción. Porque al plantear una dicotomía entre Israel y Palestina parecería, por la estructura de la pregunta, que estar con un país, con un pueblo, significa estar contra el otro. Esta lógica perversa se denomina maniqueísmo y nos conduce a juegos de suma cero en los que para que gane uno tiene que perder el otro. En el límite, la victoria total de uno lleva a la derrota total (aniquilación, genocidio) del otro. Sin embargo, la filosofía nos enseña a reflexionar cuidadosamente sobre el significado de las palabras para que, como vimos, los sesgos ocultos, invisibles, no dominen nuestra mente. Por ejemplo, reflexionemos cuidadosamente sobre el significado de la palabra "o", que en frases como "vivo o muerto" y "magdalenas o galletas" tiene significados muy diferentes. Mientras que en la primera se dice que es excluyente, o estás vivo o estás muerto pero no puedes estar vivo y muerto a la vez (hagamos caso omiso para lo que nos interesa ahora de Bram Stoker y Edwin Schrödinger). Sin embargo, entre las magdalenas y galletas podemos quedarnos con unas, con otras… ¡o con ambas! De ahí que quepa estar tanto con los israelíes, Israel por resumir, como con los palestinos, Palestina por abreviar.

Volvamos a la cuestión de los enemigos de los palestinos. También el lenguaje nos engaña en esta ocasión porque nos conduce a buscar a los enemigos de los palestinos fuera de los propios palestinos. Sin embargo, hay muchos casos en los que el enemigo está en el propio interior. En los individuos con cáncer, por ejemplo, el enemigo lo constituyen esas células propias que se han vuelto "locas" y crecen sin parar. Desde 1968, el gran enemigo de los vascos ha sido la muy vasca ETA, una banda terrorista formada por vascos fanáticos, violentos e intolerantes, en la tradición del marxismo-leninismo (combinado con nacionalismo) que abrazaban. Entre las mujeres tienen gran parte de sus enemigos en las propias mujeres que les obligan a ponerse burka (en el cómic Persépolis, su autora, Marjane Satrapi, representa gráficamente este conflicto entre mujeres iraníes, tras el golpe de Estado de los ayatolás, que gritan "burka, burka" mientras que otras gritan "libertad, libertad"). Entonces, ¿quiénes son los principales enemigos de los palestinos? Evidentemente, Hamás, el grupo terrorista que los tiene alienados, sojuzgados y tiranizados. Pero, me dirás, a esta banda terrorista la han elegido los propios palestinos. Cierto, como a Hitler los alemanes o a Putin los rusos. En ocasiones, los pueblos no solo no son capaces de liberarse de sus cadenas, sino que ellos mismos se las colocan entusiastas. Fue parte del pueblo español el que gritó "Vivan las caenas" cuando se lanzó a las calles a defender al rey felón Fernando VII, alguien que evidentemente les iba a cubrir de cadenas.

Hagamos un experimento mental para visualizar hasta qué punto un palestino común tiene más que temer de Israel o de Hamás. Pensemos en el palestino más vulnerable por sus circunstancias político-sociales, es decir, una mujer palestina y un homosexual palestino. ¿Dónde viviría más seguro, con más derechos y más libre, igual y respetado, en Israel o en la Palestina dominada por Hamás y con la égida de la Irán de los ayatolas a sus espaldas? Pasemos del experimento mental a la realidad más de rabiosa actualidad. Que los musulmanes tienen su principal enemigo en los musulmanes no lo digo yo, sino los datos. Tenemos que empezar por distinguir a los musulmanes civilizados de los fanatizados. Es lo que sostiene Kahina Bahloul, la primera mujer imán en Francia, cuando afirma que el islam hegemónico y dominante en todos los países de mayoría islámica se encuentra culturalmente, filosófica e ideológicamente en el siglo XII. El título de su libro es significativo: Mi islam, mi libertad. ¿En qué otro lugar que no fuese el Occidente de la Ilustración, donde la religión puede expresarse libremente pero en el que no puede coaccionar, podría haber una imán? En Irán, Marruecos, Arabia Saudí o Pakistán seguro que no. Sin embargo, hay mujeres imán en Estados Unidos, Francia, Noruega, Dinamarca y Alemania.

Fíjate ahora en el Índice de Democracia elaborado por la revista británica Democracy Index.

The Economist es una de las revistas de política y economía más prestigiosas del mundo. Cada año elabora un Índice de Democracia en el que clasifica a los países según sea su régimen político desde el punto de vista de la democracia liberal y el respeto al Estado de derecho. Solo hay veinte países aproximadamente que se pueden considerar democracias plenas, con las monarquías constitucionales Noruega y Suecia habitualmente en la cima. También hay repúblicas constitucionales como Alemania, Francia y Corea el Sur. Más monarquías constitucionales también democracias plenas son España, Japón y Reino Unido. Estados Unidos perdió la categoría de democracia plena en tiempos de Obama y no la ha recuperado ni con Trump ni con Biden. Fundamentalmente, las democracias plenas se encuentran en zonas de influencia occidental, con Europa a la cabeza y algunas otras en otros continentes, como Uruguay, Canadá y Nueva Zelanda.

En el área de Oriente Medio la situación es catastrófica en relación con este índice. Salvo por lo que respecta a Israel, con un 7,97 muy cerca de ser considerado una democracia plena. Sin embargo, a su alrededor, en los países con mayoría musulmana los datos son estremecedoramente malos, con una gran mayoría de países autoritarios. El gran enemigo actual de Israel, Irán, solo puntúa con un 1,96 y así sucesivamente entre el 1,43 de Siria y el 3,47 de la propia Palestina. El gran objetivo de toda la comunidad internacional respetuosa con los derechos fundamentales, las instituciones democráticas y una cultura pública tolerante debería ser mostrar a los ciudadanos de los países musulmanes que si los judíos de Israel han podido construir un Estado autónomo, propio, próspero en la economía y abierto en lo social, entonces lo que tienen que hacer es imitar a Israel en todo lo posible en lugar de tratar de destruirlo. Es una tarea difícil porque Israel es originaria de judíos europeos, por lo que tenían interiorizada (como una creencia de la que nos habló Ortega) la cultura democrática que arranca de los sofistas griegos y llega a los padres fundadores de EE. UU. pasando por los miembros de la española Escuela de Salamanca. Pero pasa de difícil a imposible si no son capaces de evitar que los terroristas de Hamás sean también los que adoctrinan, lavándoles el cerebro con consignas incendiarias y prometiéndoles el paraíso lleno de vírgenes si se inmolan como imbéciles, digo creyentes.

Dos países liderados por mafias, Rusia y Gaza, han atacado dos países, Ucrania e Israel. La paradoja es que mientras la mayor parte del mundo se ha puesto del lado de los agredidos en el caso europeo, la cuestión ha estado más dividida por lo que respecta a Oriente Medio. La asimetría viene dada por el antisemitismo habitual en Occidente y los países de mayoría islámica. La larga historia de persecución contra los judíos en los países europeos de mayoría cristiana y en los países africanos y asiáticos de mayoría islámica tiene su punto de encuentro actualmente en el pequeño estado israelí de apenas 10 millones de habitantes, como vimos en gran parte musulmanes que disfrutan de mayores cotas de derechos y prosperidad que en cualquier país islámico. Entre los que cantan desde el río hasta el mar pocos saben quién es Mohammed Amin al-Husseini, el líder nacionalista árabe palestino y un líder religioso musulmán en su calidad de gran muftí de Jerusalén que pactó con Hitler y conspiró para iniciar la guerra de 1948 contra Israel, el origen de todos los males de los palestinos que no logran zafarse del influjo tóxico de este ultranacionalista, islamista y antisemita, una mezcla entre Führer y ayatolá que sirve de modelo para los actuales grupos terroristas que lideran al pueblo palestino y amenazan genocidio contra los judíos.

Cada vez que los musulmanes han atacado bélicamente a Israel han perdido territorio. ¿Hasta cuándo va a permitir los palestinos que los demás países islámicos los utilicen como carne de cañón y víctima sacrificial para distraer con un antisemitismo atroz del gran problema que sufren los ciudadanos de todas las religiones, también la islámica, en los países de mayoría musulmana: la ausencia de libertades y el dominio de una casta extractivista que tiene sojuzgados y explotados a los musulmanes, siguiendo una interpretación reaccionaria, retrógrada, obsoleta y fanática? O, dicho de otro modo, ¿hasta cuándo van a permitir los musulmanes que los mantengan confinados cultural, política y religiosamente en el siglo XII? Mientras, defendamos a Israel desde el río hasta el mar. Y trabajemos para que los palestinos consigan vivir en un Estado en el que no haya paz para los malvados y sí para los hombres y mujeres de buena voluntad.

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