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La Ilustración Liberal

Colombia hoy

A mí me han solicitado en este foro que hable de la situación de Colombia, y la primera cosa que se me ocurre decir es algo bien sabido por todo el mundo: la situación de Colombia es la más grave de cualquier país del continente latinoamericano, la más amenazada, la más peligrosa para la estabilidad regional.

Desde luego, los dos males que explican esta situación son también muy conocidos, y están estrechamente ligados entre sí: la guerrilla y el narcotráfico.

La guerrilla es la más antigua de América Latina; quizás del mundo, Tiene más de 40 años. Su principal organización son las FARC, sigla de las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. La siguen, en orden de importancia, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y el EPL (Ejército popular de Liberación). Las tres comparten una ideología marxista leninista y se proponen establecer un Estado comunista, siguiendo el modelo de Cuba y de Corea del Norte aunque siempre se apresuran a hablar de un "socialismo a la colombiana".

Su poder militar es ya considerable. En total, disponen de una fuerza evaluada entre 20.000 y 25.000 hombres distribuidos en 117 frentes que cubren todo el territorio nacional desde la frontera de Venezuela hasta el Pacífico y desde la costa Caribe hasta el remoto sur selvático del país, y una presencia en torno a 876 municipios (el 74% de cuantos existen en Colombia).

El otro factor que ha hecho particularmente grave la situación de Colombia es el narcotráfico. Como es sabido, Colombia es el principal exportador de coca en el mundo. Aunque fueron liquidados los famosos carteles de Medellín y Cali (Pablo Escobar, jefe del primero, fue dado de baja y los capos del segundo, los hermanos Rodríguez Orejuela, están en la cárcel); aunque se han fumigado miles de hectáreas de cultivo de coca y amapola, base de la heroína; aunque se han destruido cientos de laboratorios, el hecho real, escueto y alarmante es que ni la producción ni la exportación han disminuido. Al contrario, han aumentado. Hoy los sembrados de coca cubren 160 mil hectáreas, localizados especialmente en la vasta zona selvática al sur del país. Muchos piensan como yo que no hay manera de detener un negocio de droga cuyo mercado está compuesto por 170 millones de consumidores en el mundo.

Y para cerrar esta tenebrosa introducción, otros fenómenos que concurren para hacer más complicada la situación colombiana son el descrédito de la clase política, un gasto público disparado, escándalos ligados a la corrupción, la tasa de desempleo más alta del continente (20%), la inseguridad, el cierre de campos petroleros por parte de compañías extranjeras, la inversión privada más baja de los países en vías de desarrollo y una creciente pobreza (hay un millón cuatrocientos mil familias sin vivienda).

Como ven, no soy muy benigno con mi país. Y cuando uno dice esto, o lo dicen los periodistas extranjeros, esta imagen desastrosa le parece injusta a los propios colombianos, porque deja de lado los mejores aspectos del patrimonio histórico y cultural del país para retener sólo lo más negativo de su realidad. Y tal vez hay algo de razón en ello, pues el país no sucumbe gracias a su pujanza y a su vieja tradición institucional y democrática. Colombia cuenta, además, con una vigorosa clase empresarial, magníficos ejecutivos, una mano de obra calificada y un espíritu crítico que se expresa en la prensa con plena libertad. Es sorprendente, además, que en un escenario tan tormentoso el país mantenga ese perfil democrático y civilista.

¿Cómo se explica que haya llegado a esta situación? En Europa hay quienes creen que la guerrilla es una respuesta insurreccional a situaciones de miseria, de desigualdades sociales y de cerradas vías de cambio por la supervivencia en el poder de una oligarquía ligada a sus dos partidos tradicionales, el liberal y el conservador. Y no hay duda que allí hay pobreza y vistosas desigualdades, pero yo creo, con perdón de quienes sustentan tales interpretaciones, que ellas encierran un vulgar estereotipo. El auge de la guerrilla no se debe al apoyo popular. No lo tiene. Un 95% de los colombianos, según las encuestas, la rechaza. Los campesinos la sufren como un mal. Dos millones de ellos han tenido que dejar sus tierras para vivir de modo miserable en las ciudades. ¿Por qué entonces la guerrilla ha logrado tanta fuerza? Hay, para mí, cuatro explicaciones.

La primera, la más importante de todas, es que la guerrilla tiene un considerable sustento financiero en el narcotráfico. Junto con el secuestro y la extorsión, el narcotráfico, le produce mil millones de dólares al año, dinero que emplea en armas y equipos. Es la guerrilla más rica del mundo. Y ese elemento sui-generis, su relación estrecha con el tráfico de droga que la hace económicamente autosuficiente, le permite desarrollarse sin ayuda externa, cosa que no ocurría en Guatemala y El Salvador, cuyas guerrillas debieron aceptar una negociación cuando se derrumbó el bloque comunista y dejaron de recibir fondos del Este. De ahí que la única posibilidad real de impedir que la subversión logre sus propósitos en Colombia es liquidando o debilitando el negocio de la droga que le sirve de soporte financiero.

Pero hay, además de esta, otras razones para explicar su progresivo desarrollo. Las enunció muy rápidamente: a)) una exitosa estrategia seguida por los grupos en armas, estrategia que es a la vez militar, política, jurídica y diplomática; b) la creciente debilidad y corrupción del Estado; d) la ausencia de una voluntad de lucha por parte de la Nación, ausencia que se explica ante todo por una engañosa política de apaciguamiento.

Veamos muy rápidamente su estrategia. Ella se define como la "combinación de formas de lucha". La más obvia y conocida es la que cumple su aparato militar siguiendo las pautas de la llamada guerra irregular o guerra de guerrillas. Conforme a las tácticas tradicionales de este tipo de confrontación militar, sus ataques se producen siempre por sorpresa en los puntos donde el enemigo es débil. Rara vez ofrece combate en campo abierto y, si lo hace, es sobre la base de una gran superioridad numérica. Otros medios de acción son los asaltos repentinos a poblaciones o bases militares o cuarteles de policía, los asesinatos selectivos y no colectivos, las masacres en las comunidades o municipios que le son reacios, los asaltos a entidades bancarias, la conformación de focos subversivos en centros educativos, el proselitismo armado, la promoción de invasiones de tierras y los reclutamientos forzados en las zonas campesinas y el terrorismo contra la infraestructura económica del país (voladura de oleoductos o instalaciones eléctricas), etc.

En el plano económico, su estrategia no desdeña ninguna fuente de financiación. La principal de ellas, como ya lo dijimos, es el narcotráfico. Gracias a esta alianza entre narcotráficantes y guerrilla, se han incrementado no sólo los cultivos de coca y amapola, sino también el procesamiento, el tráfico y exportación de las drogas. La guerrilla protege los cultivos, las pistas aéreas clandestinas y los laboratorios e induce a campesinos y colonos bajo su control, en las vastas regiones selváticas al sur del país, a cambiar sus cultivos tradicionales por el de la coca, convirtiéndola en su esencial fuente de subsistencia.

Cada frente guerrillero tiene su propia fuente de financiación. Además de lo que pueda producirle el narcotráfico, percibe ingresos por los secuestros, la extorsión, los asaltos a entidades bancarias y la llamada "vacuna", impuesto permanente cobrado cada mes a los agricultores y ganaderos en muchas regiones del país. En las zonas beneficiadas por regalías petroleras, como es el caso del departamento de Arauca, en la frontera con Venezuela, obtiene a través de testaferros o de autoridades intimidadas o proclives a su lucha, porcentaje de dichos ingresos. También exige cuotas a los contratistas privados. La suma de todos estos recursos es tan considerable que en 1997 era superior a las utilidades del Fondo Nacional del Café, la empresa legal más rentable del país, y casi doblaba las utilidades de Ecopetrol, la segunda empresa colombiana.

Pero la fuerza militar alcanzada por ella y los recursos de que dispone no es sino la parte más conocida de su poder. La estrategia que desarrolla en el campo político y diplomático, en cambio, pertenece a lo que un conocido analista del fenómeno guerrillero, el general colombiano Adolfo Carvajal, llama la dimensión desconocida . Ella está encaminadas a minar desde dentro las estructuras del Estado y especialmente a descalificar las armas o recursos legales de que dispone o disponían las Fuerzas Militares en su lucha antisubversiva. En este sentido, su objetivo más inmediato ha sido el desmantelamiento de la Justicia Penal Militar, el Fuero Militar y la Inteligencia Militar, así como los manuales o reglamentaciones antiguerrilleras de la Fuerza Pública.

Se trata de una verdadera guerra psicológica y jurídica cuyos medios más usuales incluyen la manipulación que se hace del tema de los derechos humanos con el propósito de convertirlos en una arma de confrontación. Quienes han investigado de cerca las denuncias recibidas por la por la Fiscalía (y tal es mi caso) hemos descubierto que el noventa o noventa y cinco por ciento de las mismas carecen de fundamento. Se trata de una labor sistemática que adelantan Organizaciones no Gubernamentales proclives a la subversión contra miembros de la Fuerza Pública ( hay más de 3000 procesos en curso) a fin "empapelarlos", como se dice en Colombia, obligándolos a rendir indagatorias, explicar sus actuaciones, pagar abogados para su propia defensa y crearles lo que se ha llamado el "síndrome de la procuraduría" o el "síndrome de la fiscalía"; es decir, un efecto altamente desmoralizador.

Una estrategia de este tipo, calcada en el modelo de la guerra popular prolongada de Mao Tse Tung y aplicada con éxito en Vietnam por Ho Chi Mihn, no tendría mayor éxito si encontrara el muro de contención de un Estado limpio, pequeño y fuerte. Pero tal no es el caso. En Colombia se ha hecho presentes fenómenos comunes a muchos países del continente: debilitamiento progresivo de los partidos, corrupción, clientelismo, inflación burocrática y una justicia en andrajos que deja en la impunidad el 90% de los delitos. Además, el pie de fuerza militar es insuficiente: insuficiente para un país de 40 millones de habitantes y con una extensión de 1,140.000 kilómetros cuadrados, con una geografía intrincada y sobre todo enfrentado a una situación de guerra.

A la acción militar de la guerrilla, se suma su proyección política a través del partido comunista y las ONG de izquierda y su penetración profunda en sindicatos tales como la USO ( trabajadores del petróleo) , Fecode ( maestros de escuela), ACOTV ( Trabajadores y empleados del Instituto de Radio y Televisión) y Asonal Judicial ( Jueces y personal ligado a la administración de justicia). Además, mantiene una hábil diplomacia paralela en Europa, con buena receptividad en las ONG que se ocupan de los Derechos Humanos y los partidos y prensa de izquierda.

No es extraño que dueños de un Estado tan débil, los dirigentes políticos no encuentren mejor solución que el de un diálogo con los alzados en armas buscando una salida al conflicto por la vía de la negociación. La paz, o la búsqueda de la paz, se ha convertido en una oferta que, en busca de dividendos electorales, suelen hacer cada cuatro años los principales candidatos a la presidencia. El 7 de agosto de 1998, cuando Andrés Pastrana asumió el poder en Colombia, la mayoría de los colombianos estaba muy optimista. Creía que Pastrana, joven conservador hijo de un ex presidente, era capaz de poner fin a 40 años de confrontación armada, mediante una negociación con las FARC y el ELN, las dos principales fuerzas guerrilleras. Inclusive se vio con buenos ojos que le diera a la primera de estas organizaciones un territorio tan grande como Suiza (42.000 kilómetros) para que iniciara conversaciones con el gobierno.

Tres años después, el presidente Pastrana es tal vez el único colombiano optimista. Suele recordar que el proceso de paz , aunque lento, está en marcha y que ha logrado credibilidad en la comunidad internacional. Y es cierto que en vez de quitarle la visa como a Ernesto Samper, su antecesor en la presidencia, Washington le ha tendido a Pastrana alfombra roja. Clinton y Bush lo han recibido bien. El Plan Colombia le fue aprobado. Y también es cierto que la zona otorgada a las Farc ha visto un incesante desfile de diplomáticos europeos, políticos, empresarios y hasta banqueros de Wall Street. Todos ellos se han entrevistado con Manuel Marulanda Vélez, alias Tirofijo, y han regresado con la impresión de que la paz en Colombia es posible.

No es esta, sin embargo, la visión de los colombianos. Todos ellos saben que el país anda mal; peor que antes. Lo dicen cifras escalofriantes: 30.000 muertes violentas cada año; 3000 secuestros y dos millones de desplazados. De la paz no hemos visto sino bonitas letanías, pero la realidad cotidiana sigue siendo la guerra con su aterrador rosario de pueblos pulverizados, de masacres, de secuestros, de féretros y sollozos de madres y viudas, menú obligado cada noche en los noticieros de televisión. Colombia es otro Kosovo, otra Chechenia.

¿Por qué no se vislumbra la paz? La respuesta es simple: porque la guerrilla está más interesada en la victoria que en su desmovilización mediante un acuerdo. Lo confirma un informe de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, escrito tras un año de investigaciones en Colombia por los analistas Angel Rabasa y Peter Chalk. Según ellos, las Farc se han trazado objetivos a largo plazo y tienen hoy una percepción demasiado exitosa de su evolución político-militar para renunciar a ellos. La conclusión es que mientras no sean derrotadas militarmente las negociaciones serán utilizadas por ellas como un recurso táctico al servicio de su estrategia de guerra.

Es algo evidente. La zona de 42.000 kilómetros que les dio el gobierno de Pastrana para adelantar diálogos se han convertido en base militar de las FARC, campo de concentración para secuestrados, zona desde la cual se exige a todo empresario con un patrimonio mayor de un millón de dólares pagarles un impuesto del 10 por ciento, so pena de atentados o secuestros, y lugar de reclutamientos forzados. En suma, allí hay otro Estado, el Estado Farc, empeñado en la guerra y no en la paz.

El gran error de Andrés Pastrana fue el de haber partido de un falso supuesto. Era éste: ni el ejército podía derrotar a la guerrilla, ni la guerrilla al ejército; por consiguiente, sólo quedaba la solución política del conflicto. Pues bien, eso no es cierto, o al menos la guerrilla no lo cree así. Está segura de que su modelo maoísta de "guerra popular prolongada" , que combina todas las formas de lucha - militar, política y financiera -, la llevará algún día al poder. No ha olvidado que hace 40 años tenía sólo 3 frentes, veinte años después 16 y hoy 117, y su presencia se hace sentir en el 70% de los municipios del país. Su único muro de contención son las llamadas Autodefensas Campesinas, una organización armada por fuera de la ley que agrupa ya unos 8000 hombres y cuyos métodos, horrendos, son los mismos de la guerrilla.

Ante esta realidad, el Plan Colombia es visto por la mayoría de los colombianos y de sus dirigentes como un instrumento providencial. Firmado el 19 de septiembre de 1999 por Estados Unidos y Colombia, este plan es ante todo un proyecto de desarrollo socioeconómico, que recuerda en algo al Plan Marshall. Estados Unidos le ha asignado 1.300 millones de dólares disponibles en un período de tres años. De esta suma, 321 millones serán invertidos en proyectos tales como sustitución de cultivos, Derechos Humanos y reformas en el sistema legal y administrativo. La parte restante está relacionada con el entrenamiento y asistencia al Ejército y la Policía para combatir la droga.

Este componente militar ha sido severamente cuestionado por los gobiernos de la Unión Europea y por personalidades norteamericanas como Henry Kissinger y el periodista Tad Szulc. Temen ellos que Estados Unidos pueda verse envuelto en un conflicto como el de Vietnam. Yo no veo tal riesgo. Lo grave no es acudir en ayuda de Colombia sino permitir que la mortífera alianza entre el narcotráfico y la guerrilla haga allí metástasis con grave peligro para la estabilidad regional. Si se quiere evitar la producción y exportación de la droga, hay que tomar en cuenta que ella ha crecido gracias a la protección armada de las FARC. Sin acción militar, no hay manera de cambiar esta situación.

La etapa visible del Plan Colombia , hasta el momento, son las fumigaciones con glisfofato a las extensas zonas de cultivo en el sur del país, las cuales han sido objeto de grandes controversias. Los ecologistas consideran que tienen efectos nocivos para el medio ambiente, incluyendo las hoyas hidrográficas y los cultivos tradicionales, así como para la salud de los habitantes de las regiones fumigadas. Los mandos militares y policiales y, desde luego, el gobierno de Estados Unidos consideran, en cambio, que es la manera más efectiva de combatir en su raíz misma el tráfico de droga. Sólo el tiempo dirá que tan efectiva es esta acción sobre las ciento sesenta mil hectáreas de cultivos de cocaína y de amapola.

Es posible, sin embargo, que la ayuda contemplada en el Plan Colombia resulte insuficiente. Porque el doble problema de Colombia - narcotráfico y guerrilla asociados - es muy grave. Y los negociaciones intentadas por Pastrana para resolverlo no han servido para nada. Nunca se ha visto que un cáncer se cure con aspirinas.

Tras el Once de Septiembre

¿Los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington y la guerra emprendida por Estados Unidos y los países de la OTAN contra el terrorismo pueden tener una proyección en Colombia? Es demasiado pronto para decirlo, pero así lo esperemos. El hecho es que las FARC, el ELN y Las Autodefensas Campesinas de Colombia son oficialmente consideradas por el departamento de Estado como organizaciones terroristas. Lo son en sus métodos (atentados con coches bomba, asesinatos selectivos, secuestros, etc), en sus medios de financiación (narcotráfico, impuestos y secuestros extorsivos, tráfico de armas) y sobre todo en su relación con organizaciones o Estados terroristas. El pasado mes de agosto fueron capturados en Colombia tres agentes del IRA, expertos en la fabricación de explosivos y detonadores a control remoto que habían estado entrenando en estas armas de la guerra urbana - una guerra urbana típicamente terrorista - a las FARC, en la zona de despeje. Después se vino a descubrir que otros doce agentes del IRA habían estado allí, así como agentes de ETA. Igualmente se reveló que comandantes de las FARC colombianas habían recibido entrenamientos militar en Iraq.

No obstante el repudio que desataron en Europa, Estados Unidos y América Latina los sucesos del 11 de septiembre, las FARC siguieron realizando actos que confirman su identidad terrorista. En el último mes, y con posterioridad a esa fecha, secuestraron en un autobús escolar a una niña de 7 años; intentaron asesinar con explosivos operados a control remoto y colocados en dos Biblias que debían ser ubicadas en la sede de su campaña, al candidato Alvaro Uribe Vélez; minaron la carretera que sirve de acceso a la zona de despeje para impedir que otro candidato, Horacio Serpa Uribe, llegara allí con una caravana de 234 autobuses, a fin de dar a conocer sus reparos sobre lo que allí estaba sucediendo y mataron de cuatro disparos por la espalda y dos en la cabeza a Consuelo Araujo Noguera, ex ministra de cultura que había sido secuestrada cuatro días atrás.

Todo esto provocó en el país furibundas reacciones de la opinión pública. Un 88% de los colombianos considera, según las encuestas, que el proceso de paz estaba fracasado y que debía suspenderse la zona de despeje. Los tres candidatos a la presidencia de mayores opciones, Horacio Serpa,. Alvaro Uribe Vélez y Noemí Sanin han endurecido su discurso considerando que el proceso de adelantar diálogos en medio de la guerra está fracasado. Ninguno de ellos es partidario de mantener sin condiciones la actual zona de despeje. Los principales diarios y aún el congreso han manifestado fuertes críticas al gobierno. No obstante, el presidente Pastrana decidió prorrogar la zona de despeje, autorizada sólo hasta el pasado 7 de octubre. Lo hizo a cambio de una vaga promesa de las Farc de estudiar la propuesta de una llamada comisión de notables, compuesta por cuatro miembros, dos de los cuales, de filiación comunista, habían sido designados por la propia guerrilla. El documento recomienda un cese de hostilidades por seis meses a fin de que las Fuerzas Armadas se dediquen a combatir exclusivamente a los paramilitares, la convocatoria de una Constituyente con participación de los guerrilleros y hasta subvenciones oficiales para sostener a los combatientes de las Farc y el ELN.

Muy pocos creen en Colombia en semejantes propuestas. La única oferta concreta de las FARC es la suspensión de secuestros masivos (pescas milagrosas, las llaman en Colombia), pero no el secuestro selectivo. Tampoco se habla de poner en libertad a los 3000 secuestrados que tienen en sus campamentos. ¿Situación sin salida? Personalmente creo que así será mientras permanezca al frente del poder el actual presidente Andrés Pastrana. Comprometido en su famoso proceso de paz, tema emblemático de su gobierno, no puede confesar que fue engañado por las Farc y que cometió la infinita candidez de atribuirle a Tirofijo y a los suyos un propósito de paz que jamás tuvieron. De ahí que faltándole menos de 10 meses para retirarse del poder, prefiera mantener la ficción de un proceso de paz que no pasa de ser un ejercicio retórico.

¿Esperanzas de cambio? Pese a todo, las hay. Viene subiendo en las encuestas , de una manera constante y sostenida, el candidato Alvaro Uribe Vélez, hombre de centro derecha, partidario de una política de firmeza frente a la guerrilla y el narcotráfico. Apoyándose en la población civil y organizándola como fuerza de soporte de las autoridades militares y policiales, cuando fue gobernador de Antioquia, el departamento colombiano cuya capital es Medellín, logró reducir allí en un 70 por ciento asaltos y secuestros. Es posible que el gobierno americano, enfrentado a las organizaciones terroristas, deje de ver a la guerrilla colombiana como una expresión puramente local de "rebeldía política", como ocurría hasta hace muy poco, para entender que es uno de los eslabones del terrorismo mundial y se decida a hacer extensivo el Plan Colombia a la lucha antiguerrillera, al mismo título que contra el narcotráfico. Mejor equipado hoy, el ejército puede actuar con una eficacia mayor si al frente del Estado hay un hombre dispuesto a liderar su lucha y no un mandatario débil empeñado en una política de apaciguamiento que ha fracasado. En Colombia, hoy en día, después de tantas tentativas fallidas de negociación, gana terreno en la opinión pública la convicción de que para conseguir la paz es preciso primero ganar la guerra.

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comentarios
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colombia hoy...
Andrea Martinez

Soy cColobmiana, y depsues de leer este articulo quede muy insatisfecha acorde con el Titulo. es verdad, ahora mismo Colombia no es una joyita, los problemas socio-politicos vinculados con la economia son inmensos, y hasta pueden llegar a ser los peores del mundo pero como indica el titulo, esa no es solo la Colombia de HOY... en este pais las cosas negativas opacan las positivas, epro no por eso son mas...por eso, no me gusto tu articulo... y quede hasta molesta con el...que lastima que tu como Colombiano escribas estos textos endonde dejas a tu Pais por debajo del suelo...decadente ..hasta luego?