El hombre al que Castro temió
Carlos Franqui tiene, aunque selectiva, una memoria envidiable. El director de Revolución y de Radio Rebelde no se ha olvidado de Camilo Cienfuegos. (6-2-32 / 28-10-59). Lo recuerda como el único héroe revolucionario que igualó en popularidad a Castro. Quizás por eso murió muy joven, en un vuelo que le llevaba de Camagüey a La Habana.
Franqui, testigo privilegiado de aquellos hechos, intenta explicarse su extraña muerte, recordando antes lo que Camilo representaba para sus paisanos: "¿Y quién fue el primer barbudo que vieron los cubanos y los habaneros aquellas espléndidas mañanas de enero del 59? Un joven guerrillero de negra barba y larga melena, que tenía el aire de un Cristo rumbero, alegre, sonriente, sencillo, sin aires de grandeza, de palabra vibrante y breve. Que tenía una entonación muy cantada, y un moverse como si cantara un son".
El que fue director de Radio Rebelde no disimula su admiración por el guerrillero: "Camilo nunca se protegía, era siempre el primero en el combate y el último en retirarse, jamás abandonaba a un hombre herido y en las ocasiones en que lo hirieron de gravedad, en vez de retirarse, continuaba peleando y dirigiendo a sus hombres. Si había que probar una mina, un arma defectuosa o existía cualquier otra situación de peligro, no se alejaba. Era el único que no se alejaba ni se protegía. Si había que entrar solo en un cuartel para intimar la rendición, no mandaba a otro, iba él."
Según el autor, Camilo Cienfuegos amaba la cultura y la verdad histórica, al tiempo que despreciaba el poder burocrático, y disfrutaba de la enorme admiración que toda La Habana, especialmente la femenina sentía por él. Era jaranero, comilón y libre. No era comunista y no parecía que lo fuera a ser jamás. Estorbaba.
En las 223 páginas del libro no hay un solo párrafo en que se cuestione la figura del Jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde. Franqui vuelve a mostrarse como un admirador incondicional: "No, no era ni procomunista, ni prorruso, ni antiamericano, ni pronorteamericano. Su posición, regida por su cubanía martiriana, era de seguir siendo independiente, la de mantener los ideales humanistas de una revolución por la que vivía y luchaba, ideales que veía desaparecer".
Desapareció con ellos. En Cuba nadie duda que Castro ordenó que lo mataran. Franqui une su muerte a la detención de otro héroe revolucionario: "Los hombres de la Seguridad de Osvaldo Sánchez, que vigilaban a Camilo y le seguían por la ciudad agramontina, sorprendidos de los encuentros de Camilo aquel día, informaron a Raúl Castro de que Camilo investigaba si en verdad hubo intento de conspiración, alzamiento, algo que afirmaba no haber visto en el cuartel al detener a Huber Matos, cuando los hombres que le eran fieles obedecieron sus órdenes y no hicieron resistencia. Camilo tuvo dudas de los supuestos hechos manipulados por Mendoza y la Seguridad. Las peligrosas investigaciones de Camilo en Camagüey ponían en peligro la bien urdida trama de la conspiración y causaron alarma en la Seguridad, a Raúl Castro y al propio Fidel, que conociendo el coraje y la honestidad de Camilo, pensaron que su versión en el juicio podría ser muy peligrosa y echaría abajo toda la trama urdida. Con aquellas investigaciones, Camilo cavaba su propia tumba".
Carlos Franqui no ha olvidado a los que fueron sus compañeros. Está a punto de cumplir 80 años, pero continúa luchando. En su último libro, con muchas informaciones y documentos, nos ayuda a confirmar lo que sabíamos.
Castro se atrevió siempre con todos menos con su hermano. Y en esas estamos. Todavía.
Carlos Franqui, Camilo Cienfuegos, Octubre de 2001. Editorial Seix Barral, 223 páginas
Número 10
Especial Once de Septiembre
Reseñas
- El general implacableCésar Vidal
- Reforma judicial y economía de mercadoGuillermo Dupuy López
- Crónica del horrorJosé Ignacio del Castillo
- Luces y sombras del pasadoLujia Escobar
- El hombre al que Castro temióVíctor Llano
- Madera de héroeSagrario Fernández Prieto
- Antes soñar que serJulia Escobar
- La reina, mejor que el reyMaría Luisa Moreno
- Entre Jesús y MahomaCésar Vidal
- Amandín, primera memoria del sociólogoJavier Rubio Navarro
- Elegíaco retratoRubén Loza Aguerrebere
- Verdades como puñosCésar Vidal