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La Ilustración Liberal

La democracia liberal y sus demonios

"A veces se pregunta qué tipo de gobierno es preferible para un artista. Para esta pregunta, solo existe una respuesta. Para el artista, el gobierno ideal es la ausencia de Gobierno".
Oscar Wilde.

De entrada, afirmo que no existe en ningún país del mundo una verdadera democracia liberal. Cuando ensayistas estimables como François Furet, Jean-François Revel y otros hablan en sus escritos de democracia liberal, en realidad se refieren a la democracia parlamentaria, evidente, incomparable e infinitamente más liberal que cualquier forma de dictadura, no hablemos siquiera de los totalitarismos. Pero la democracia liberal es otra cosa, es algo más que la democracia representativa, y algo por conquistar.

Intentemos esclarecer alguna cuestión semántica, ya que el término "liberal" -como el de "democracia"- no tiene el mismo sentido en la Historia ni según sean las tradiciones político-culturales en diversas regiones del mundo. Recuerdo perfectamente, por ejemplo, una violenta diatriba de Ronald Reagan contra esos "malditos liberales" de la administración Clinton, quienes apenas elegidos estaban destruyendo las cosas positivas que había realizado su propia administración. Porque en Estados Unidos, "liberal" significa de izquierdas, o al menos cierta izquierda no marxista que a menudo se confunde con el Partido Demócrata, incluso cuando los republicanos pueden ser más liberales. En este periodo de furiosa propaganda antiliberal, con los prefijos "neo" y "ultra" como claras manifestaciones de Satanás, me he encontrado a diario, como todo el mundo, a frenéticos antiliberales, los cuales, hablando a nivel individual o profesional, elogiaban al director de su periódico, de su editorial, de su empresa e incluso de su partido, tratándolos admirativamente de liberales, o sea, personas abiertas y tolerantes, cosas que valoraban con razón, mientras pensaba horrores del "liberalismo".

Confieso que durante un periodo, al inicio de esta furibunda campaña antiliberal "neo" y "ultra", yo me divertía y a veces me irritaba por esa confusión semántica o por la torpe adaptación del vocabulario revolucionario -imperialismo, fase suprema del capitalismo, explotación del hombre por el hombre, lucha de clases, etc- convertido en confusa bazofia antiliberal como si el fracaso histórico del socialismo real, o sea, el comunismo, les obligara a disfrazarse, a decir lo mismo con otras palabras. Pero hace ya tiempo que he llegado a la conclusión de que me había equivocado; el discurso antiliberal, aun teniendo en cuenta el efecto de moda papagayo y la confusión semántica, reflejo de confusión mental, es profunda y sinceramente antiliberal. La propaganda y la acción antiliberales, cosa inédita, no mienten, su proyecto implícito y explícito es efectivamente la destrucción de las libertades -insuficientes- que las sociedades han conquistado. El antiliberalismo actual es el heredero directo de todas las ideologías que dominaron Europa -y la mitad del mundo-, a lo largo del siglo XX: comunismo, fascismo, nazismo. Si la práctica guerrera, golpista, ha cambiado algo, por falta de recursos, y la ideología ha empobrecido considerablemente, los objetivos siguen siendo muy semejantes. Ante el triunfo histórico del capitalismo, frente a los sistemas que pretendían sustituirle para bien, la planificación socialista de la economía, por ejemplo, los neocomunistas o socialburocratas como ciertos sectores de la derecha carca anticapitalista ya no se atreven a condenar el mercado como antaño, pero exigen un rígido control políticoestatal, lo cual, si se aplicara realmente, tendría como consecuencias la muerte del mercado que para prosperar necesita libertad. En este sentido, los socialburócratas actuales son más nazis que soviéticos. El Estado y el partido nacionalsocialista, si bien respetaban "jurídicamente" la propiedad privada, ejercían un control dictatorial sobre la economía, como sobre todo lo demás.

El otro día, escuchando un debate por televisión en París, Edwy Plenel, el director trotskista de la redacción de Le Monde, agredía a Pierre Manent, un universitario defensor de cierto liberalismo político, con estos términos: "A fin de cuentas el liberalismo sólo significa la libertad de algunos para enriquecerse". "¡No, no! se indignó Pierre Manent, es mucho más que eso!". En el contexto de la discusión, Manent tenía probablemente razón, pero yo en su lugar hubiera contestado: "Desde luego, también es la libertad de enriquecerse, pero para todos". Este "todos" puede ser exagerado, pero desde luego lo es para muchos, precisamente a través de la libertad de mercado que, pese a sus altibajos, desarrolla la economía y la riqueza a través del accionariado popular, de los fondos de pensión, etc. El liberalismo no está reñido con el dinero, propone formas diferentes de repartirlo a las estatales y burocráticas, y más justas in fine, ya que más eficaces.

Pero la democracia liberal no se limita a la economía. Tomemos el ejemplo de España, insultada por la izquierda europea como "liberal"; pues la verdad, no lo es suficientemente. Sin repetir las críticas ya expuestas en esta revista, daré dos ejemplos que me parecen evidentes: cuando todos exaltan con sospechosa unanimidad la independencia de la Justicia, resulta bastante curioso asistir a las disputas, que recuerdan las peleas de los corsarios en el reparto del botín de nuestras lecturas infantiles, entre los dos principales partidos, PP y PSOE, sobre los "cargos institucionales". Incluso los que no tienen la menor formación jurídica, como es mi caso, entienden que esas acaloradas y públicas disputas, poco tienen que ver con la tan cacareada "independencia de la justicia", y se vislumbra en esta partidocracia, posibles chantajes: "me debes el cargo y por lo tanto me debes favores", y se supone que los jueces y magistrados nombrados por el PSOE favorecerán al PSOE, y los nombrados por el PP, y más aún si gobierna, favorecerán al PP. Cosas así y otros aquelarres salen todos los días en la prensa, y el "caso Liaño", esa vergüenza nacional, dista mucho de ser el único, aunque sea el más vistoso.

La Independencia de la Justicia exigiría de entrada la autonomía de la magistratura para elegir dichos "cargos institucionales", suprimiendo la designación a dedo por los partidos. Eso no impide, que en este caso, como en otros, el Parlamento puede ejercer alguna forma de control para evitar o corregir posibles abusos, pero una democracia liberal debe garantizar realmente la independencia de la Justicia, no como ahora.

Asimismo puede afirmarse que, incluso si la ministra Pilar del Castillo es todo lo genial que ustedes quieran, su Ministerio de Educación, Cultura y Deporte sólo puede ser un mamotreto burocrático. Y la burocracia estatal constituye uno de los más feroces enemigos de la democracia liberal. Hace ya tiempo que defiendo,-inútilmente, como es lógico, ¿quién soy yo?-, la tesis perfectamente realista y liberal, según la cual la única forma positiva que tiene el Estado para ayudar a la cultura en general y a la creación característica en particular es negativa, o sea haciendo mutis por el foro. Pero un "mutis" activo y consciente, suprimiendo a la vez las subvenciones y los impuestos y tasas de toda índole relacionados con la cultura y la creación artística, a fin de abaratar considerablemente, más del 50% en muchos casos, el precio de los libros, las entradas en los cines, teatros, saleas de conciertos, etc. Facilitar el acceso a la cultura para todos, mediante el abaratamiento drástico de los precios, sin Ministerio, y su inevitable "dirección política", y su más inevitable aún "amiguísimo" -¡esa tara nacional!-. Es en esa dirección que apuntan las soluciones.

Estas ideas tan sencillas como democráticas que, como bien es sabido, no se cumplen en España, chocan de frente con la idea burocrática, y sin embargo, aceptada por casi todos, hasta en el PP, de que un gobierno es moderno y progresista, si se ocupa de la cultura, como de la familia, el medio ambiente, la educación, la economía, la religión, la agricultura, la televisión, el clima, el paro, el deporte, la diplomacia internacional, la pesca, el narcotráfico, los transportes, los teléfonos, el patrimonio, la política interior y la europea, y no hablemos de las autonomías y de sus burocracias superpuestas. Evidentemente, ningún gobierno puede llevar a cabo decentemente todas esas tareas, sólo puede fingirlo: o sea nombrar comisiones, funcionarios, asociaciones subvencionadas, publicar folletos, presidir actos, lo que constituye un despilfarro absoluto de tiempo, dinero de los contribuyentes, e ineficacia, a cambio de nutrir un parasitismo social gigantesco. A esa burocratización de la sociedad, se añade en España, de manera grave e insoluble, la suma de las burocracias autonómicas a la burocracia central, y si la democracia liberal exige la participación de los ciudadanos de abajo arriba, a las decisiones que les incumben, y que por ende incumben al destino de España, en la realidad concreta y cotidiana, ese ejercicio de la democracia ciudadana que valora el individuo, cómo los problemas locales y nacionales se enfrenta no a un muro, sino a varios, no a una jerarquía burocrática estatal, sino a varias, no a un centro de poder, sino a varios. La ley sobre las autonomías que parecía generosa y tenía en cuenta una realidad plural, en la práctica no se ha convertido en apertura, en libertad lingüística y cultural, en diversidad política y económica, sino en su contrario: no se han abierto puertas para que cada cual haga y diga libremente, se han multiplicado los cerrojos y las puertas blindadas.

España no es un país abierto y tolerante en donde cada cual, desde su región, su lengua, su cultura, su historia y sus concepciones políticas, conversa y colabora con los demás, sino un sistema feudal con sus baronías atrincheradas, odiando el resto de la Península, valorando sobremanera su "excepción cultural", su destino histórico, y hasta ¡el colmo! su raza. Y, claro, despreciando y odiando a los demás. En teoría, patriotismo no significa xenofobia, pero en la triste realidad de nuestras autonomías, sí lo significa.

No estoy diciendo que todos los catalanes, vascos y gallegos sean nacionalistas, ni que todos los nacionalistas sean igual de carcas, si bien existe un fondo común, no se expresa de la misma manera. El bilingüismo constitucional no se definía como la guerra lingüística, no puede equipararse a la existencia a gran escala del crimen organizado etarra, con sus innumerables cómplices nacionalistas. Algunos "moderados" han aludido al modelo alemán con sus "länder". Pues no tiene nada que ver, salvo verbalmente con la palabra "autonomía".

El sistema político alemán de los "länder" es mucho más antiguo y ha llegado a un equilibrio, a una definición clara de las competencias entre el Gobierno central y los Gobiernos regionales. Cada cual sabe lo que le incumbe, cual es su "territorio" y cual es el "territorio" federal, no como en España, en donde existe un lío padre, una lucha cotidiana, una acumulación de burocracias y una batalla de competencias, más aguda y estrafalaria de los previsto en los textos. Y además, en Alemania, todos hablan alemán.

El verdadero problema alemán, aparte de los problemas que toda sociedad conoce e intenta resolver, es el problema de la RD. En este sentido ocurre algo parecido a lo que ocurre en España: teóricamente, sobre el papel, las autonomías eran generosas y progresistas, pero en la realidad tienen mucho de fracaso.

La reunificación alemana, desde un punto de vista histórico y simbólico, fue una gran victoria, una esperanza inmensa. ¿Quién puede oponerse-salvo Gunther Grass- a la reunificación sobre bases democráticas de un país dividido por la guerra fría? Las cosas como son, eso fue y sigue siendo evidentemente positivo, lo cual no impide los problemas actuales. También es cierto que son menores a nuestros problemas "autonómicos". El comunismo había convertido una de las regiones más desarrolladas de Europa, nada menos que Prusia, en cárcel y en gigantesco basurero tanto económico, como ecológico, y ese lastre sigue pesando sobre el destino de Alemania. La socialburocracia actualmente en el poder, considera muy hábil ofrecer a los herederos de la STASI, el cogobierno del länder de Berlín y al hacerlo han borrado política y simbólicamente la lucha de los alemanes del este contra el comunismo que a partir de la decadencia de la URSS -antes, como en 1953, los tanques soviéticos aplastaban las revueltas obreras, si, señores, obreras-, se manifestaron de forma inédita como con el éxodo tan masivo como voluntario hacia la Alemania federal capitalista, y destruyendo nada menos que el Muro de Berlín. El muro de la vergüenza. Hoy la vergüenza posa sus posaderas en las butacas del Gobierno berlinés. Fácil imaginarles sonrientes, nos hemos vengado, pero claro, ya no tienen detrás de ellos, las divisiones acorazadas soviéticas.

Reagan y Thatcher

No hay ni puede haber uniformidad en el liberalismo y es así como yo, a contracorriente de una opinión muy difundida en los medios liberales, tengo mis reservas en cuanto a dos grandes figuras de la "revolución conservadora" o "liberal", como son Ronald Reagan y Margaret Thatcher. No es que niegue sus méritos, que son evidentes, como los logros de sus políticas económicas liberales, su drástica disminución de la burocracias estatal, su disminución de los impuestos, también del paro, todo esto que es conocido de sobra y que pese a los insultos y a la propaganda, ha sido imitado en otros países incluso con gobiernos de signo diferente, aunque no siempre con tan buenos resultados -véase Tony Blair en Gran Gretaña, sin ir más lejos-.

Además se les puede asimismo aplaudir por su compromiso en, por lo menos, dos ocasiones más directamente políticas. La actitud firme y tajante de Reagan frente a la URSS, por los años ochenta, que rompía con el oportunismo cínico de Nixon-Kissinger o la ingenuidad culpable de Carter y de otros presidentes, aceleró considerablemente el hundimiento del totalitarismo soviético. Si por ello el gasto y la deuda pública tuvieron que aumentar considerablemente, ante la Historia, valía la pena; los USA son lo suficientemente ricos para saldar dichas deudas, como se ha visto. Todos los que consideramos como fundamental la implosión de la URSS debemos reconocer que Reagan, desde su cargo de Presidente de los USA, -que tampoco es moco de pavo-, actuó eficazmente para destruir el "imperio del mal". Se puede utilizar otro lenguaje, menos bíblico, pero lo esencial fue la firmeza de su política.

En cuanto a Thatcher, no sólo apoyó firmemente esa política de Reagan -pese a hacerse demasiadas ilusiones sobre Gorbachov-, sino que supo luchar y vencer contra los feudos burocráticos del laborismo británico, tanto en el terreno económico, como político, sindical y municipal. Tan eficazmente que Blair no los ha restablecido.

Pero ambos, desde el punto de vista de las libertades individuales, de la cultura, de las costumbres, de la vida privada, etc, fueron muy conservadores. Demasiado, en todo caso para que yo les considere liberales. Citando de memoria al líder conservador británico Michael Portillo, quien declaró en una entrevista que "no se podía ser liberal en economía, sin serlo también cara a la sociedad en su conjunto", yo veo una crítica implícita a la ilustre "dama de hierro".

Aunque estos temas se merezcan bibliotecas, tengo que resumirlos con algún ejemplo concreto y me limitaré a preguntar, por ejemplo, si es lógico que en EEUU un domicilio privado pueda tener legalmente 13 fusiles, 14 pistolas, alguna ametralladora, y en cambio si se encuentra un gramo de cocaína, sus inquilinos vayan a la cárcel. El problema de la droga es a la vez una cuestión perfectamente privada, y una gigantesca maquinaria mundial, en la que las más importantes instituciones -ONU, Gobiernos, policías, partidos, etc- se libran a una siniestra comedia de la que se benefician esencialmente los narcotraficantes, precisamente los que se pretende destruir, sean las Farc en Colombia, los diferentes Carteles y Mafias, ciertos países, como Cuba, y buena parte de los servicios de policía y aduanas, encargados de la represión, y que se forran con el negocio. Que se investigue en Canarias, por ejemplo.

Ese es uno de los grandes aquelarres de nuestro tiempo, y cuando defiendo, con algunos, la venta libre de drogas -todo lo paulatina y prudentemente que se quiera- como método democráticamente controlado, de acabar con el tráfico, como así ocurrió con el fin, tan positivo, de la prohibición en los USA, se me responde: "¡Imposible! Las drogas son peligrosas". Claro que lo son, sino no serían tan atractivas, y peligroso también es el alcohol, el tabaco, el sexo -el amor no es la única enfermedad sexualmente transmitible, desgraciadamente también existe el Sida, la sífilis, etc- y las carreteras, con más muertos en los dichosos puentes que en ciertas guerras. Muchas cosas son peligrosas, pero una de las peores es el narcotráfico, con sus asesinatos, su corrupción, su inmenso poder oculto, precisamente a causa de esta absurda represión/ complicidad. Y a fin de cuentas ¿porqué un adulto no tendría derecho a buscar sus "paraísos artificiales" en el alcohol, como en la cocaína?

Si en el Reino Unido, como en toda la UE, se ha suprimido la pena de muerte, -esa barbaridad que perdura en los USA, porque si el asesinato es el peor de los crímenes, lo sigue siendo se trate de crímenes privados, revolucionarios, religiosos o legales- y si tampoco es tan fácil constituirse legalmente un arsenal privado, el discurso de la señora Thatcher, como el de Reagan; no tenía nada de liberal, tratándose de cultura, vida privada, familia, costumbres, etc. Pero, la verdad es que ni Thatcher, ni Reagan, ni nadie, en sociedades democráticas, ha podido oponerse a la evolución de las costumbres, a la tan cacareada "liberación sexual", y otros fenómenos que, si bien se mira, no tienen únicamente aspectos positivos. Desde luego, pienso que nadie añora hoy los tiempos en los que Flaubert era juzgado por su púdica novela Madame Bovary, y Oscar Wilde encarcelado por sodomita, por ejemplo, pero como el progreso siempre conlleva nuevos problemas, a contracorriente de muchos confesaré que me horripila tanto el destape soez y comercial, que demuestra que nos hemos convertido en sociedades de "voyeurs", como la burocratización de las "perversiones", que subvenciona a los sindicatos de gays y lesbianas, con tal de que voten bien, porque si votan a la izquierda, la moral estaría a salvo. Asimismo las "confesiones públicas" inspiradas en las del Ejercito de la Salvación, me producen irisipela. Partidario resuelto de las libertades individuales, soy asimismo partidario del respeto a la vida privada, y hasta al secreto. Esta burocratización de lo que no hace tanto se consideraba como vicios y perversiones, pero que la sociedad civil había ampliamente aceptado, y que nos viene de la socialburocracia escandinava protestante, y que se ha difundido por doquier, no se limita a la sexualidad, ni mucho menos. Aceptamos sin la menor crítica las gigantescas estafas de las ONG, quienes vestidas de seda humanitaria, representadas en la ONU y subvencionadas por gobiernos e instituciones internacionales, organizan, en nombre del antirracismo -¡no faltaba más!- la gran manifestación antisemita y antioccidental de Durbán, África del Sur, y cantidad de otras acciones, profundamente reaccionarias. "Acción contra el hambre", Greenpeace -directamente subvencionada por los petrodólares-, Amnisty International, para citar sólo algunas de las más famosas que movilizan buenas voluntades ingenuas, a favor de los árboles, el clima, el petróleo contra la energía nuclear, etc pretenden luchar contra el hambre, el subdesarrollo, la mundialización, pero son los instrumentos de la más negra reacción. A condición, claro, de considerar reaccionarios las dictaduras militares, el integrismo islámico y los intentos por reconstruir una internacional comunista. No creo exagerar, y la mejor manera de verificarlo sería el examen de los resultados, como si se tratara de una empresa, o de un laboratorio: ¿cuáles son los resultados de esas y otras ONG? ¿Cuantos empleos han creado en los países pobres, aparte de los fantásticos sueldos de sus dirigentes? ¿A cuántos miles de hambrientos han dado de comer, etc? Nada. Su balance se limita a una gigantesca propaganda antiimperialista, subvencionada esencialmente por los imperialistas.

De la misma manera que los ministerios de Cultura, creación de los países totalitarios e instrumentos de su propaganda, se han convertido en nuestras democracias parlamentarias en una seudo exigencia de política cultural estatal, y por lo tanto "progresista", el comunismo moribundo se ha apoderado de la socialburocracia, pero no solamente: amplios sectores de la derecha analfabeta repite los tópicos del Komintern, sin darse cuenta. Como Monsieur Jourdain hablaba en prosa, sin saberlo. Los partidos históricos no basan únicamente su proyecto político en programas electorales, también en una historia, o mejor dicho, leyenda, pues la leyenda actual de la socialburocracia, de su prensa, de sus cursos de formación, etc, es la leyenda comunista: la revolución bolchevique de 1917, la revolución china de 1949, la revolución cubana de 1959, etc. todas ellas curiosamente exaltadas en sus comienzos, por sangrientos que estos fueran, y por evidente que fuera su destino, algunos admitiendo que luego se cometieron "errores", pero hasta los Gulags se explican por el "cerco capitalista". ¿Qué joven socialista de hoy sabe quien fue Kautski, Bernstein, Bauer, Blum, etc, y quién ignora quienes fueron Lenin, Stalin, Mao, Castro, Guevara, y en Cataluña, Gramsci? Sus modelos y sus héroes son casi todos los más ilustres representantes del genocidio totalitario comunista. Esto no puede ser totalmente inocente. A ésta leyenda comunista hay que añadir, no faltaba más, el hediondo "tercermundismo", con sus guerras de liberación, la más emblemática sigue siendo la del Vietnam. Que el gran movimiento de descolonización que se desarrolló después de la IIª Guerra Mundial, fuera un hecho histórico ineludible, no impide que sus resultados no hayan sido siempre muy positivos. La Guerra del Vietnam, para toda la izquierda mundial y los liberales en USA, como buena parte de la derecha europea, fue una guerra imperialista yanqui, contra un pueblo inocente y subdesarrollado, y esa mentira pesa aún en las conciencias y los ánimos de millones de personas y nutre aún hoy, un gigantesco sentimiento antiyanqui, y, por ende, anticapitalista, antimundualización, y prosoviético. Aunque la URSS haya desaparecido, persiste la nostalgia de la fortaleza totalitaria. Y es cierto que la Guerra de Vietnam fue emblemática: si los USA perdieron, el capitalismo ha triunfado rotundamente. Todos esos países, empezando por China patria que fue el "verdadero comunismo", Vietnam, Cambodia, y desde luego Rusia, todos los que hasta ayer por la tarde, estaban empeñados en la construcción del socialismo, intentan ahora convertirse lo más rápidamente posible en países capitalistas. Esto no se ha analizado suficientemente, y no lo será mientras dominen en la opinión pública, El País, Le Monde, y otros medios informativos, que compaginan el más estricto capitalismo a puertas adentro, y venden con éxito su demagogia anticapitalista.

El hecho de que el totalitarismo comunista no haya sido vencido ni militar, ni políticamente, sólo económicamente, explica en gran parte su persistencia en las mentes. Éste constituye otro dato importante e insuficientemente analizado. El nazismo fue destruido militarmente y ha muerto. Definitivamente. Lo que no ha muerto es el ultranacionalismo, el racismo, la xenofobia, que existían antes y siguen existiendo después. El nazismo, el fascismo sólo tienen existencia en la propaganda poscomunista, o sea socialburócrata.

En esta pelea semántica sobre las civilizaciones, considero que Berlusconi se ha quedado corto: La civilización occidental no es que sea superior, es la única. No se puede concebir una civilización moderna sin democracia, y cuanta más democracia, o sea cuanta más liberal, más civilizada. ¿Cómo considerar como "civilización diferente" a la barbarie que comienza con la mutilación del clítoris de las niñas, se prosigue con la esclavitud de las mujeres, la inquisición islámica y su censura absoluta, la condena a muerte de escritores, el encarcelamiento de homosexuales, la explotación despiadada de los trabajadores, sin sindicatos libres, ni derecho e huelga, y pasando por alto otras monstruosidades, para terminar en el terrorismo y el sacrificio de suicidarse para matar al máximo de infieles, el nec plus ultra de la barbarie?

Hasta aquí he pecado de optimismo, ya que he criticado sobre todo la insuficiente libertad de nuestras sociedades democráticas, pero resulta que estamos en guerra, una guerra muy peculiar, pero guerra, en la que se enfrentan la mundialización capitalista, relativamente democrática, con los intentos de crear, sobre el modelo de la Internacional leninista, una aún confusa internacional anticapitalista, en la que se mezclan trasnochadas reivindicaciones "antiimperialistas", con barrabasadas ecologistas, y la muy potente y rica en petrodólares, internacional del terrorismo islámico. No tienen nada que ver, se dice, pero en ciertas circunstancias, como se ha visto tras el 11 de Septiembre, coinciden en su común odio de la libertad y de la democracia. ¿Cuáles son nuestras armas en esta guerra? Primero, las armas, es obvio, los liberales no podemos ser "pacifistas", cuando se trata de legítima defensa. Segundo, el capitalismo, sí ese capitalismo aborrecido por tantos pero que ha demostrado su vigencia, que se nutre de sus contradicciones y sus crisis, y que no siendo un todo monolítico, es perfectible, y que hay que defender claramente, sin los prejuicios que tantas veces nos inhiben. Y "last but not least", la libertad, la libertad ciudadana e individual, la libertad a secas.

Número 11

Antisemitismo e integrismo musulmán

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Reseñas

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comentarios
1
LA DEMOCRACIA
RESERVISTA NINAN CUYUCHI

LA DEMOCRACIA NO SON ELECCIONES, NO ES LIBERTAD DE PRENSA, NO ES LIBERTAD DE OPINIÓN, NO ES EL LIBRE TRÁNSITO; LA DEMOCRACIA ES EL GOBIERNO DEL PUEBLO!!!

"La democracia se origina cuando los pobres del país, después de vencer a los ricos, a unos les dan muerte, a otros les destierran y a los demás les reservan equitativamente los cargos de gobierno que, en este sistema, suelen otorgarse por sorteo. De esta manera se produce el establecimiento de la democracia; unas veces haciendo el uso de las armas, otras por el temor que se apodera de los demás ricachones y les obliga a retirarse normalmente para complotar desde el exilio. Es muy probable que sea el más hermoso de todos los regímenes políticos, pues emerge de la rebelion del pueblo."

Platón - "La República o de la Justicia" (refiriendo las enseñanzas de su maestro, Sócrates) S. IV A.C.


A LA GLORIA DE NUESTRO COMANDANTE GENERAL:

My. ANTAURO HUMALA TASSO (HÉROE NACIONAL)

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2
Yo se
Alex

El comentario estuvo muy bueno en en especial la segunda parte solo que tarde 47 meses en leerlo todo.?