Cuidado con las consecuencias no previstas
El gobierno acusa a los ejecutivos por el mal comportamiento de unos pocos y promete castigar el fraude empresarial. Lo que no toma en cuenta es que las reformas y regulaciones de la Comisión Nacional de Valores (SEC, por sus siglas en inglés) han sido la causa principal de los últimos escándalos.
Uno de estos escándalos recientes parece deberse a descarada deshonestidad y dos reflejan exagerada codicia, pero en la mayoría de los casos se trata de esfuerzos exagerados por parte de las empresas en presentar buenos resultados trimestrales y mantener así el valor de sus acciones.
¿De dónde surgió la concentración total sobre resultados trimestrales? Fue la consecuencia no prevista de reformas anteriores, las cuales tenían la buena intención de proveer información sobre los resultados y las condiciones financieras de empresas cuyas acciones se cotizan en la Bolsa.
El cambio en la reglamentación de la contabilidad también tuvo consecuencias no esperadas. Anteriormente el sistema contable se basaba en principios bien conocidos por la gente. A menos que se cometiese un fraude, esos principios funcionaban bien. Pero cada vez que se descubría un fraude, la SEC respondía con la promulgación de una nueva regla para evitar la repetición de ese fraude o la presentación de resultados engañosos. Con el paso del tiempo, las reglas se multiplicaron. Así, las reglas lograron opacar a los principios fundamentales de la contabilidad.
Los problemas de Enron se originaron con este sistema basado en reglas. Los contables pudieron justificar el traspaso de las deudas de Enron a empresas donde tenían alguna participación porque eso era aceptable bajo las reglas. La multitud de reglas hizo sombra sobre los principios fundamentales de la contabilidad tradicional y la necesidad de mostrar buenos resultados cada trimestre condujo a jugar con las reglas, produciendo estados financieros irreales.
Lo que se necesitan son principios contables más claros y definidos, a la vez que menos cantidad de reglas impuestas por la SEC. Pero, lamentablemente, el proceso está avanzando en dirección opuesta. La SEC quiere acortar el plazo para la publicación de resultados de 45 días a 30.
Recortar el plazo aumenta la posibilidad de errores. El gobierno quiere responsabilizar personalmente a los gerentes generales y gerentes administrativos por la exactitud de los estados financieros. Así, cualquier error expone a los ejecutivos a demandas penales.
Eso hará a los empresarios todavía más sumisos del gobierno, cuando la realidad es que hay muchos más bandidos trabajando para el gobierno que para las empresas privadas. Si vamos a responsabilizar a los altos ejecutivos de las empresas por los estados financieros es justo aplicar la misma norma a los altos jefes del gobierno. El presidente debe responsabilizarse por la exactitud del presupuesto y los ministros por los presupuestos de sus ministerios.
Todo el mundo sabe que la contabilidad donde predomina el fraude es la contabilidad gubernamental. Muchas agencias estatales simplemente no son auditables y si se les va a aplicar la misma fórmula que al sector privado todos los funcionarios irán a parar a la cárcel.
Pero, claro, el gobierno nunca se aplica las mismas normas que impone a los demás. El mismo día que el Senado decidió imponer duras penas a los empresarios, el Congreso exoneró al gobierno de toda responsabilidad por los ataques terroristas del 11 de septiembre. Hasta ahora, ningún escándalo contable ha matado a tres mil personas ni cambiado el perfil de Nueva York.
© AIPE Paul Craig Roberts es columnista del Washington Times, fue subsecretario del Tesoro y es coautor de Chile: dos visiones. La era Allende-Pinochet (Universidad Andrés Bello, 2000).
Número 12
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