La corrosiva antiespaña
No hace falta ser el observador más agudo del mundo para advertir las líneas maestras que han inspirado la propaganda y la política de los izquierdistas españoles en los últimos treinta años. A saber: Primero, el intento de destruir hasta los cimientos cualesquiera vestigios de patriotismo y de religiosidad que vayan quedando en España. Segundo, la lucha por debilitar al máximo la institución familiar como pilar básico del tejido social, pues se trata del mecanismo por excelencia de solidaridad y amparo. Y en tercer lugar, por supuesto, el consabido antiamericanismo, que se explica por el odio instintivo que profesan a todo lo que suene a capitalismo y, especialmente, por el papel crucial que han jugado los EEUU a la hora de denunciar, detener y derrotar a las huestes marxistas en su terrible confabulación para dominar y esclavizar el planeta.
Todas estas líneas maestras estarían al servicio de un objetivo previo, necesario para alcanzar el anhelado proyecto totalitario socialista: eliminar las principales fuerzas que históricamente se han venido resistiendo a él. Se trataría, tal y como a como les gusta expresar en explícitos términos bélicos, de socavar y destruir "los bastiones de la reacción".
Cuando los socialistas y los comunistas fueron derrotados en su intento de implantar el marxismo en España hace más de sesenta años, tomaron buena nota de cuáles habían sido las grandes ideas que sirvieron para galvanizar la resistencia. Adquirieron, de ese modo, especial inquina contra la idea de España y decidieron conjurarse para que ser español y defender la idea de una nación occidental y cristiana, dejase en el futuro de constituir motivo de orgullo para los habitantes de "este país". De este modo, y ya durante la transición, vinieron atizando los más radicales separatismos. Esto sigue siendo cierto todavía hoy en una buena parte del PSOE, que dirigen en la sombra González y Cebrián, quienes pidieron la cabeza política de Redondo Terreros por defender, precisamente, lo español.
Ha sido ese odio a la patria española, ese anti-españolismo, el que ha llevado al diario El País, el buque insignia de la antiespaña, a insertar en sus páginas durante la reciente crisis de Perejil una sostenida propaganda pro-marroquí. Desde artículos defendiendo las "razones históricas" marroquíes en sus pretensiones de soberanía sobre el islote, a otros que denunciaban la intervención del Ejército español en defensa del territorio nacional. Claro que igual de increíble se antoja que los lectores sigan adquiriendo una publicación tan "notable". Como el protagonista de aquel relato ruso, sus oraciones parecen ir dirigidas a Dios para que les quite un ojo, con tal de que a sus compatriotas les salten los dos.
Algún parlamentario comunista dijo hace bien poco que la patria española no merecía que se vertiese ni una gota de sangre en su defensa. Ver las Canarias bajo dominación musulmana (para que los mapas delante de los que se fotografía Zapatero sean pronto incorporados a nuestros atlas) o San Sebastián convertida en avanzadilla principal del castrismo en Europa -para que así Madrazo e Ibarreche se sientan definitivamente en casa-, sería para ellos, desde luego, una dulce revancha. Si todo ello se combina con un pueblo que está en vías de sustituir los naturales principios del bien y del mal por un relativismo moral en el que lo único absoluto es la adoración al Estado y en el que todo es tolerable salvo la excelencia, parece que, por fin, los enemigos de la libertad y de España tienen el camino expedito. Y si, por añadidura, socavando la familia y persiguiendo la propiedad, consiguen que el sentimiento de desamparo se generalice en la ciudadanía y ésta clame por más y más mecanismos de "solidaridad" e intervención estatal, es hasta posible que las termitas sean recibidas como salvadores por las víctimas.
Confiemos en que todavía estemos a tiempo de evitarlo. Como dijo un liberal español, seguir pidiendo permiso para actuar y perdón por triunfar es síntoma de que algo no marcha.
Número 12
La Escuela de Salamanca
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Retratos
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Es una pena que una parte de la izquierda española no piense lo mismo que Vd. Y la otra parte lo piense pero calle.
En Francia, hasta los de izquierdas son antes franceses que otra cosa.?