Peter Bauer (1915- 2002)
Con la publicación de este retrato de Peter Bauer compuesto por cuatro perfiles escritos por James A. Dorn, Paul Craig Roberts, Bruce Bartlett y Carlos Ball, La Ilustración Liberal quiere rendir un homenaje al ilustre economista británico recientemente desaparecido.
Un legado de libertad
James A. Dorn es vicepresidente de asuntos académicos del Cato Institute
Los gobiernos tienen mucho que aprender de la sabiduría de Peter T. Bauer, el economista inglés, nacido en Budapest, pionero en la economía del desarrollo. En abril se enteró que iba a recibir el primero de los premios Milton Friedman por Promover la Libertad, junto con 500 mil dólares que cada dos años concede Cato Institute. Lamentablemente, el 2 de mayo, una semana antes de recibir el premio en la celebración del 25 aniversario del Cato Institute en Washington, el profesor Bauer murió en Londres, a los 86 años. El mundo echa de menos a este gran economista y amigo de la libertad.
Bauer nació en Hungría en 1915 y en 1934 se fue a Inglaterra a estudiar economía en Gonville y Caius College, Cambridge, de donde se graduó en 1937. Durante casi toda su carrera enseñó en el London School of Economics. En 1982 le fue concedido el título nobiliario de lord vitalicio y fue también miembro de la Sociedad Mont Pelerin, fundada por su colega y amigo F. A. Hayek.
Durante los años 50 y 60, Bauer estuvo prácticamente sólo dando la pelea contra el creciente estatismo desarrollista. Los más conocidos economistas de entonces creían que el socialismo era la manera de acabar con la pobreza. En 1956, el economista sueco Gunnar Myrdal, más tarde ganador del Nobel, escribió: "los asesores de los países subdesarrollados que se han tomado el trabajo de ocuparse del problema... todos recomiendan la planificación centralizada como primera condición de progreso". En 1957, el profesor Paul Baran de la Universidad de Stanford mantenía que "el establecimiento de una economía socialista planificada es una condición esencial, en realidad indispensable, para alcanzar el progreso económico y social en los países subdesarrollados".
Bauer, por su parte, trataba de convencer a los llamados expertos en desarrollo que esas teorías y políticas eran inconsistentes con la realidad económica: la planificación central, la ayuda extranjera, el control de precios y el proteccionismo perpetúan la pobreza en lugar de eliminarla; el crecimiento de la intervención gubernamental politiza la vida económica, dispara la corrupción y reduce la libertad individual.
El fracaso de la planificación desarrollista -confirmado por el colapso del régimen soviético y la actual transición china hacia el mercado, lo mismo que el desastroso resultado de la ayuda extranjera al África y a la India- ha cambiado radicalmente la manera de pensar respecto al desarrollo económico. Hasta el mismo Banco Mundial admitió en su "Informe 1997 sobre Desarrollo Mundial" que "buenos asesores y expertos técnicos formulan buenas políticas, que entonces los buenos gobiernos instrumentan para el bien de la sociedad" es una noción ingenua de la realidad. "Los gobiernos se embarcan en proyectos extravagantes. Los inversionistas privados, al desconfiar de las políticas públicas y de la constancia de los líderes, se alejan. Poderosos gobernantes actúan con arbitrariedad. La corrupción se vuelve endémica. El desarrollo flaquea y la pobreza continua". Eso es exactamente lo que Bauer predijo.
Para Bauer, la esencia misma del desarrollo es la expansión de la capacidad individual de elegir y el papel del estado es proteger la vida, la libertad y la propiedad para que los individuos puedan alcanzar sus propios deseos y objetivos. Su lema era el gobierno limitado, no la planificación centralizada.
Bauer mantenía que "mi posición está influenciada por mi disgusto por políticas o métodos que tienden a incrementar el poder del hombre sobre los demás; es decir, incrementar el control que grupos o individuos pueden ejercer sobre otros". Bauer así se colocaba en la tradición de los grandes liberales, creyendo en los principios del libre comercio, gente libre, respeto por la dignidad, la racionalidad y la capacidad de la gente pobre alrededor del mundo, versus el menosprecio que suelen reflejar los "expertos".
Bauer comprobó que la gente de países pobres responde a los incentivos de precios de la misma manera que en los países ricos. También destacó que cuando la gente tiene la libertad de ser dueña de algo y comerciar con ello, lo mismo que cuando el gobierno se limita a proteger los derechos fundamentales, se logra entonces la prosperidad.
Observando la realidad económica y creyendo en la lógica del sistema de precios, Bauer refutó las recomendaciones de la economía desarrollista, la más básica de las cuales era la idea del "círculo vicioso de la pobreza". Los países pobres eran considerados pobres porque su gente tenía bajos ingresos y no podía ahorrar suficiente para acumular capital. Bauer mostró que mucha gente y muchos países pasaron de la pobreza a la prosperidad y que las inversiones de capital en gran escala no son necesarias ni suficientes para el avance material.
El gran legado de Bauer es una mejor comprensión de los fundamentos del desarrollo económico, especialmente las instituciones de la propiedad privada, moneda estable, libre comercio y gobiernos limitados bajo el imperio de la ley, todo lo cual apuntala el orden espontáneo del mercado. Junto a Hayek y a Milton Friedman, Lord Bauer será recordado como gran amigo de la libre iniciativa y la libertad individual.
Tributo póstumo a un disidente
Paul Craig Roberts es columnista del Washington Times, fue subsecretario del Tesoro y es coautor de Chile: dos visiones: La era Allende-Pinochet (Universidad Andrés Bello, 2000).
Una escalofriante realidad acerca del siglo XX es lo mal que fueron tratados los campeones de la libertad. Raramente recibieron honores y pocas veces fueron celebrados por los académicos y por los medios de comunicación.
Uno de los grandes economistas del siglo XX, Ludwig von Mises, se refugió de Hitler en Estados Unidos, pero allí no podía conseguir empleo como profesor universitario. Mises insistía que el gobierno es el problema y no la solución, lo cual molestaba a académicos progresistas defensores del Estado de Bienestar. Hayek y Friedman fueron despreciados por mucho tiempo por sus advertencias en contra del gobierno grande.
En los años 60, la Universidad de Virginia contaba con una de las más innovadoras cátedras de Economía en el mundo. Sus académicos crearon dos nuevos campos: el de elección pública y el de análisis económico del Derecho. En ambos casos, los innovadores terminaron ganando premios Nobel, pero ambos habían sido antes expulsados de esa universidad por atreverse a ser asesores del candidato presidencial Barry Goldwater.
Lo mismo sucedió con Adam Smith en Inglaterra; si no me cree, trate de encontrar su tumba o alguna otra señal de su existencia.
No ha habido premios para aquellos cuya labor hace progresar la libertad, como tampoco subvenciones de las fundaciones más ricas como la Rockefeller, Ford, Carnegie o MacArthur. El prejuicio progresista ha rechazado la idea misma fr que alguien que haga avanzar la libertad pueda ser un genio, mientras que el establishment izquierdista se ha encargado de callar esas voces.
Observando ese vacío, un empresario exitoso que prefiere el anonimato le propuso a Ed Crane, presidente del Cato Institute, establecer el Premio Milton Friedman para el Avance de la Libertad, el cual se otorgaría cada dos años, acompañado de un cheque por 500 mil dólares.
Un distinguido jurado escogió a Peter Bauer como primer galardonado. Todos los adjetivos que hacen fascinante y encantadora a una persona se aplican al profesor Bauer, quien llegó a Inglaterra procedente de Hungría en los años 30. Su competencia lo condujo a ser profesor de Cambridge y miembro de la Cámara de los Lores. Sin lugar a dudas, ha sido el más distinguido de los economistas del desarrollo.
Durante varias décadas, Bauer fue el único en expresar su desacuerdo con que la planificación combinada con la ayuda extranjera lograrían el desarrollo económico de las naciones pobres. Él fue testigo de cómo las agencias gubernamentales encargadas de fomentar la agricultura destruían a los campesinos prósperos. Se suponía que esas agencias estabilizarían los precios, pero siempre terminaban confiscando las ganancias de los agricultores.
Bauer sostenía que el principal resultado de la planificación gubernamental es destruir la iniciativa individual, la cual es el factor más importante en la producción. Su disconformidad con los asesores económicos se basaba en su conocimiento de la importancia del comercio para salir del subdesarrollo. Pero el comercio era siempre víctima de regulaciones y de la planificación gubernamental.
La planificación y la ayuda externa produjeron pobreza y guerras. El acceso a la ayuda exterior hizo que apoderarse del gobierno fuese una cuestión de vida o muerte, causando guerras genocidas entre diferentes tribus. Bauer veía que el colectivismo agrario disparaba las hambrunas de los países más pobres, y que ni siquiera Inglaterra se podía dar el lujo de ser socialista.
De los libros sobre el desarrollo económico, sólo los de Bauer valen la pena leerse. El resto son muestras de esa decepción patológica que ha destrozado millones de vidas inocentes en el Tercer Mundo.
Lord Bauer murió en su casa de Londres el 2 de mayo, justo cuando se preparaba para viajar a Estados Unidos donde iba a recibir el premio Milton Friedman. En el 25 aniversario del Cato Institute celebramos la vida de uno de los mejores amigos de la libertad y una de las víctimas de la planificación económica. Su labor perdurará en beneficio de la Humanidad.
El camino al desarrollo
Bruce Bartlett es economista y académico del National Center for Policy Analysis (CPA).
El mundo perdió a un gran hombre el 2 de mayo con la muerte del economista Peter Bauer. Es triste que él estuviera preparando en ese momento su viaje a Estados Unidos para recibir el primero de los premios Milton Friedman y 500 mil dólares, en la ocasión del 25° aniversario del Cato Institute.
Es imposible explicar la importancia de Bauer sin recordar el clima intelectual de la posguerra. Durante la II Guerra Mundial, la planificación económica de los gobiernos pareció funcionar bien. Y a raíz de la Gran Depresión, todos los gobiernos occidentales estaban obsesionados en impedir su repetición, lo cual se temía ocurriría una vez terminada la guerra. Esto condujo a la adopción de economías centralizadas y a la nacionalización de industrias.
Muchos de los países que, como Inglaterra y Francia, adoptaron políticas socialistas, exportaron su socialismo a sus colonias. La idea de que el socialismo es el camino más rápido al crecimiento y la prosperidad fue reforzada por la Guerra Fría y las teorías económicas entonces de moda. La economía del desarrollo se hizo popular, mientras que las naciones occidentales preocupadas por el comunismo lanzaron inmensos programas de ayuda extranjera. De repente, miles de millones de dólares fueron repartidos a naciones pobres para su desarrollo, creyéndose que sería la mejor manera de mantenerlas fuera de la influencia soviética.
Los economistas desarrollistas vieron que estos países pobres no contaban con las condiciones necesarias para el crecimiento: no tenían capital ni empresarios ni educación ni infraestructura ni acceso a mercados extranjeros. Pensaron que la ayuda externa crearía las condiciones requeridas para el despegue, a partir de lo cual se convertirían en economías autosustentables.
Los gobiernos occidentales contrataron a economistas desarrollistas para asesorar a los países subdesarrollados sobre cómo modernizar e industrializar sus economías. La ayuda estaba disponible para proyectos en aquellos países que aceptaban esos consejos y se negaban a otros que buscaban su propio desarrollo. Así, la planificación gubernamental se convirtió en el remedio predominante para los males del subdesarrollo.
Entonces, Bauer fue contratado para estudiar la industria del caucho en Malasia y el comercio en África occidental. Sus investigaciones lo condujeron a conclusiones totalmente opuestas. Bauer, con sus propios ojos, vio cómo campesinos muy pobres y sin ninguna educación construyeron una inmensa industria cauchera en Malasia y también una gran red comercial en África, sembrando y exportando cacao y otros productos agrícolas. Bauer comprobó que los países pobres no eran casos especiales donde se aplican principios económicos distintos, sino simplemente naciones en una etapa de desarrollo anterior, muy parecida a la Europa de hace 150 años.
Bauer estaba horrorizado por los desastrosos consejos que recibían los países pobres. Les insistían en la necesidad de controlar el comercio, cuando el libre comercio fue clave en el desarrollo europeo. Vio cómo se le daba prioridad a la ayuda a los gobiernos en vez de a las inversiones extranjeras privadas, se imponían controles de precios, altos impuestos y multiplicidad de regulaciones que asfixiaban a las empresas locales, mientras que "elefantes blancos" favorecidos por los gobiernos consumían todo el capital disponible.
Bauer insistía en que lo que había que hacer era seguir las exitosas y comprobadas recomendaciones de Adam Smith, las cuales permitieron a Inglaterra y a Estados Unidos desarrollarse en apenas dos generaciones, dejando que el mercado, y no el gobierno, guiara el desarrollo.
A lo largo de 40 años, Bauer fue una voz solitaria en la economía del desarrollo. Sólo después de la elección de Ronald Reagan y Margaret Thatcher comenzaron los economistas y las agencias multinacionales como el Banco Mundial a tomar en serio las ideas de Bauer.
Todavía hay mucho por hacer, pero al menos la idea de que la planificación gubernamental es el camino más rápido a la prosperidad está totalmente desacreditada. El hecho de que la mayoría de las ex colonias francesas e inglesas son hoy más pobres que durante los tiempos coloniales es una prueba de que la ayuda externa y el socialismo económico fracasaron.
Pero las ideas siempre tienen consecuencias: empobrecen a algunos y enriquecen a otros. Si el mundo le hubiera hecho caso a Bauer hace medio siglo, habría hoy muchos menos pobres y muchos más ricos alrededor del mundo. Sus ideas siguen siendo la guía segura a la prosperidad para cualquier país que quiera ponerlas en práctica.
Un promotor de la libertad
Carlos Ball es director de la agencia de noticias AIPE y académico asociado del Cato Institute
Parte importante de la celebración del 25° aniversario del Cato Institute, el 9 de mayo, será la presentación del primero de los premios "Milton Friedman por Promover la Libertad". Cato Institute acaba de anunciar que el ganador es el economista P.T. Bauer, quien recibirá el trofeo y quinientos mil dólares.
El profesor Bauer es el más destacado investigador del desarrollo económico. Por varias décadas fue una voz casi solitaria, opuesta a la planificación centralizada y a la intervención gubernamental en el desarrollo de las naciones pobres. Sus recomendaciones no eran escuchadas y mucho menos respetadas por los políticos y economistas que impulsaban el socialismo estatista en América Latina y en las recién independizadas ex colonias de Asia y Africa. Los líderes políticos junto a los burócratas de los organismos internacionales confiaban ciegamente en las teorías de economistas como Gunnar Myrdal, quien en 1956 afirmó: "los consejeros especiales para los países subdesarrollados que se han tomado el trabajo de ocuparse del problema... todos recomiendan la planificación centralizada como primera condición de progreso". El economista argentino Raúl Prebish -secretario general de la CEPAL desde 1948 hasta 1962- también puso de moda su teoría neomarxista de la dependencia, impulsando la sustitución de importaciones y el control de precios. Ellos insistían en que la muy visible mano del Estado era indispensable para reparar las fallas del mercado, impulsaban el control de natalidad y las barreras a la libre inmigración.
La visión del desarrollo del profesor Bauer es totalmente diferente: no confía en el Estado sino en la libertad individual. Bauer nos ha mostrado cómo la ayuda extranjera fomenta la corrupción y la concentración del poder económico y político en las mismas manos. Gracias a sus investigaciones se ha desechado la errada teoría del insoluble círculo vicioso de la pobreza, comprobándose que la ruta confiable hacia el desarrollo y la prosperidad no requiere limosnas extranjeras ni la instrumentación de faraónicos proyectos gubernamentales. Se avanza mejorando el capital humano, entrenando y educando para aumentar la productividad y procediendo a eliminar regulaciones, permisos, licencias y demás barreras a la libre iniciativa y al comercio internacional. Sólo así se promueve la creatividad natural de las personas, quienes entonces se ganan la vida sirviendo al prójimo. El premio deja de ser determinado y distribuido por el gobernante; el tamaño del premio depende más bien de decisiones voluntarias e individuales respecto a la compra de productos y servicios, todo lo cual incentiva la eficiencia económica.
Bauer demuestra que la miseria del subdesarrollo suele estar directamente relacionada con el tamaño y complejidad del aparato estatal. El gobierno grande pronto se traduce en creciente desprecio oficial por los derechos de propiedad de los ciudadanos y en la falta de cumplimiento de contratos, dada la frecuente politización del sistema judicial bajo regímenes que no respetan los derechos naturales. Muchos desatinos se justifican con la excusa de alcanzar la "justicia social", pero la intervención gubernamental degenera más bien en la desaparición del vital concepto de la igualdad ante la ley.
La indeseable brecha que Bauer observa entre el mundo industrializado y el mundo subdesarrollado no son los diferentes niveles de consumo sino de producción. Nos insiste que "la historia demuestra que los subsidios externos politizan la vida económica y retrasan las verdaderas reformas". La propiedad privada, la economía de mercado y el estado de derecho son para Bauer las bases fundamentales o, mejor dicho; las instituciones esenciales para el desarrollo económico. Estas representan la única vía hacia el progresivo aumento del nivel de vida y de la prosperidad del pueblo.
Pieter Tamas (ahora Peter Thomas) Bauer nació en Budapest en 1915 y en 1934 viajó a Cambridge para estudiar economía en Gonville and Caius (el lindo y antiguo college de la película Chariots of Fire, donde enseñó hasta el año 1960. Luego, hasta 1983 fue profesor de la London School of Economics. En 1982 le fue concedido el título nobiliario de lord vitalicio.
La más certera descripción de Lord Bauer la leí en el diario Daily Telegraph de Londres, donde un titular se refirió a él como "el economista que cambió la manera de pensar sobre la pobreza".
Número 12
La Escuela de Salamanca
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