Lección novelada de economía
No creo que sea casualidad que la traducción haya cambiado el subtítulo "An economic romance" por "Un romance liberal". Quizá me pase de susceptible y no haya sido más que la pretensión del editor de atraer al público más adecuado a esta novela, o incluso de acercarlo al más inadecuado, aquel para el que "liberal" no se refiere a Adam Smith sino al intercambio de parejas. Pero no deja de ser sorprendente que lo que para el mundo anglosajón es economía aquí siga siendo liberalismo, de modo que las teorías presentadas se puedan asignar a una ideología y no a una ciencia social.
Russell Roberts ha escrito una novela romántica que, a través de los personajes de Sam Gordon, un profesor liberal de economía, y Laura Silver, profesora socialista de literatura, nos va presentando los argumentos clásicos a favor y en contra de las políticas liberales. En él se discuten los cheques escolares, la caridad privada, la responsabilidad corporativa, los salarios en los países pobres, las regulaciones a favor de una mayor seguridad, el papel de los incentivos y muchos otros argumentos clásicos que seguro que casi todo liberal ha tenido ocasión de discutir más de una vez con sus amigos y familiares. Al mismo tiempo, la funcionaria Erica Baldwin trata de reunir pruebas contra el responsable de una empresa farmacéutica, Charles Krauss, que parece tener en su comportamiento todas las maldades imaginables y habitualmente imaginadas por la izquierda en los empresarios.
Posiblemente el mayor defecto de la novela sea que resulta poco atractiva como ficción romántica. Algunas situaciones resultan interesantes, como la fría recepción del economista liberal en la alta sociedad, la renuncia a defender sus ideas frente a los amigos de Laura tras tanto batacazo o la aceptación de las reglas del mercado en sus propias carnes. Sin embargo, resulta apasionante la forma sencilla y didáctica de presentar el argumentario liberal, tanto económico —la tragedia no es que en Indonesia ganen 30 centavos a la hora pagados por multinacionales, sino que esa sea la mejor alternativa— como filosófico —no me gusta que los demás tomen decisiones por mí y pretendo extender esa cortesía a los demás—, en una variedad de temas sólo explicables por el poco cuidado puesto a los personajes y a la historia.
Puede ser un buen regalo para personas que no pueden comprender que un liberal pueda ser buena persona o que, en el fondo, se pueda ser un idealista apoyando el libre mercado, y no un servidor de las multinacionales. Pero no pondrá en peligro el reinado de Corín Tellado.
Russell Roberts El corazón invisible: un romance liberal, Antoni Bosch Editor. Barcelona, 2002. 263 páginas.
Número 17
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