Por qué mis amigos no quieren revisar sus ideas sobre la guerra civil
Cuando leí los primeros libros de Pío Moa sobre la II República y la guerra civil, a las ideas que yo tenía acerca de ambas les pasó lo que a esas momias que llevan milenios en una tumba herméticamente cerrada: se hicieron polvo en cuanto recibieron aire fresco. Impresionada por ello, empecé a correr la voz entre amigos y conocidos que sabía que guardaban momias parecidas en sus armarios. Lo que me encontré casi me impresionó más: una resistencia total a contrastar sus ideas con otras que las impugnaban. Y eso a pesar de que éstas provenían de alguien que por haber sido de la familia y haberse destacado en la glorificada lucha antifranquista, debía de tener a sus ojos, como los había tenido a los míos, un plus de credibilidad. Pues ni por esas. No es que no quisieran desprenderse de sus benditas reliquias, cosa comprensible y que no debe hacerse a la ligera; es que no querían ni echarles un nuevo vistazo.
Sus ideas sobre la guerra las guardaban, como frágiles restos arqueológicos, bajo un blindaje intelectual y emocional que mis someros resúmenes de las tesis de Moa y los artículos de éste que les enviaba a modo de cebo, no lograban traspasar. La mayoría respondió con el silencio. ¿No conseguía despertar su interés o no tenían ningún interés? Claro que el silencio casi era preferible a algunas reacciones. Las típicamente sectarias, como: "Este señor (por Moa) debe ser de extrema derecha"; es decir, la identificación del disidente con el enemigo, de pura cepa estaliniana. La falsa neutralidad: "No quiero entrar en polémicas", para recomendarme acto seguido Soldados de Salamina como modelo de aproximación ecuánime a la guerra. Y la frívola descalificación: "Está loco", lanzada por quien no había leído nada del así diagnosticado, pero había oído campanas. Cuando las campanas fueron campanazo, cuando el diario El País, velando siempre por el bienestar de su feligresía, puso las obras de Moa en su Índice de lecturas no recomendadas, la frase fue: "Está muy desacreditado".
Por entonces aún pensaba yo que en la izquierda, salvo en las fortalezas partidarias y en los reductos estalinistas, el sentido crítico no se cultivaba sólo de boquilla y se intentaba mirar el derecho y el revés de las cosas. Pero ahí estaban unas personas que creían poseer aquel sentido en grado sumo, resistiéndose a la crítica y renunciando a hacerse una opinión personal sobre un asunto importante para ellas. Como lamelibranquios en apuros, echaban el cierre y allá vinieran olas y mareas que les daba igual; ya se encargarían otros de filtrar todo aquello y de demostrar que era basura, como barruntaban.
Y así fue, pues en cuanto a Moa lo entrevistaron en televisión y el PSOE e Izquierda Unida tuvieron la ocurrencia de quejarse, los guardamentes de la familia, tal vez aguijoneados por la espectacular acogida del público a Los mitos de la guerra civil [1], rompieron el silencio con el que habían fulminado hasta entonces las obras del historiador. Habló el oráculo por la pluma de Javier Tusell, y ya mis conocidos y amigos supieron lo que debían pensar: los "historiadores serios" habían llegado en su día a un consenso sobre la República y la guerra civil, y aquel iconoclasta de Moa había osado perturbarlo cuando además no formaba parte de la curia académica, cuando no era, ¡horror!, sino un amateur[2].
Es decir, que mis amigos aceptaban un juicio, exabrupto clasista incluido, según el cual, los hechos históricos admiten interpretaciones hasta que se llega a un consenso, y luego se cierra la ventanilla. Era la negación misma del espíritu crítico y del proceso del conocimiento. En la historiografía y en todo lo demás. Con la mentalidad de un Tusell, y de los que luego abundaron en su criterio, el hombre posiblemente no hubiera llegado al Paleolítico. Pero mis conocidos se embaularon aquel reaccionario dictamen, que les permitía seguir refugiados en su caparazón.
Caí entonces en la cuenta de que hasta en los más heterodoxos pastos de la izquierda la proclamada voluntad crítica y autocrítica no pasaba de huera retórica, y que esa retórica cumplía una curiosa función: la de reforzar la inmunidad frente al virus de la crítica. Y aquellas defensas se activaban para proteger una idea de la guerra civil, la cual, sesenta y muchos años después de su estallido y al cabo de veintitantos de democracia, debía considerarse como un episodio histórico más, sujeto a investigaciones e interpretaciones cuya calidad tendría que juzgarse por su concordancia con los hechos y su capacidad para explicarlos, y no porque reconfortaran y satisficieran emocionalmente o corroboraran las inclinaciones políticas de cada cual.
Aquella reacción visceral no podía atribuirse a que sus familias hubieran sufrido la represión del bando franquista, pues muy pocos había en ese caso. Su reacción nacía de otros manantiales, aunque conducía al mismo estanque en el que nadaban, más comprensiblemente, los que habían sufrido heridas: el de un pasado mítico, un pasado que no se permite que quede atrás, que se quiere siempre presente. Un pasado que al no aceptar que sea historia, de vocación objetiva, y perpetuarlo como memoria, de raíz subjetiva, no era lícito revisar.
Pero ¿qué pescaban en aquellas aguas inmóviles? Algo debían de sacar de allí, que era importante. No se aferra uno a una idea del pasado si ésta no tiene trascendencia para el presente. ¿A qué venía si no, tanta resistencia? ¿Por qué era intocable aquella versión que daban por cierta? ¿Era que la duda, roedor incómodo e insaciable, podía acabar no sólo con esa creencia, sino también con otras, tal vez con las vigas maestras y con la casa entera?
La narración narcisista
Los que hemos pertenecido a la familia sabemos por experiencia que la guerra civil es la gran epopeya de la izquierda española. Tal como ha querido contársela y contarla, es la "narración narcisista"[3] con la que la izquierda ha construido su imagen. La identidad de pueblos y grupos, y de los individuos que se consideran parte de ellos, se nutre de esos cuentos del pasado, que son de enorme resistencia al cambio y a la verdad histórica. No es conveniente ni agradable dejar de ser el "bueno" de la historia. Y aún lo es menos que otro deje de ser el "malo", lo que significa perder el papel de "víctima". Así que suele negarse cuanto contradiga esas narraciones, y se procura vestirlas con los hábitos de la Historia, para lo cual nunca faltan voluntarios y mercenarios.
La versión de la guerra civil que maneja la izquierda es de un narcisismo esplendoroso. Si, como dice, el conflicto fue provocado por una derecha fascista ante la amenaza que el régimen republicano suponía para los privilegios de la oligarquía, ella queda limpia de polvo y paja y todo el peso de la culpa recae sobre el otro bando. Esta cómoda postura, útil pero nefasta para una futura convivencia, se adoptó a pesar de que algunos dirigentes de la II República reconocieron, vista la debacle, que tenían por lo menos parte de responsabilidad en lo ocurrido. Pero esa vía se taponó enseguida y hasta se arrinconó y despreció a aquellos "republicanos" cuyo testimonio emborronaba la imagen idílica que se quería dar de la República y del Frente Popular.
Al presentar la guerra como un enfrentamiento entre el fascismo y la democracia, el drama se reduce a un guión de buenos y malos, y en él la izquierda se reserva naturalmente el mejor papel, el de héroe de la luz y víctima de las tinieblas, representadas éstas por una derecha nacida en las cavernas de la España negra. Ese cliché no es más que un destilado de la propaganda que hizo de sí misma la II República y de la que pergeñaron los comunistas para el Frente Popular[4]. Sólo por eso debería sospecharse que se halla tan cerca o tan lejos de la verdad como la propaganda del bando franquista. Sin embargo, en el extranjero, donde prendió con facilidad en gran medida porque el mensaje entroncaba con una visión tradicional que se tenía de España en Europa[5], sigue siendo "la verdad" para el grueso de la opinión. Y aquí se ha transmitido y difundido tanto que hasta quienes bajo el franquismo considerábamos la guerra como un episodio revolucionario, desgraciadamente fracasado, terminamos por hacer nuestra esa versión light[6].
La versión light de la guerra, que es la que ha acabado por ser La Versión, y lo seguirá siendo si los libros de Moa, César Vidal y otros no lo remedian, da, pues, frutos muy dulces para la familia de la izquierda, y esos son los que pescan mis amigos y conocidos en el estanque del pasado mítico. Pero si no dejan de acudir allí es porque no disponen de otras aguas mejores ni más productivas. Porque la izquierda española no ha querido construir su identidad y fundar su legitimidad sobre cimientos distintos a los que proporciona ese pasado falso. Claro que, ¿hubiera podido?
Compensar una frustración
Para los de izquierdas "de toda la vida", los trece años y pico de gobierno socialista han sido un trauma difícil de manejar. La llegada de los socialistas al poder fue la llegada de la Izquierda al poder, el sueño hecho realidad que despertó en ellos, y en otros muchos, una euforia y unas expectativas grandiosas. La caída desde aquellas alturas a la realidad del felipismo, con su traición a las grandes promesas, su reguero de ineptitud y corrupción, su actitud antidemocrática, su asalto al Estado de Derecho, su recurso al delito y al crimen, era tan brutal que mucha gente se quedó en Babia, incapaz de asimilar lo que estaba pasando. ¡Todas aquellas fechorías se estaban haciendo en nombre de la Izquierda!
El comportamiento de los socialistas en el gobierno generó confusión y desarraigo en la familia. La imagen y la identidad de la izquierda española zozobraban; por el medio, la caída del muro de Berlín y la constatación a plena luz del fracaso del socialismo, sumían al grueso de la Izquierda en su peor crisis de identidad. Pero estas experiencias no condujeron al colectivo a ningún autoexamen relevante. Unos pocos individuos lo hicieron, mientras que otros, la mayoría, capearon el temporal como pudieron y en cuanto pasó, salieron del escondrijo con un gran deseo de olvidar lo ocurrido.
La recuperación de la "narración narcisista" de la guerra civil, con su secuela sobre los crímenes del franquismo, los propulsa hacia atrás, al "antes de", al momento en el cual las cosas estaban claras y los valores de la izquierda aún brillaban impolutos. En lugar de reflexionar sobre la experiencia más reciente, se salta sobre ello y se regresa al pasado lejano. La llamada recuperación de la "memoria histórica" es el regreso a los momentos estelares de la Izquierda y a los tenebrosos de la Derecha Es una huida hacia atrás que sirve finalmente para huir hacia adelante.
Algunos de los valores que la izquierda española se atribuye, y que han sufrido desperfectos, mejoran al pasar por ese túnel del tiempo. ¿Que el felipismo dejó en entredicho la superioridad moral de la izquierda y la solidez de sus convicciones democráticas, de las que tanto había presumido y presume? Pues ahí están la guerra civil y el franquismo en los remakes de Paul Preston y sus discípulos, para reparar los daños y subirle la moral y la fe al creyente atribulado.
Ya no puede decirse que la izquierda tenga, como siempre se ha jactado de tener, la exclusiva del progreso y la modernidad: España se ha modernizado tanto bajo el PSOE como bajo el PP; es más, con la izquierda el país se sumió en una grave crisis económica, que se remontó exitosamente con la derecha. Pero la idea de que ésta puede gobernar eficazmente es indigerible para quienes se han criado en el dogma de la absoluta incapacidad, ineptitud e incompetencia del "otro"[8]. Regresar a la II República, que se publicitaba a sí misma como introductora de la civilización en España, rescata esa imagen de la izquierda –que considera a la República como propiedad suya- como poseedora de la llave del Progreso.
El drama de la izquierda española es que ha continuado ofreciendo como valores exclusivamente suyos aquellos que ella misma ha pisoteado y que la realidad se ha encargado de desmentir. Y en lugar de renovarse o refundarse, se ha refugiado en la negación y se ha contentado con operaciones de maquillaje. Vuelve a las viejas raíces de su identidad porque las más recientes están podridas y porque ha sido incapaz de dar una imagen que no sea en negativo: que no se defina primordialmente por oposición al "otro".
Volver al pasado heroico ayuda a mis amigos y conocidos a compensar la frustración creada por tantas traiciones, fracasos y naufragios. Es una terapia excelente. En el mismo tour regresan al año cero de la Transición, un proceso que también los dejó frustrados porque no sentó al franquismo en el banquillo, y redescubren que tuvo "errores", la "amnesia" entre ellos. La tara fundamental de la joven democracia española no son entonces los desastres que resultaron de la apropiación patrimonial del Estado por el felipismo, sino la pervivencia de residuos del franquismo. Se desplaza la atención de los defectos que trajo consigo el antifranquismo a los que trajeron los franquistas y perpetúan sus sucesores "naturales". Y a todo esto, no se preguntan como es que la izquierda, a lo largo de sus trece años y pico en el gobierno, no enmendó los errores ni erradicó los defectos, no compensó como es debido a las víctimas, no recordó más a los exiliados, no excavó todas las fosas y no buscó a los "desaparecidos". La memoria es selectiva.
El miedo y la pereza
¿Qué pasaría si estas personas de las que hablo aceptaran que sus ideas sobre la guerra civil estaban equivocadas? Si esas ideas no fueran aún tan importantes para la imagen y la autoestima de la izquierda y de ellos mismos, no pasaría nada. Podrían seguir siendo de izquierdas y reconocer que la República y la guerra no fueron como se las contaron. De paso, entenderían por qué el régimen franquista duró lo que duró y tuvo el apoyo social que tuvo. Pero cuando se descubre que uno estaba no sólo equivocado sino engañado, y que la gran epopeya es, en realidad, la gran mentira, entonces puede pasar mucho. Uno puede empezar a preguntarse por qué la tribu persiste en la mentira y acabar preguntándose si no hay en ella una inclinación irresistible a la falsedad, una "inveterada deshonestidad en las relaciones con lo verdadero," como dice Revel, "secuela de la educación totalitaria del pensamiento"[9].
Uno tendrá, con seguridad, desavenencias y discusiones amargas, en las que será arrojado más de una vez al basurero de la derecha cuando no al lodazal fascista; se convertirá "objetivamente" en enemigo. La familia de la izquierda, que se cree moral e intelectualmente superior a todas las demás, reserva para el que se sale del redil los dardos más venenosos. Y sus miembros lo saben. Por ello, entendería que mis amigos y conocidos tuvieran miedo a discrepar en una familia tan ferozmente sectaria y miedo a una soledad ignominiosa con el sambenito de "se ha vuelto de derechas" colgado del cuello. No obstante, pienso que si llegaran a convencerse de la falsedad de sus ideas sobre la guerra civil, su sentido ético les haría sobrellevar esos temores. Pero el caso es que no las van a remirar siquiera. La mayoría, no. Para que se pusieran a ello tendrían que curarse de un mal común en la familia: la pereza intelectual. La izquierda es tan autocomplaciente, su autoestima alcanza tales cotas, que perteneciendo a ella uno se acostumbra a no esforzarse demasiado. Hacerse de izquierdas es como sacar plaza fija en el templo de La Verdad. Basta con "ser de" para sentirse bendecido e iluminado para siempre. Y no hay que salir nunca al exterior. La verdad no está jamás "allí fuera" sino siempre "aquí dentro".
El silencio de mis amigos ante las tesis de Moa obedecía a ese mecanismo. No despertaban su interés porque no había ningún interés. En el lugar donde debía estar en ellos el interés había un agujero negro que, como los que se detectan en el cosmos, era resultado de una concentración tremenda de materia. La Verdad ocupa mucho, lo ocupa todo; estar convencido de poseerla crea un lleno total. Es ese lleno lo que les hace enorgullecerse de no haber cambiado "de cabeza" en treinta años, lo que les quita el apetito y les lleva a colgar el cartel de completo a la entrada de la mente. El lleno produce el gran vacío: el desinterés, la ausencia de curiosidad.
Así que los campeones retóricos de la desmistificación no quieren desenmascarar sus propias falsificaciones. Resulta demasiado costoso en todos los sentidos. Es probable que de hacerlo se quedaran sin techumbre, y hasta sin cimientos. Y mis amigos, algunos ya ex amigos, no están para esas aventuras; prefieren envejecer en la tribu, apechugar con sus tropelías y justificar sus fracasos. Se han resignado al fracaso, han hecho de él una ética y una estética que borra todos los errores, como un quitamanchas. Y prefieren vivir abrazados a la mentira, agarrados a ella como a un salvavidas, aunque los mantenga a flote en un mar muerto.
Bueno, allá ellos, puede decirse. Pero a ese allá ellos debe añadírsele un "allá nosotros", pues la mentira sobre la guerra civil que contribuyen a alimentar y a transmitir, echa su aliento destructivo sobre el presente. De ese pasado falso siguen bebiendo la política y el talante de la izquierda. El afán de deslegitimar a la derecha, como si sólo la izquierda tuviera títulos para gobernar, y el recurso a "la calle" como verdadera voz del pueblo frente al parlamento, introducen anormalidades en la democracia española, que ya se dieron con nefastas consecuencias durante la II República. El desentierro de parte de los muertos, presentándolos como únicas víctimas, la tendencia a resucitar la división en bandos irreductibles, todo eso, en fin, que forma parte hoy de la estrategia de la izquierda es material potencialmente explosivo. Mientras la izquierda no acepte con todas las consecuencias la coexistencia y la alternancia, y el gobierno de la mayoría cuando no sea el suyo, tendremos una democracia con pocos demócratas, del mismo modo que tuvimos una república con pocos republicanos[10]. Y esto es aún más peligroso cuando se afronta el desafío del nacionalismo totalitario.
[1] Pío Moa, "Los mitos de la guerra civil", La Esfera de los Libros.
[2] Alberto Reig Tapia en "Los mitos de la tribu" (1999) descalifica las opiniones de Moa sobre las cifras de las víctimas de la guerra con la siguiente parrafada: "El comentarista sectario, que no es sino la emanación sociológica de determinadas bases sociales, seguirá prefiriendo los datos que más le convienen llegando al punto de acogerse a la "científica" opinión de Pío Mora (sic), antiguo militante del PCE (r) y fundador del GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre, fecha que evoca el asesinato de cuatro policías en 1975 en represalia por los fusilamientos de cinco militantes de ETA y del FRAP el mes anterior) y que, ahora, vemos reconvertido en "historiador" (?)".
[3] Michael Ignatieff, "Una pesadilla de la que intentamos despertar" (En "El honor del guerrero", Taurus, 1998)
[4] El cliché "democracia versus fascismo" ya fue desenmascarado en el momento, desde la propia izquierda, por personas como George Orwell, que vinieron a España creyendo que era cierto y se encontraron con que lo había en marcha era una revolución (G. Orwell, Homenaje a Cataluña)
[5] Enrique Ucelay da Cal, "Ideas preconcebidas y estereotipos en las interpretaciones de la guerra civil española", Historia Social nº 6, 1990.
[6] Algunos sectores de la izquierda siguen manteniendo la visión de la guerra como episodio revolucionario, aunque pocos le llaman directamente así. En el Foro de la Memoria, auspiciado por militantes del PCE e IU, se dice, por ejemplo, que "no se puede vender constantemente la idea de que la Guerra Civil Española representa exclusivamente la lucha entre la democracia y el fascismo, negando el carácter de lucha de clases que impregnó todo el conflicto". Y se acusa al PSOE de recuperar la "memoria histórica" sólo de forma nostálgica.
[7] El libro de A. Reig Tapia, "Los mitos de la tribu" es una muestra de falsa desmitificación. Presentado como una aportación al intento de "desenmascarar las falacias y corregir errores" (diario El Mundo, 2001), en realidad realimenta todos los mitos a los que se refiere el título.
[8] El desastre del Prestige fue para la izquierda una ocasión de reafirmar esa idea. El diario El País ante el debate del Estado de la Nación decía en un editorial (30-06-03) que la gestión del accidente "hizo añicos la imagen de eficacia del gobierno".
Número 17
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María P. Echevarría dice:
"No he leído ni una línea en este artículo ni en ninguno de LD ni la Ilustración que justifique el golpe ni el franquismo ni nada parecido".
Extraigo del artículo "Dos bases interpretativas de la guerra civil", en Libertad Digital:
"Azaña llegó a la política con la convicción de que sólo los republicanos de izquierda tenían “títulos” para gobernar, por lo cual intentó dos golpes de estado al perder las elecciones en 1933, y cuando volvió al gobierno, en 1936, anunció triunfalmente que el poder no saldría ya más de manos de los suyos. Pues bien, Azaña era uno de los políticos más moderados de las izquierdas, lo cual permite imaginar a los otros, y entender por qué LA DERECHA HUBO DE SUBLEVARSE PARA NO SUCUMBIR (Hoy, conocido el resultado de la contienda, parecía predestinado el triunfo de los sublevados, pero no fue así: estuvieron muy cerca de ser completamente aplastados en las primeras semanas, y sin duda lo habrían sido si Franco no hubiera establecido el puente aéreo sobre el estrecho de Gibraltar). Hechos como éstos desmienten tanto la “representatividad popular” de aquellos partidos como el esquema “de clase”.
Las derechas se habían dejado arrebatar, desde 1930, la bandera de la democracia liberal, y en 1936 HABÍAN LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE LA MISMA NO PODÍA FUNCIONAR EN ESPAÑA. De ahí la prolongada dictadura posterior. Pero quien había saboteado violentamente la democracia y las libertades desde el comienzo mismo de la república habían sido las izquierdas, y las derechas habían defendido la legalidad republicana en octubre de 1934 frente a una intentona revolucionaria y separatista. El fracaso de las libertades no provino del “carácter del pueblo español”, como muchos concluyeron precipitadamente, sino del carácter mesiánico y totalitario de unas ideologías izquierdistas encubiertas con mucha fraseología de libertad".
Si esto, por ejemplo (encontrado en un plís-plás) no es justificar el golpe de Franco, no sé yo: Como las izquierdas a lo peor daban un golpe, las derechas "tuvieron que" darlo antes, por si acaso. Y, por si acaso, lo mantuvieron cuarenta años, por si volvían las izquierdas, que como sabemos acechaban armadas hasta los dientes.
Y, claro, los ruidos de sables de la derecha previos al 36 son hábilmente escamoteados. Ésos no amenazaban la "democracia liberal".
El artículo de Losada no dice todo esto, cierto: es simplemente un ejercicio auto-exculpatorio, una demostración de cómo probablemente la autora encontró en los libros de Moa la justificación ideológica interna para pasar de una ortodoxia y de una "familia" a otra sin romperse por dentro. Y, si sus amigos no la han acompañado, será porque también tienen cerebro propio. El artículo es pura psicología, no análisis político.?
Aún a riesgo de que esto parezca un foro de debate, no puedo dejar sin comentar, tras la lectura del artículo, por el que felicito a la autora, que lo que ella le reprocha a la gente de la izquierda está a la vista en esta lista de comentarios. No saben encajar las críticas, ni responderlas como es debido. Me refiero a esas personas cuyo argumento principal frente a las tesis de la autora es acusarla a ella, a Libertad Digital y a esta revista de justificar el golpe militar de Franco en 1936.
No he leído ni una línea en este artículo ni en ninguno de LD ni la Ilustración que justifique el golpe ni el franquismo ni nada parecido.
Pero cuando no se tienen argumentos, o se está tan convencido de la superioridad moral que nunca se ha creido necesitarlos, se recurre a esas maniobras, a decir que el contrario tiene una posición que no tiene, para poder zurrarle más cómodamente.
Si la izquierda en España fuera un poquito más inteligente y algo menos oportunista, sería menos criticable y sobre todo, podríamos tener, al fin, una democracia normal y corriente.
A ver si algún día, los señores que tan superiores se creen, dejan de mirarse el ombligo.
Saludos cordiales.
María P. Echevarría
?
Si entonar el mea culpa de la "izquierda" consiste en saber que Franco era republicano en 1934, y que en 1936 se levantó al grito de "¡Viva la República!", eso ya se sabía hasta durante el franquismo. Menudo descubrimiento. Lo que no explica Losada es por qué Franco no restauró después la República ni la Monarquía. ¿Sería porque la "izquierda" seguía siendo una violenta amenaza a la libertad? ¿Había que seguir apagando los larguísimos rescoldos de las iglesias quemadas? Me da la impresión de que la cruzada anti-"izquierdista" de Losada y otras personas procede de la necesidad de limpiar su propio dogmatismo inicial. A lo peor son ellos pocos los que se creyeron los mitos, no la mayoría de la izquierda. Como yo no soy uno de sus amigos izquierdosos que no quiere reconocer la verdad de que Franco también era republicano, prefiero insistir en el argumento económico y político, que nunca se da: ¿Por qué el régimen de Franco mató y encarceló muchos más obreros de la izquierda comunista que empresarios de la derecha liberal? Si opinar que la legalidad republicana ya estaba muerta en 1936 no significa defender el golpe del 18 de julio, ¿qué alternativa ofrece entonces Losada? ¿Defienden o no defienden Losada y esta web derechista aquel golpe de estado??
Estimada Cristina:
Hace ya bastante tiempo que soy lector asiduo de todos sus artículos en Libertad Digital y las demás publicaciones, por lo que deseo expresarle mi cercanía y admiración.
Yo también provengo de la "familia", aunque lo acontecido en España y el Mundo en la década de los 90 me ha llevado a realizar una revisión crítica, casi de forense, de las antiguas certezas.
Como nunca he sido perezoso y menos intelectualmente, mi reflexión intelectual se ha basado, además de en la necesaria lectura, en el análisis de los llamativos contrastes entre lo proclamado y prometido, las acciones realizadas y los resultados provocados u obtenidos por "las izquierdas".
Gracias a ese "viaje intelectual ligado a la experiencia vivida" hace algunos años que he recalado en posiciones liberales, lo que me ha supuesto soportar la incomprensión, incluso el insulto, de los que contra viento y marea, "como el pino junto a la ribera", han preferido evitar cualquier revisión crítica de los fundamentos sectarios en los que se apoyan para autoasignarse una pretendida superioridad moral, cada vez mas ficticia. Seguiremos en la brecha. Saludos cordiales. Fernando?
Es curioso que desde un espacio virtual que lleva "Libertad" en el título se justifique una y otra vez una sublevación militar contra un régimen avanzado en Europa en establecer libertades cívicas sólo reconquistadas cuarenta años más tarde: divorcio, voto femenino, elecciones tan "democráticas" como las actuales. La sublevación de Franco no fue contra la izquierda, ni contra su violencia, sea ésta de la dimensión que fuera: fue contra el sistema de democracia formal. El énfasis de Losada y otras personas en su crítica a la izquierda, en rebajar las brutalidades de un bando y destacar el del otro, dentro de la hidráulica política en que también cae la articulista, no hace más que justificar moralmente la sublevación franquista. Efectivamente, tal vez el régimen republicano habría llegado a permitir la superación de la propia República como forma de estado, en una experiencia pionera y única. Como bien saben los liberales, el estado sólo debe ser un garante de la libertad, pero también de la libertad de dejar de ser económicamente explotado. Esto último, obviamente, es algo que nunca quiere ni comentar el (neo)liberalismo, tan rancio como la (superada) izquierda de la "revolución del proletariado" en su glorificación del estado... del estado que mantiene sus intereses de clase, claro.
"Los mitos de la guerra civil" consisten en que las checas mataron mucho más y Franco mucho menos de lo que nos contaba clandestinamente la hagiografía izquierdista de Ruedo Ibérico y otros experimentos sin duda diabólicos. Muy bien. Aceptémoslo. Y ahora, saneados los dogmatismos de nuestras mentes ex-izquierdistas, ¿nos explicarán Losada, La Ilustración (?) y Libertad Digital desde un punto de vista POLÍTICO por qué Franco mató y encarceló muchos más obreros que empresarios y terratenientes?
En este sentido, la lógica liberal es transparente: como el régimen democrático de la República albergaba la violencia de la izquierda, había que acabar con la democracia, no sólo con la violencia. Es la misma lógica que se aplica al caso de Chile. Es la lógica militarista fascista, sin paliativos.?
Para una vida que vivimos, es realmente trágico lo que está pasando. Es realmente trágico que se intente deformar la historia, y sería realmente trágico que se consiguiera como se está consiguiendo hasta la fecha. Totalmente de acuerdo con Vd. y gracias, porque sin personas como VD. no habría posibilidad de transmitir a las generaciones venideras que durante todos estos años se ha estado fraguando una GRAN MENTIRA.?
Estimada Cristina:
Algo parecido me ha pasado a mi con un grupo de amigo, que se la dan de intelectuales y progues, que están por encima de los demás, que admiten todo tipo de críticas ... menos las referentes a la Guerra Civil, porque ya está todo dicho y sabido.
Llevas toda la razón. Felicidades?
Los libros de Pío Moa no son buenos libros de historia. Si fueran de referencia obligatoria en la escuela, pasaria lo mismo que ustedes hoy, dicen que está pasando: que sólo tendríamos una interpretación de la historia. La historia "vengativa " de Moa está tan alejada de la realidad como las formas más extremas del pensaminto de izquierda. La animadversión hacia su adversario es identica en ambas formas de historiar. Si el libro de Moa fuera de referencia en la escuela..., no nos quedaría más emedio que ver TÓMBOLA.?
EXCELENTE ARTICULO ,A PESAR DE LOS AÑOS PASADOS DE NUESTRA GUERRA CIVIL SIGUE LAS PASIONES EN LAS GENTES Y LO QUE ES PEOR LA MENTIRA DE UNA VERSION DE LA HISTORIA.LO IMPORTANTE DE AQUELLA GUERRA ES QUE TODOS PERDIMOS TODOS FUIMOS CULPABLES Y LOS QUE PODEMOS TENER UN NIVEL UNIVERSITARIO DEBERIAMOS DIFUNDIR UNA REVISION CRITICA DE NUESTRA HISTORIA SIN VENCEDORES NI VENCIDOS.EL LIBRO DE PIO MOA DEBERIA SER LIBRO DE REFERENCIA EN LAS ESCUELAS,LIBRO DE DISCUSION Y SOBRE TODO LIBRO QUE NOS SIRVA PARA USAR NUESTRAS PARA ALGO MAS QUE PARA VER "TOMBOLA".
LES RECOMIENDO IGUALMENTE UN LIBRO QUE NO PUEDE SER CONSIDERADO ANTI REPUBLICANO QUE ES "EL LABERINTO ESPAÑOL" DE GERALD BRENAN.?
Es rigurosamente cierto todo lo que usted dice de sus negativas a saber.Le enseñé a una amiga mia su artículo y me comentó que quién era la facha que lo había escrito, y más lindeces que no voy a repetir.Creo que hasta se sofocó la chiquilla.?
Sigo atentamente sus articulos; y me reconforta enormemente su apabullante reflexión. Yo provengo justo del otro lado. Mi familia estaba repleta de defensores de oviedo, y de caidos en aquella defensa. Y las conversaciones que oí en mi infancia (sin odio) era la del miedo pasado, sitiados, en una lucha por su supervivencia. Estudie en una facultad de derecho, que le recomiendo (si no la conoce) que visite, pues su claustro, parece un colador de la huella de tantos tiros (no se han querido borrar) de la revolución de 1934. Al lado estaba la casa de mi abuela que fue incendiada (1934), como la biblioteca; y la camara Santa de la catedral, que fue volada, y tanto y tanto mas. Poseo un libro creo que único. un pequeño boletin oficial editado por el gobierno de la republica, donde cuenta los desmanes cometidos por los revolucionarios, para justificar la represión del ejercito (republicano) al mando de Lopez Ochoa en los valles mineros; Y sin embargo, nunca me deje seducir por el arquetipo, y lei ya hace 25 años, varias versiones de la guerra civil contada por los otros; y me enriquecí, porque solo cuando lees a todos tienes una cierta objetivación de los hechos. Por eso olé por usted; lo que usted cuenta ha sido para mi tan obsesivo, que como fui educado en el catolicismo; estudie teología buscando si los fundamentos de mi fe tenian una base verdadera, solo me interesa la verdad, y la asumiré, y solo despues seré libre de escoger mi criterio; en este caso aunque un tanto ingenuamente, mi determinación me llevó a hacerme Juez. Muchas gracias ?
No es de extrañar que esta revista tenga un elenco de columnistas “fachos” aquellos que evocan las nostalgias franquistas y dizque haciendo un revisionismo de la historia tratan de abrirnos los ojos a la “verdadera historia” y claro, los abanderados de semejante favor serán tales como Pío Moa o Cesar Vidal -que anda escribiendo artículos de carácter escatológico-; España tiene muuuucho que agradecer a la izquierda no solo aquella que estuvo en los 30 sino aquella con la que conoció la modernidad y la pujanza; en fin, con sus luces y sombras España de debe mucho al periodo del “felipismo” no es necesario vivir en la grandiosa Madre España para darse cuanta de aquello, desde estas latitudes acaso se puede espectar con mayor objetividad.
Fdo.
Sergio Siles Estrada
Santa Cruz – Bolivia – Sudamérica
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Mis amigos tampoco. Son todos de izquierdas pero son los mejores.
Decía el escritor Millás que hay ciertas costumbres que nos cuesta cambiar, ciertos hábitos que nos cuesta abandonar. Pone como ejemplo esos zapatos viejos que nos sientan tan bien porque se han amoldado a la forma de nuestros pies o el sofá donde tan a gusto hacemos la siesta porque ya ha adquirido la forma de nuestro cuerpo después de tantos años... Con los prejuicios ocurre lo mismo.
El artículo me ha gustado mucho. Felicidades, casi siempre das en el clavo por no decir siempre.?
Siento no poder decir que he hecho el viaje iniciático del que aquí se habla.
Pertenezco a una familia que sobrevivió dando gracias a Franco, como tantas otras.
Ellos hicieron lo que pudieron. Yo tenía algo mas de oxígeno y me pude preguntar ¿Por qué tuvo que ser derrotado militarmente un régimen legalmente constituido? ¿Por qué una vez derrotado tuvo que seguir siendo humillado y vejado? ¿Por qué los ganadores han sido tan mediocres política y culturalmente, y los vestigios de los perdedores son tan brillantes? Los que no sois intelectualmente perezosos ¿Os habeis hecho preguntas parecidas o directamente os habeis hecho LA pregunta más importante de la historia, a saber: ¿Porqué los de izquierdas se dan esos aires?
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Lo peor del panorama que usted tan agudamente retrata no es la falta de autocrítica hacia los mitos de la izquierda y la apropiación que esta hace de la legitimidad moral en una dialéctica que sólo existe para desprestigiar impunemente opiniones adversas. Lo peor es la forma en que esos mitos se perpetúan como "la verdad" en los mismos ambientes que deberían proteger y propiciar el pensamiento crítico, es decir, las aulas de institutos y universidades donde la enseñanza de la historia continúa siendo la repetición sin discusión de las mismas "verdades" cómodas y sectarias, por parte de unos profesores que están demasiado involucrados emocionalmente o son demasiado vagos intelectualmente para permitir el cuestinamiento de sus mitos.?
La normalidad democrática implica el reconocimiento de diferentes interpretaciones de la realidad. En el campo de las ciemcias sociales, esa normalidad democrática, implica el reconocimiento de diferentes interpretaciones. Ninguna es la auténticamente verdadera. Nuestros sentimientos, nuestra formación, nuestros intereses... determinan diferentes maneras de "ver" las cosas. Potentes filosofías, reconocen, no solo para el caso de las ciencias sociales, sino también para las físicas, que es en la intersubjetividad en el único lugar donde podemos buscar alguna objetividad. Es, pues, en la confluencia de opiniones e interpretaciones donde lo histórico progresa.
Es muy humano y comprensible que ustedes en los últimos años del franquismo se vincularan al comunismo y a sus interpretaciones históricas. Es comprensible su evolución hacia el liberalismo actual. Lo que ya no es tan comprensible es pasar del dogmatismo marxista al no menos dogmatismo legitimador del golpe de Estado del 36 y de la dictadura consiguiente. Y menos con las formas, modos y fobias que ustedes (Pío Moa, Jiménez Losantos, Ricardo de la Cierva)expresan. Todo pensamiento tiene su adversario, pero no querer reconocer nada de la mejor interpretación del contrario es una nueva forma de (como ustedes dicen) de totalitarismo dogmático. Y nada más lejano a la verdad que el dogmatismo. ?
Apreciada Cristina; tu artículo me ha parecido excelente.
Lo más reconfortante de su lectura ha sido el ver que no somos pocos los que, hartos de mentiras, y partiendo de sospechas razonables, hemos buscado la verdad por nuestra cuenta, fuera de la versión "oficial";progre-separatista.
La realidad quizá tenga el inconveniente de ser ingrata, pero es verdadera, aunque nos proporcione una imagen poco agraciada de nosotros mismos. El aceptarla solo demuestra la madurez, o no, de un planteamiento.
Aquí, en Cataluña, se añade a la versión consensuada de la "papanatería progresista" la manipulación y las mentiras descaradas del nacionalismo. Les aseguro que ni uno solo de los bachilleres catalanes de mi generación, conoce la verdadera actuación de la Generalitat durante la II república y la guerra civil. Cuando les explico estos hechos a la luz de los libros de Moa, Vidal y otros, la reacción es la que Cristina describe en su artículo, pero elevada a la potencia diez.
Un saludo lleno de gratitud al señor Moa y al señor Vidal, que con sus libros nos están dando a conocer la historia de nuestra Nación, con mas veracidad y menos sectarismo.?
En primer lugar, quiero agradecer a Pìo Moa, Cèsar Vidal y a otros tantos, el esfuerzo grandioso que estàn realizando porque en España se sepa de una vez por todas la verdad y a esta izquierda hipòcrita y revolucionaria se le caiga la màscara de una vez por todas.
El artìculo me ha parecido fabuloso, directo y veraz. Estoy de acuerdo con la autora en que los miebros de la "familia", no quieren oir ni hablar de los libros publicados por Moa, precisamente porque les "jode" el chiringuito de la guerra que llevan explotanto durante tantos y tantos años.
No quieren admitir que los primeros que traicionaron a la II Repùblica y al gobierno legalmente establecido en unas elecciones libres por el puebo fueron ellos, la izquierda mas radical y revolucionaria, quien organizò en octubre de 1934 una revoluciòn armada en toda España con el fin de conducir al paìs a la dictadura del proletariado a imagen y semejanza de la Rusia de Stalin.
Ese fue y era el objetivo de las izquierdas encabezadas por el PSOE y que muchos han querido silenciar y quieren seguir silenciando para no perder el papel de victimas.
Nuevamente, gracias a la autora y gracias desde aqui a Pìo Moa, por mostrarnos la verdad desde sus libros.?
Ciertamente, Cristina, nos encontramos ante una situación difícil de manejar. El "abrirse" y confrontar con la realidad la otra "verdad" genera un buen número de desagradables conflictos con la "familia" de izquierdas y la familia real.
Es cierto que el apoyar al PP es poco menos que ser un fascista y un asesino para los que se han dejado manipular por el marketing comunista, como nosotros lo estuvimos. Y ya no vale lo de “rectificar es de sabios”. Paradójico resulta que el comunismo y su doctrina hayan sucumbido no por la fuerza de ningún opresor capitalista y totalitario imperialista, sino por su propia estabilidad, en contraste con un sistema caótico de mercado, como brillantemente expone Escohotado en "Caos y Orden".
Paradójico es que utilicen, frente a los hechos, la misma estrategia de marketing del chiste del Vaticano: vender algo que todavía nadie ha visto. Paradójico que símbolos de comunismo, como el antiimperialismo yanqui, no hayan desaparecido con él ¿verdad? Los malos “buenos” pierden, pero siguen siendo “buenos” aún habiendo devastado sus países. Los buenos “malos” siguen siendo malos, aún habiendo vencido sin disparar un solo tiro. Contra la ilusión de ser los buenos y esperar la salvación y el paraíso en la próxima vida, poco valen los resultados demostrados, por más evidentes y tangibles que sean.
No debería extrañarnos, tenemos en el integrismo islámico un ejemplo claro. Millones de parias gobernados por tiranos bajo la atenta mirada de su Profeta. Dispuestos a vivir y morir en las peores condiciones si con ello se ganan el cielo.
La Identidad -nivel básico del edificio de la personalidad para la Programación Neurolingüística- de ser de izquierdas es, como bien dices, similar a ser "de los buenos" aunque el caballo lento sea el propio. Y bloquea el aprendizaje con típicas estrategias como las que mencionas. Como estas: Moa, Vidal, Losantos, tú y yo somos unos fachas, de derechas, y eso es de cajón. Punto pelota.
Como es sabido, todo cambio lleva implícita una buena dosis de inestabilidad, de miedo hasta encontrar el siguiente nivel de referencia. La zozobra de encontrarse como Tarzán, habiendo soltado una liana y volando sin seguridades hacia la siguiente de la que no sabe si se partirá o si le llevará directamente a la charca de los cocodrilos malos, es difícil de asumir, entendámoslo. Porque “ser” de derechas es ser malo. Entonces ¿Y si me convierto en malo yo también? ¿Y si me convierto en un ser insensible, rígido, frío, dictatorial y mezquino? Buff! Casi prefiero quedarme sin el paseo. No saben que, al otro lado de la segunda liana, están el des-engaño y la cordura.
Como disposición emocional dificultadora del aprendizaje, el sentimiento de Identidad de "ser" de izquierdas (prácticamente extinto en el caso de ser de la opción opuesta; yo, particularmente no me siento “ser de derechas”) sostiene en el siguiente nivel, el de los Valores (como la libertad y la igualdad) una atención y ceguera selectivas que desdibujan la realidad por muy exitoso que sea el resultado de la acción de un gobierno, por estar asociado con el impacto emocional del sentido metafórico de la expresión "de derechas".
La Identidad del ser de “izquierdas” sostiene en el siguiente nivel unos valores similares a los de “la derecha”. Curiosamente, las creencias que se desarrollan a partir de ellos, son absolutamente idénticas en algunos casos, así, la libertad de expresión sigue significando “el que cada uno pueda manifestar libremente sus opiniones”.
Sin embargo, al ir subiendo niveles, observamos que ciertos grupos con la típica mentalidad comunistoide de “que el estado me proporcione el bienestar que yo creo merecer” carecen de competencias o habilidades para lograr tal propósito, de sentido de identidad adecuado y, en el caso de nuestras brillantes estrellas del firmamento cinematográfico, se encuentran que su conducta, la parte observable del conjunto de nuestra personalidad, la que se relaciona con el entorno, le aporta un feedback francamente negativo. Gustan realmente poco, visto lo visto.
Así, el vano, el vacío que existe entre lo que uno piensa que es y la calidad que uno cree ver en lo que hace (o lo que se supone que debería ser si usan de referencia comparativa a las estrellas de Hollywood) y lo que se es y se hace realmente, se rellena con vanidad, soberbia, orgullo, prepotencia. Así, ya que el contexto, es decir, el público, el mercado, no les valora en la medida que creen merecer, ni ve integridad entre lo que piensan que son y lo que muestran en las pantallas, se erigen en intelectuales contestatarios, adalides de la libertad de expresión que eligen, como muestra del más absoluto desvarío, entender pisoteada y a cuyo carro se suben confundiéndolo con el propio.
En el carro no falta la pancarta con el lema: “¡Estúpidos!, nosotros somos la intelectualidad, la cultura, el éxito, la fama, la sabiduría. ¡Debéis adorarnos como se adora a Tom Cruise! ¿No veis que son los poderes fácticos los que nublan vuestro entendimiento hasta no ver que somos vuestros salvadores?”
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Hace tiempo, mientras ignoraba la realidad de los eventos y, cuando en 1962 la gente aunque franquista y o falangista, porque en ésa época todo era casi igual, o a todo se le hacia aparecer como igual, Los del otro bando o la izquierda eran los malos de la película y los de la derecha "todos y todas", porque a nadie se le ocurría levantar la voz, lógicamente "los buenos". Por la época, como he dicho antes, me di cuenta de que: "no es oro todo lo que reluce", por lo cual me dediqué a fijarme en "como hablaba la gente y qué quería decir realmente" es decir a leer entre líneas. Aún así no me interesaba demasiado porque veía ciertos "atisbos de victimismo". Y siempre el victimismo o el 95 % es patronímico de la mentira, de la falacia y de las ganas de sacar provecho a una situación anormal, es la relativización de la picaresca, deporte usual de nuestra piel de toro.
Su artículo y los libros que menciona han dado un matiz de solidez a los fundamentos adquiridos a través de los tiempos dificiles de manejar. Por ello reciba mi mas sincera felicitación. También es justo hacerla efectiva a todos los periodistas e investigadores que analizado los sucesos se dedican a contar los hallazgos de éstos y a narrar su contenido, comentando en su caso, es estupor o la sorpresa que les ha provocado. Gracias otra vez y las que hagan falta.
JJ VILLAMAZARES (07-2-2004)?
Supongo que su espiritu critico agradecera un comentario que no este lleno de alabanzas.Me parece un tanto contradictorio negar la autocritica en la izquierda y al mismo tiempo citar a George Orwell , sus obras no son precisamente complacientes con la izquierda y sus dirigentes.
Tan solo añadir que , si lo que quiere decir usted es que la victoria de Franco era la mejor de las opciones (o un mal menor) digalo abiertamente , me pareceria lo mas honesto.?
Me ha sorprendido gratamente tu articulo, y al igual que muchos, la incorporacion del libro de Pio Moa ha supuesto un autentico revulsivo a la hora de analizar un acontecimiento historico tan importante en nuestra historia.
Pienso que la mejor forma de conocer y tener conciencia de nuestro pasado es ponerlo en revision permanentemente por parte de los historiadores que de una forma rigurosa se acercan a el.
Como oyente radiofonico de la cadena COPE, he de dar las gracias a D. FEDERICO JIMENEZ DE LOS SANTOS, por haberme facilitado el descubrmiento del libro de D. PIO MOA, "los mitos de la guerra civil".
gracias por tu articulo.
saludos.?
Totalmente de acuerdo con Cristina. Por aportar algún dato, expongo para todos esta cita de la novela ganadora del Nadal 2003:
"Mi madre me acababa de dar una lección, y comprendí por qué habían perdido la guerra. Porque nunca se hubieran puesto a la altura de los criminales" (Andrés Trapiello, Los amigos del crimen perfecto. Destino, 2003, p. 217)
Asusta pensar como los guardianes de la ortodoxia intelectual mantienen el dominio sosteniendo su discurso sobre ingenuidades de este tipo, desmentidas de modo tan brutal por los hechos y por cualquier examen - tan avisado como debe serles exigido a los guardianes - del modo de comportarse de los hombres.
Soy pesimista. Si solo se tratase de una interpretación de un hecho histórico, cabría combatirla mediante argumentos y confiar en su derrota, pero nos enfrentamos a la verdad que les otorga la certeza de su buena conciencia, la victoria moral definitiva. No queda esperanza. Prosigamos el combate.
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Suscribo totalmente el artículo,aunque soy pesimista en cuanto a la difusión de su mensaje.Hoy España sufre de pereza intelectual,un "que piensen ellos",diría aquel.Pero me refiero a la atonía social,a los cerebros aparcados.A la televisión basura,futbol y "panem et circenses".Una España "orwelliana" de sexo y botellón.Creo que esa visión absurda de la Guerra Civil que denuncia el artículo seguirá prevaleciendo durante muchos años.La izquierda española se agarra a ella como un clavo ardiendo para negar legitimidad democrática a cualquier triunfo electoral de la derecha liberal española.Constituye su gran leyenda,su cuento místico.Para acabar,me gustaría recordar la imagen del pueblo de Madrid desenganchando del carruaje de Fernando VII los caballos y gritando:"Vivan las cadenas".El liberalismo fue perseguido por el Estado paternalista y acomodaticio del rey "Deseado".Hay todavía muchos que sueñan con ese Estado repleto de funcionarios y actores "progres" que hoy simboliza la izquierda.Hora es ya que reconozcamos a los verdaderos fundadores de la España democratica y moderna,los liberales que son hoy el actual centro-derecha.Fuera complejos y atavismos.?
Sería interesante averiguar cuántos de los que arriesgaron su seguridad y comodidad incomodando al franquismo a principios de los setenta han superado la pereza intelectual y son capaces, por ejemplo, de votar al PP, o más aún, de reconocerse como verdaderos liberales. Creo que, sin merma de la magnífica y certera exposición que Cristina hace en su artículo, debemos ser bastantes. Pío Moa ha ayudado a mucha gente a comprender la forma en que encajan las piezas del "rompecabezas" de manera que uno puede ver la imagen sin tantísimas zonas oscuras o borrosas como resultan de creer la "historia consensuada" por los eruditos profesionales de la izquierda. Poquito a poco, tendrán que salir de su letargo.
Hammer?
Soy otro más de los que hemos hecho ese extraño viaje de la fantasia a la realidad. Los que aún están ciegos a la evidencia nos seguirán poco a poco.
Es doloroso pero merece la pena.
El viaje es individual, como casi todo lo que merece la pena.
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