El moralismo español
Los "ricos" españoles, y quienes les apoyaban ("los militares y los curas", en cabeza) eran los más miserables, crueles, oscurantistas y chulos de todo el mundo, o por lo menos de toda Europa. Así sigue siendo la línea hegemónica en la historiografía "profesional" y "académica" sobre la guerra civil, espoleada desde fuera por los Preston, Jackson y compañía.
José María Pemán, uno de los teorizadores de la dictadura de Primo de Rivera, señalaba como rasgo característico de los españoles una acusada exigencia moral. Esto no sólo lo decía él, pues cita de Keyserling: "En lo ético, España se encuentra a la cabeza de la actual humanidad europea". Y lo han apreciado otros muchos observadores, como se trasluce en la manera como Brenan analiza el anarquismo hispano (podría sostenerse que el anarquismo arraigó en España ante todo por su moralismo). Es también cierto que en la propaganda de las izquierdas —en menor medida, quizá, de las derechas— la apelación moral surge con extraordinaria fuerza a cada instante. Como señala Pemán, "en otros países de Europa existe una mayor frialdad para separar lo utilizable de cada persona (su talento, su habilidad), de su fondo moral"; en España, "ni el talento ni la elocuencia, ni el acierto político bastaron nunca, al cabo, para hacer olvidar las claudicaciones éticas". Aquí, por ejemplo, un tanto fundamental en la apreciación de los líderes políticos era la de su austeridad y limpieza moral.
En apariencia esto es buena cosa, si consideramos que el ser humano es ante todo un animal moral, antes que intelectual. Pero ya Ortega señaló cómo la popularidad de algunos políticos y teorizadores republicanos, creo que se refería a Pi y Margall, se asentaba en el prestigio de su personal sobriedad, y no, desde luego, en el fundamento de sus ideas, mediocres cuando no disparatadas. Así como innumerables estupideces ideológicas han colado en todas partes gracias a venir presentadas en un envoltorio de cursilería, en España el envoltorio preferido de la necedad ha sido la pretensión moral.
Ello, insisto, se ha dado de manera preferente en la izquierda, incluso en la comunista, para la cual, al revés que para la anarquista, la ética no pasaba de ser un aspecto accesorio, convencional, una espuma de la sociedad de clases. Pero su propaganda radicaba en la maldad, le bellaquería, la bajeza moral, en definitiva, atribuida al enemigo, más bien que en el análisis de la "explotación" o de las relaciones sociales.
Podríamos ver ahí una especie de superioridad moral de la izquierda. De hecho, en la mala conciencia y los complejos que muestra habitualmente la derecha se percibe el influjo de esa permanente acusación moral desde la izquierda, ante la que los acusados no han sabido replicar muchas veces, o se han batido a la defensiva. La ideología y política derechistas, coincidían incluso algunos conservadores, sólo expresaban los intereses de los "ricos", y los ricos, en general, disfrutaban de unos bienes ganados indebidamente, por medio de la explotación y el expolio de los pobres. Las derechas resultan, por definición, ladronas y corruptas, y quienes, no siendo ricos, las apoyan, sólo revelan imbecilidad y abyecto servilismo ante la injusticia, o deseos de participar en el botín.
Pero si esos rasgos podían predicarse de las derechas en todo el mundo, cuando llegábamos a España empeoraban hasta los indecible. Los "ricos" españoles, y quienes les apoyaban ("los militares y los curas", en cabeza) eran los más miserables, crueles, oscurantistas y chulos de todo el mundo, o por lo menos de toda Europa. Esta concepción arcaica sigue vigente en muchos ámbitos populares, y sus ecos resuenan con fuerza en episodios como la propaganda de Simancas en el reciente rifirrafe por la Comunidad de Madrid. Pero no sólo se "piensa" así en ambientes populares sino también, y aun diría que de preferencia, en los intelectuales. Así sigue siendo la línea hegemónica en la historiografía "profesional" y "académica" sobre la guerra civil, espoleada desde fuera por los Preston, Jackson y compañía.
Por cierto, la conducta de los potentados rara vez es ejemplar, y si no se le pusieran trabas legales tendería en general al abuso; también las observaciones de Cambó sobre la ruindad y ostentación vanidosa de los catalanes adinerados —extensibles al resto de España— tienen una gran parte de verdad. Pero eso no hace menos absurdos los juicios absolutos típicos de la izquierda, ni vuelve virtuosos a quienes los emiten.
Si miramos más de cerca ese moralismo español, enseguida le vemos unas cuantas fallas. Empieza por ser fundamentalmente negativo. Las diatribas feroces contra el enemigo carecen del equilibrio y de los matices que caracterizan un auténtico juicio moral. Los acusadores están predicando de sí mismos, implícitamente y por contraste, virtudes tan excelsas como viles serían los vicios denunciados, pero a menudo eso es secundario. El papel de esas diatribas suele ser más bien el de encubrir un deseo de agresión y una avidez extrema de esos bienes poseídos por otros con supuesta ilegitimidad. Durante la guerra civil, o en tiempos más recientes, pudo comprobarse cómo el comportamiento de aquellos virtuosos denunciadores de la maldad ajena imitaba, precisamente, los peores actos atribuidos —no siempre sin razón pero muchas veces sin ella—, a "los ricos".
Por otra parte ese moralismo se extiende porque halaga la vanidad de cada individuo de sentirse el juez de los demás, especialmente de quienes, en el plano material o en otros, se encuentran por encima de él. Esta especie de envidia, ya se exprese positivamente como espíritu de superación, o negativamente como impulso destructivo hacia el prójimo más favorecido, o de simple pasividad rencorosa, parece constitucional en el ser humano, y será siempre una fuente de motivación para sus actos. Tengo la impresión de que el moralismo español, sobre todo en la izquierda, ha tendido más bien a despertar actitudes negativas.
No estoy muy seguro de que el impulso ético español sea más fuerte que el de otros pueblos —actualmente parece más bien lo contrario, basta mirar la televisión, por poner un ejemplo—, pero en todo caso sólo tendrá valor si pierde algo de la rudeza y negatividad que lo han acompañado, al menos en el siglo XX y ahora mismo.
Número 18
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- Por el canto de un duroAquilino Duque
Es Vd, don Pio, un portento. Inteligente, independiente y valiente.Compro todos sus libros.?
Llevamos ya dos años siguiéndole, y como jóven, le reconozco su inquietud porque se sepa la verdad de lo acontecido durante la segunda República. Sólo tengo una petición, siga escribiendo por favor, y con el mismo rigor. Sin menospreciar su verborrea, reconozco que los documentos recogidos son lo más interesante. Esos no se pueden omitir p manipular?
Depárame desasosiego vuesa merced, confundiendo churras con merinas; gigantes y molinos e historias caballerescas con el acontecer mundano...?
la telebasura ya estaba cuando gobernaba el PP.
es lo que pide la sociedad ,por la audiencia tanto de derecha como de izquierda, sino no salen los nº.
me molesta que la derecha se atribuya todo la moral...señor! no se divorcian, no hay gais, abortos .., para consolarles les dijo que enla izquierda española tambien haya gente con tantos tabus, pero no tan radicales
la sociedad española , ha progresado muy poco,es normal con la herencia que llevamos ha cuesta.
pero que le vamos hacer. poquito a poquito va
A CHANGE.
OKEY
CHAO
?
Enhorabuena por sus libros y artículos. Ya era hora que apareceriera gente como usted para desmontar con argumentos sólidos esas fábulas de la izquierda sobre la historia de España y sacar a la luz la verdad y de una forma tan amena.
Me parece genial la labor de difusión que están haciendo tanto con esta revista como con la web "libertad digital"
Precisamente el otro día vi en una libreria un libro escrito únicamente para rebatir al suyo de "Los Mitos de la Guerra Civil". Me parece que ya ha puesto nervioso a más de uno... por algo será.
Enhorabuena de nuevo.?
La parcialidad, el desprecio, la criminalización y el sesgo que usted encuentra en la izquierda que analiza, es simétrica al que emiten ustedes un su radio, sus periódicos, su revista, y de manera específica usted en su obra historiográfica sobre la II República.Incluso la historiografía de Ricardo de la Cierva es más "objetiva" y "noble" que la suya. Padece usted el mismo error que critica en sus adverasios.?
Me sorprenden siempre sus artículos porque son análisis acertados desde distintas perspectivas pero siempre alrededor del mismo nucleo central: el "problema de la España actual" y cuales son sus raíces.
Se funciona con juicios aparentemente objetivos, con verdades que son "evidentes" pero que encubren juicios valorativos y emocionales que nunca se ponen en duda críticamente: "lo progre".
Psicológicamente debe tener una explicación el que "las masas" tiendan a funcionar así; cuando uno se convence de la superioridad y de la evidencia de sus valores y pensamientos se "blinda" y su propio comportamiento y estructuras mentales aparecen incuestionables, son más difíciles de cambiar e incluso presentan más contradicciones. ?