No soy optimista
En conjunto, y salvo en Cataluña, Aznar ha dejado un excelente legado que tiene pocas probabilidades de sobrevivir. España ha renunciado a la senda de la prosperidad, la estabilidad y la democracia propuesta por el PP, bien es verdad que con un lenguaje mediocre y pesado. En cambio ha optado por la verborrea y la estupidez hechas política. No es de extrañar el jolgorio de quienes pactan con el terrorismo, de quienes nos han amenazado con «un drama» o con «un nuevo 1936», de quienes protegen a las organizaciones terroristas y las subvencionan, de quienes no ocultan en lo más mínimo su intención de desmembrar España, de destruir la obra de muchos siglos de cultura y convivencia. Todos ellos están de enhorabuena. El caso recuerda al de Argentina: un país en principio rico y culto que no consigue escapar a la demagogia más necia. ¡Un misterio!
Uno podría albergar alguna esperanza al oír las primeras palabras de Zapatero, que no sonaban mal. Pero es una esperanza muy lejana. A veces algunos políticos de apariencia insignificante han dado la sorpresa de resultar auténticos estadistas en el poder, pero nada indica que éste vaya a ser el caso. Zapatero ha obtenido el gobierno mediante las elecciones más sucias y marrulleras de la historia del la democracia española, rompiendo las exigencias del juego democrático o utilizando a su favor a quienes las rompían, y en alianza con fuerzas siniestras que le exigirán el pago. Su vana y contradictoria charlatanería refleja al hombre vacuo y vanidoso que quiere conducir el carro del sol, como en el mito de Faetonte, y que puede perfectamente llevarnos a todos al descalabro. No soy optimista. No puedo serlo.
Las aspiraciones de los aliados del PSOE son abiertamente desestabilizadoras, suponen la legitimación del terrorismo (contra España todo vale, es el lema implícito en todos ellos) y por tanto el socavamiento más brutal de la legalidad democrática. Su propensión a la violencia y a imponer la ley de la calle han quedado sobradamente demostradas a lo largo del año pasado y en estos mismos comicios. Zapatero, si además de un iluso no es un loco como ellos, percibirá pronto en qué compañía ha alcanzado el poder. Su única salida, si no quiere llevar al país al desastre, será aliarse con el PP, que seguramente se comportará como una oposición cien veces más leal que la del propio Zapatero, desleal con algo más que con el gobierno, como cuando viajó a Marruecos a dar la razón al tirano. Pero veo en extremo difícil que esa colaboración se produzca. Es un hombre demasiado vano y falto de carácter para tal cosa. En un plano en principio menos dramático, recuerda el papel de otro Faetonte, Azaña, que también quiso frívolamente revolucionar España, llevar el carro del sol, sin tener la visión ni las cualidades precisas.
Cuando llegamos a estos extremos siempre volvemos la vista atrás y percibimos el cúmulo de frivolidades, oportunismos y sandeces que han salpicado la historia reciente de unos y otros, los proverbiales polvos que han llevado a estos lodos. No diré que me avergüenzo de ser español, como decían de ser franceses muchos del país vecino cuando Le Pen quedó segundo en las elecciones. Tampoco desespero de una reacción del buen sentido y la energía necesarios para salvar a la democracia española, aunque por el momento no asomen los indicios por ninguna parte. Me consuelo pensando que la situación es grave, pero no crítica, y que entre muchos, al no ser posible entre todos, lograremos superarla. Así sea.Número 19-20
Ideas en Libertad Digital
- Con el Gobierno y contra el terrorismoEDITORIAL
- Entre la vergüenza, la indignación y el asombroAlberto Recarte
- Partido Socialista del Odio EspañolFederico Jiménez Losantos
- No soy optimistaPío Moa
- La calle GénovaJuan Gillard López
- Desde la trincheraJosé María Marco
- Los niños de la pazCristina Losada
- ¿Qué van a hacer ahora?Daniel Rodríguez Herrera
- La capitulación de EspañaAlberto Acereda
- Zapatero es CarodLucrecio
- El sueño de la pazGEES (Grupo de Estudios Estratégicos)
Varia
- Política exterior ¿de España?Alberto Recarte
- La crisis del Real MadridFederico Jiménez Losantos
- La libertad económica y sus enemigos: Falacias y paradojasCarlos Alberto Montaner
- Frederic Bastiat, vida y obra de un economistaFrancisco Cabrillo
- El pensamiento del exilio. La pensadora exiliadaAgapito Maestre
- Virtud cívica, coacción y subproductoFernando R. Genovés
- Por un verdadero César Vallejo: entre la poesía solidaria y la ceguera marxistaAlberto Acereda
- Frankenstein en Brasilia. Razón, ciencia y complejidad socialJuan Carlos Girauta
- Thomas Sowell y la teoría de las visionesDaniel Rodríguez Herrera
- El largo brazo de CastroCésar Leante
- Notas para una pequeña historia: de la LOGSE a la LOCE (1990-2002)Felipe-José de Vicente Algueró
Retrato: Ronald Reagan (1911-2004)
Reseñas
- España frente al IslamPío Moa
- Intrahistoria del PPJavier Guillamón
- Lo que piensa la derecha que piensaFederico Jiménez Losantos
- Teoría donde no la hayJosé García Domínguez
- La monarquía reivindicadaJuan Ramón Rallo
- Reencuentro con un economista brillanteJosé García Domínguez
- Días de infamiaGuillermo Dupuy López
- «Adiós, España»Pío Moa
Por qué la obra historiográfica de Pío Moa sobre la II República es una mala historiografía:
- Por su extremada parcialidad. Toda historiografía es parcial, pero la extremada parcialidad de Moa, junto a inmumerables problemas de método, genera un problema añadido a la tan dramática etapa historiada: la injusticia (inmoralidad).
- El dogmatismo.Tan biológicamente unido a extremismos, encaja, con calzador, los hechos descontextualizados, en las interpretaciones de las que se parte: "La destrucción de la democracia republicana fue causa de las izquierda..." ¿Solo de las izquierdas?.
Si la "lucha" contra el convencionalismo historiográfico de izquierdas (popular o académico) es una "lucha" noble y liberadora, que hace avanzar la Historia, caer en reinterpretaciones extremas y dogmáticas no ayuda en nada al trabajo historiográfico.?