El expolio de la República
Algo ocurre en la vida intelectual española cuando los historiadores que más libros venden están fuera del sistema académico. Existe un discurso académicamente correcto que apuntala a determinados partidos políticos y cuyos constructores lo defienden con uñas y dientes frente a los intrusos. Como prueba de lo dicho, basta el artículo ‘El revisionismo histórico español’ (El País, 8-7-2004), firmado por Javier Tusell, propio de un comisario político. En él califica de revisionistas (término que se emplea para definir a los historiadores y propagandistas que niegan los crímenes del nacionalsocialismo alemán) a Pío Moa, César Vidal y José María Marco. ¿Su culpa? Disentir del discurso dominante, que puede resumirse en los siguientes puntos: la II República vino por voluntad popular; este régimen era una democracia equiparable a la francesa o la británica; el 18 de julio del 36 fue un golpe de estado católico-fascista; España no entró en la Segunda Guerra Mundial no porque Franco no quisiera, sino porque a Hitler no le interesó; la oposición armada al franquismo, desde el maquis a Eta, la formaban luchadores por la libertad; la restauración monárquica era deseada por el pueblo español; etcétera. Todo aquél que refute estas consignas es atacado y silenciado.
En este ambiente de matonismo y prepotencia, Tusell llegó a reprochar a una editorial que hubiese publicado las memorias de Emmanuela de Dampierre, esposa del infante don Jaime y madre del duque de Cádiz, porque daba sus opiniones sobre la instauración de la Monarquía, que eran distintas de las que él tenía (Diario Montañés, 2-11-2003). El siguiente blanco de los insultos o de los silencios es este libro: El expolio de la República.
Su autor es Francisco Olaya Morales, un historiador nacido en 1923 que no pretende pasar por objetivo ni por neutral, lo cual se agradece. Olaya es de ideología anarquista y enemigo del régimen franquista desde que éste se estableció. Lo declara sin matices y desde el principio. A partir de ese momento, hablan los documentos, los números y los testimonios. Se trata de ahondar en una investigación sobre las finanzas de los Gobiernos del Frente Popular que ya trató en El oro de Negrín (Madrid, Nossa y Jara, 1998) y La gran estafa: Negrín, Prieto y el patrimonio español (Madrid, Nossa y Jara, 1996).
Una de las causas de la derrota del Frente Popular fue la desunión de sus componentes en comparación con la unidad de mando que establecieron los nacionales. Pero esta diferencia no se limitó a los campos político y militar, sino, además, al financiero. El Gobierno de Madrid (pronto trasladado a Valencia) disponía en el Banco de España de la cuarta reserva de oro del mundo y del capital, las propiedades particulares y las empresas asentados en las principales ciudades; los rebeldes no tenían más que su palabra, donativos y créditos personales y los escasos fondos públicos que había en las ciudades que desde el primer momento se pusieron de su lado para comprar lo que necesitasen en el extranjero. A partir de esa relación, la rentabilidad que los nacionales obtuvieron de su menguado patrimonio fue muchísimo mayor que la de sus enemigos.
Olaya afirma que entre los delegados del bando rojo “la corrupción y el desorden prosperaron y proliferaron, generalmente, porque encontraron el terreno apropiado a su fermentación en la irresponsabilidad gubernamental y en el asenso y la complicidad de las direcciones políticas” (pág. 200).
Para confirmar su conclusión el historiador aporta un caudal de datos. El Gobierno populista fundó diversas sociedades, como Campsa Gentibus y la Central de Exportación de Agrios, y comisiones cuyas funciones se superponían y cuyos empleados en ocasiones trabajaban más para su lucro que para el interés común. Las autoridades de Madrid y Valencia recibían informes del personal leal en el que denunciaban la corrupción y la incompetencia, pero nada se hizo para remediarlo.
Cientos de millones de pesetas, aparte del famoso oro de Moscú, se perdieron en compras inútiles y en sobornos. Incluso Gobiernos socialistas como el checoslovaco trataron de deshacerse de material militar sobrante mediante su venta a los agentes del Frente Popular.
Olaya señala como principales responsables de este derroche a los miembros del PSOE Juan Negrín, que antes de ser presidente del Gobierno fue ministro de Hacienda, e Indalecio Prieto. También atribuye los mismos modos a la Generalidad catalana, dirigida por Esquerra Republicana. ¡Qué pena que esta investigación no abarque las comisiones de compras del PNV y del Gobierno vasco!
¿La causa? El deseo de enriquecimiento de estos hombres de confianza. Olaya repite a lo largo del libro que en una fecha tan temprana como 1937, mientras se sucedían las pérdidas de Bilbao, Santander y Gijón, los mismos políticos que exigían a los españoles resistir hasta la última bala se preparaban un exilio liviano con el inmenso patrimonio robado tanto al Estado como a los ciudadanos. Cabe preguntarse si los generales Franco y Mola, el cardenal Gomá y los jefes de la Comunión Tradicionalista (los dirigentes de la Falange habían sido casi todos asesinados en los primeros meses de la guerra) sacaban también dinero y joyas para el caso de perder la guerra. Dos morales opuestas.
Entre los defectos del libro señalo que Olaya insiste en la creencia del abandono por las democracias del Gobierno frentepopulista. Para comprender las verdaderas razones de este comportamiento es recomendable, por la sencillez de su adquisición, la lectura de El sistema financiero de la República durante la guerra civil, de José Ángel Sánchez-Asiaín (Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CCI, cuaderno I). En este ensayo se explican cosas como que varios de los consejeros del Banco de España que permanecieron en la zona republicana no acudían a los consejos por terror a ser paseados. Naturalmente, esta situación y otras similares las conocían los círculos financieros europeos y norteamericanos, que no querían contribuir a la implantación de una dictadura soviética.
El volumen, muy bien editado, se cierra con casi ochenta páginas de variados documentos: informes, relaciones de barcos hundidos y de exportaciones, contratos de entrega de armas, etcétera. Sólo se echa en falta un índice onomástico.
Francisco Olaya Morales , El expolio de la República. De Negrín al Partido Socialista, con escala en Moscú: el robo del oro español y los bienes particulares , Belacqua, Barcelona, 2004.Número 21-22
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