Los Estados Desunidos de Europa
Los redactores del proyecto de Constitución europea, empezando por su presidente, Giscard d´Estaing, hubieran debido inspirarse en la Constitución de los Estados Unidos de 1791: siete artículos y veintiséis enmiendas –la última fue ratificada el 1 de julio de 1971, y versa sobre la imposibilidad de impedir a los ciudadanos de 18 años o más ejercer el derecho al voto por razones de edad–. La verdad es que me veo en la incapacidad de afirmar si se ha añadido alguna enmienda desde 1992*, fecha de la decimoséptima edición, traducida al español con motivo de la Expo 92 de Sevilla. Fue allí donde me encontré, tirado al suelo, y del suelo lo recogí y guardé, el liviano cuadernillo con el texto de la Constitución y la Declaración de Independencia**. De todas formas un texto breve, enjuto, pero que contiene lo esencial de las reglas de la democracia norteamericana, y de los principios de libertad, propiedad y soberanía, porque las enmiendas adaptan el texto inicial a los nuevos tiempos, sin irse por las ramas.
Todo lo contrario, por lo tanto, de este ilegible mamotreto que se define como Constitución, pero que junto a las normas institucionales pretende ser un catecismo (¿laico?) y un manifiesto, si no comunista, al menos social-burócrata. No podía ser de otra manera, ya que la larga marcha de su redacción consistió esencialmente en añadir un compromiso tras otro. Y, después de que los "convencionales" hubieran parido su proyecto, el Consejo de Ministros de la UE aportó sus adendas y correcciones, complicando aún más las cosas. A vuelapluma recordaré las instituciones previstas: el Parlamento europeo; el Presidente del Consejo, elegido por éste para dos años y medio, renovable una vez; el Consejo de Ministros, la Comisión europea, el Presidente de la Comisión, el Ministro de Relaciones exteriores, los Tribunales y el Banco Central europeos. A lo que hay que añadir, no faltaba más, los jefes de Estado, Gobiernos, Parlamentos, Tribunales, etcétera, nacionales, que no van a desaparecer. Sí, sobre el papel se puede intentar definir quién se ocupará de la carne, quién del pescado, quién de los postres y quién de los vinos; en la realidad, si es, será un aquelarre.
Fácil es imaginar los conflictos entre el presidente del Consejo y el presidente de la Comisión, entre el Parlamento europeo y la Comisión, y los Parlamentos nacionales, y todo por igual. Y no habiendo, está visto, una política exterior común, ¿qué pintará el ministro de Relaciones Exteriores, en nombre de quién hablará? Nada, seguirá siendo un fantasma que recorre el mundo, como Javier Solana, pero que no asusta, ni convence, a nadie, como Javier Solana.
De todas formas, la inoperancia y las extravagancias, que son infinitas, de esta Constitución son lo de menos, porque hasta sus más firmes defensores confiesan que no es buena, que habrá que modificarla, pero al mismo tiempo consideran que es un "gigantesco", o "positivo", o "necesario", paso adelante. Pero, ¿hacia dónde? Y es así como el debate sobre Europa se convierte en merienda de negros. Si la mayoría de los ciudadanos de a pie manifiestan sobre todo recelo y mal humor ante este proyecto constitucional y esta construcción/destrucción de Europa, como puede constatarse con las masivas abstenciones en todas las elecciones europeas, los Gobiernos y partidos se enfrentan abiertamente y las nociones tradicionales y conformistas de derecha e izquierda saltan hechas añicos.
Efectivamente, todos los partidos están divididos: hay partidarios del "sí" a la Constitución y del "sí" a la adhesión de Turquía (punto álgido de la discusión), partidarios del "no" a la Constitución y del "no" a Turquía, partidarios del "sí" a Turquía y del "no" a la Constitución, partidarios del "sí" a la Constitución y del "no" a Turquía, y es posible que algo se me olvide en este absurdo bingo. Lo que en realidad se enfrenta, aunque de manera confusa, son concepciones diferentes y hasta opuestas del destino de Europa y del mundo, o de Europa en el mundo. Como los matices y contradicciones son muchos, me limitaré a indicar las corrientes que me parecen más importantes. La primera, la más evidente y la más reaccionaria, y por lo tanto defendida por amplios sectores de izquierda, es la de los partidarios de la creación, como sea, pero lo antes posible, de una Europa-potencia opuesta a los USA y aliada al mundo arabomusulmán, contra más radical, mejor.
Pero esta corriente también se divide entre los que consideran que la Constitución constituye un paso hacia la "superpotencia" europea y los que piensan que es un obstáculo, como un sector minoritario pero importante del Partido Socialista francés, la extrema izquierda europea, etcétera. Tampoco están todos de acuerdo sobre la adhesión de Turquía. Asimismo los hay, como varios partidos democristianos, partidarios de una Europa-potencia (empleando su jerga) no necesariamente enemiga de los USA, y con serias reservas hacia el mundo arabomusulmán y la entrada de Turquía en la UE. Y, al fin, los insultados como "atlantistas", o sea los partidarios de una Europa aliada de los USA y de los países democráticos en general, una Europa abierta al mundo, capaz de defenderse, muy concretamente contra el terrorismo islámico, pero sin ambiciones imperiales.
Encabeza esta corriente el Reino Unido, las ex Democracias Populares, recién liberadas del totalitarismo comunista; estuvo España, cuando gobernaba Aznar, y otros países. Pero aquí también encontramos discrepancias, porque si el Reino Unido es partidario de la entrada de Turquía, otros países, asimismo "atlantistas", son adversarios declarados de dicha adhesión. Señalaré de paso que si Inglaterra (o al menos su Gobierno) es partidaria de la entrada de Turquía y de la Constitución, ha logrado imponer en las negociaciones su "excepción política". Aprueba la Constitución a condición de que varios de sus capítulos no la conciernan. No está en la Zona Euro, no acepta una política fiscal o social común, etcétera. Siendo el único país europeo con ejército de verdad, participa en los intentos de creación de una defensa europea, pero ha logrado el mantenimiento de la OTAN en dicha defensa futura, lo cual enfurece a los europeístas antiyanquis.
Habiendo manifestado en varias ocasiones mi apoyo (simbólico) al "Trío de las Azores" (Bush, Blair, Aznar), y mi admiración por la actitud valiente del Gobierno de Tony Blair en el conflicto iraquí y en muchas otras ocasiones, lo que acabo de escribir no son críticas; constato, sencillamente, la curiosa actitud del Reino Unido en relación con Europa, su manera original de estar fuera y dentro a la vez. Lo cual desde un punto de vista nacional puede justificarse, creo yo, pero a todas luces no es muy europeo, al menos para los partidarios de una Europa-potencia. Lo que en cambio sí critico abiertamente es su postura en relación con Turquía, por motivos obvios: Turquía no es un país democrático, o Turquía ha dejado de ser un país laico, como muchos pretenden; al revés, se está islamizando a marchas forzadas desde que el partido musulmán de Erdogán llegó al poder. Muy de paso, aunque el tema sea importante, porque se trata de saber qué se entiende por democracia, no en las perogrulladas constitucionales, sino en la realidad, diré un par de cositas sobre Turquía: la invasión militar y ocupación ilegal de una parte de Chipre, país miembro de la UE pero no reconocido por Arkara, se ha discutido en las últimas negociaciones, sin que Turquía haya concedido nada, por ahora; en cambio, sobre la sociedad musulmana turca se oculta al máximo la realidad. ¿Quién sabe, por ejemplo, que la mera alusión pública al genocidio armenio de 1915 está castigada con diez años de cárcel? ¿Quién sabe que en ese país supuestamente laico es el Ministerio de Educación Nacional el que impone y controla el estudio del Corán en todas las escuelas? ¿Que el Islam se está convirtiendo en religión de Estado, de nuevo, y que ya es la religión oficial dominante, que arrincona y oprime a las minorías religiosas, como lo denuncian los obispos franceses, por ejemplo?
Y así, por oportunismo, el Gobierno turco suspendió la ley que condenaba a la cárcel a las mujeres supuestamente adulteras. ¿Cómo se puede aceptar como "europea" la situación de las mujeres sometidas a la dura ley islámica, en un país en el que el dichoso velo, símbolo de la humillación, se les impone por doquier? Aparte del estudio obligatorio del Corán, ¿qué se sabe del contenido de la enseñanza en Turquía, de la libertad de expresión, de la libertad sindical y política, de los derechos humanos? Sólo que no son democráticos. Los propagandistas de su adhesión nos dicen que los progresos son inmensos, que se ha suprimido la pena de muerte (en efecto, y muy bien) y que la tortura ya no es sistemática (¿qué querrá decir eso, que se ha convertido en islámica?). Hasta los más frenéticos adversarios de los USA y del Occidente capitalista en general nos ponen como argumento a favor de la adhesión de Turquía que es un país prooccidental y amigo de Israel. Una contradicción más, ¿qué importa al mundo?
Es cierto que Turquía es miembro de la OTAN, lo cual, en el contexto de la Guerra Fría, se puede entender. Pero Turquía ha cambiado, como lo demostró su negativa a que las tropas norteamericanas se instalaran, o cruzaran su territorio, durante el segundo acto de la guerra contra Irak. Y es cierto que sus relaciones con Israel eran, digamos, correctas, pero se están enfriando muchísimo y se enfriarán aún más, a menos que la muerte de Arafat y los cambios en la cumbre de la Autoridad palestina permitan un apaciguamiento en la región y nuevas negociaciones de paz. Pero hubo tantas desilusiones...
En resumidas cuentas, si el régimen turco no es talibán, tampoco lo es el iraní, pongamos, y nadie propone entablar negociaciones de adhesión con Irán, porque Irán no está en Europa y es un país musulmán. Pues a Turquía le ocurre lo mismo. De todas formas, todo esto es pura filfa; en realidad, los partidarios de la adhesión de Turquía a la UE quieren que este país se convierta en instrumento de su política en el mundo arabo- musulmán (sin que tengan nada claro cuál sería su política), mientras que los turcos quieren plantar la bandera de Alá en el corazón mismo de Europa. La revancha del Imperio otomano.
Y sin embargo, la UE no me gusta. No voy a redactar mi propia "Constitución", ni realizar el análisis histórico de las fundamentales aportaciones de Europa a la civilización mundial, a las ciencias y a las artes, a la concepción humanista de la sociedad, al libre albedrío de los individuos y al fantástico desarrollo económico capitalista; ni de sus monstruosos periodos negros, sus guerras de religión, sus inquisiciones, sus criminales totalitarismos nazi y comunista del siglo pasado –y el segundo peor que el primero, porque duró mucho más tiempo y se extendió por muchos más países, llegando a ser un Imperio mundial, antes de hundirse; pero aún perdura en muchas mentes y en muchas decisiones de la socialburocracia europea el poso de la ideología marxistaleninista, desde luego, bastante descafeinado–. Quiero hablar de la UE, y comenzaré señalando lo grotescas que me resultaron las discusiones en torno a la herencia e influencia cristianas en Europa, que por lo visto asustaron, hasta el punto de que esa referencia se ha marginado y sólo queda, en el preámbulo constitucional, una frasecita sobre las "herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa", en donde tendrían cabida el Islam y el marxismo-leninismo, pongamos, tan vago se queda todo.
Se nos dice que las fuentes de la ideología europea son la Grecia clásica, el Imperio romano y la tradición judeocristiana. Bueno, pero la Historia observada con lentes de hoy nos muestra que las mujeres y los esclavos estaban excluidos de la República de Platón, que el Imperio romano fue, indudablemente, un periodo histórico importante, pero ensangrentado con guerras de conquista y rapiña, y con la esclavitud como norma. En cambio, el cristianismo planteó la dignidad de la persona humana y la igualdad de todos los individuos, y condenó la esclavitud, por ejemplo. Me refiero a los principios fundadores, que ateos como yo pueden reconocer y respetar y que nuestras democracias modernas han integrado. Harina de otro costal es la historia de los cristianos y sus "pecados", y la historia de sus Iglesias.
A primera vista, la acusación formulada por la izquierda, la extrema izquierda y bastantes sectores de la derecha (o sea, mucha gente), según la cual la UE es "neoliberal" y los proyectos constitucionales no corrigen ese crimen, sino que lo agravan, es mucho más grave que una simple imbecilidad de tomo y lomo, incluso teniendo en cuenta las discrepancias entre los que afirman que la Constitución, aunque insuficientemente, da pasos hacia la Europa social y los que lo niegan. Para concretar, diré que nadie se atreve a denunciar el timo de la "Europa social", espantapájaros inventado por algunos pero que otros aprueban, o fingen aprobar, porque tienen pánico a ser tildados de derechistas. La "Europa social" constituye el string que no oculta nada de la ambición de crear una Europa socialista, de un socialismo a la soviética, una nueva URSS, sin Gulag, al principio, al menos. De todas formas, reivindicar abiertamente el Gulag no es un buen argumento de venta. Ni Lenin ni Stalin lo hicieron; intentaron ocultar al máximo su existencia.
No me gusta cómo funciona la Comisión europea, organismo no elegido pero donde funcionarios grises, desde sus grises despachos, dan órdenes y contraórdenes sobre la pesca, la agricultura, las fusiones de empresas, lo que sea, de forma totalmente burocrática y muchas veces estrafalaria. No me gusta nada, lo que se dice nada, que la UE esté subvencionando desde hace años a los terroristas palestinos y dando lecciones de moral a Israel. No me gustó nada cuando los nacionalcomunistas serbios quisieron mantener Yugoslavia a sangre y fuego, en Bosnia, en Kosovo, etcétera, y los europeos fueron incapaces de detener las matanzas y pidieron socorro a los USA, y cuando éstos intervinieron, cambiando para mejor las cosas, muchos europeos les insultaron, tratándoles de agresores imperialistas. No me gustó nada el intento de expulsar a Austria de la UE, y de condenar como nazi a Haider porque su partido había obtenido efímeros y parciales éxitos en elecciones perfectamente limpias. El procedimiento de montar una embustera leyenda negra, de nazi antisemita, contra un político que no gustó será lo que ustedes digan, salvo democrático. Me parecería legítimo considerar a Haider como un adversario político que hay que vencer en la urnas, y no con dictatoriales diktats. Hay que reconocer que Austria, y sus más calificados representantes de la comunidad judía, junto con bastantes Gobiernos europeos, supieron resistir las embestidas bonapartistas de Chirac, la socialburocracia y demás ralea.
Para no alargar la lista terminaré con la peor de las vergüenzas, la actitud de Europa durante la crisis iraquí, traicionando cínicamente la indispensable solidaridad internacional de las democracias. No se me olvida que no traicionó toda la UE: Reino Unido, España –entonces–, los países de Europa del Este, ex comunistas, otros, en realidad la mayoría no eligieron a Sadam Hussein contra Bush, al revés; pero la voz cantante la llevó en esta ocasión Francia, apoyada por Alemania y, las cosas como son, por la calle. Hasta el punto de que en España, que tenía entonces una política justa, hubo líderes del PP que se rajaron lamentablemente, y algunos hubieran merecido el cese inmediato. Triste es constatar que los Gobiernos y partidos políticos favorables a la solidaridad democrática contra las tiranías y el terrorismo no supieron defender suficientemente sus criterios, presentarse como seria alternativa política a los "muniqueses", y fue así que Tony Blair y, en menor medida y con menos don de gentes, José María Aznar parecieron muy aislados.
Lo dicho resume mi oposición al funcionamiento burocrático y "social" de la UE, tan profundamente antiliberal. Y los proyectos constitucionales, si se cumplen, sólo van a agravar las cosas. Lo único que –pese a todo, con altibajos, reglamentos absurdos, poca flexibilidad, etcétera– ha dado resultados positivos es la creación de esta zona de librecambio, o "mercado común". Se podría, pues, conservar y sobre todo mejorar; todo el resto, a la basura.
Si la idea de Europa tiene algún sentido sería una concepción universalista de la democracia, y del progreso social y económico, o sea capitalista, lo cual se opone radicalmente a los proyectos de crear una fortaleza opuesta al mundo, y en particular a los USA, pero con un par de puertas traseras de par en par abiertas al islamismo. Como ya he escrito en varias ocasiones, me parece indispensable una alianza internacional de las democracias: como ayer contra el nazismo y el imperialismo japonés y luego contra las potencias comunistas; hoy, contra las tiranías y contra el terrorismo islámico, el enemigo que nos ha declarado una guerra sin cuartel. No sé, tampoco es lo esencial, qué forma jurídico-política podría tener esa alianza internacional; desde luego, no es la ONU, ni la UE. Europa podría desempeñar un papel fundamental en esa alianza, junto con los USA, desde luego, pero también Canadá, Australia, Japón, India y demás países en donde existe democracia representativa. Desde un punto de vista ético y político, Europa tendría mucho más interés en aliarse con estos países democráticos que con Turquía, Siria o Irán, pongamos.
Lo mismo ocurre en el terreno económico, porque, sin entrar en detalles, resulta evidente que con la bienvenida globalización Europa, económicamente aislada, o insuficientemente abierta, se pudriría en su rincón, como fruta pasada de madura. En todos los terrenos (¡y ni siquiera he citado el cultural!), la Europa planeada por nuestros burócratas se queda corta ante los desafíos del mundo, y si no reacciona se hunde, como se hundió el Imperio romano, la URSS y la Torre de Babel...
Conclusión: No a la Constitución.
* Nota del editor. Precisamente de 1992 data la última enmienda: "Ninguna Ley que altere las remuneraciones por los servicios prestados por Senadores y Representantes tendrá efecto hasta que las siguientes elecciones para Representantes se hayan llevado a cabo". Puede consultarse una versión en español de la Constitución de EEUU.
** Nota del editor. Puede consultarse una versión en español de la Declaración de Independencia.
Número 21-22
Constitución Europea: Argumentos para el “No”
- No, No, No, No y NoFederico Jiménez Losantos
- Votar ‘no’ a la Constitución EuropeaAlberto Recarte
- Los Estados Desunidos de EuropaCarlos Semprún Maura
- El recurso de ‘Gran Hermano’Alberto Míguez
- Un europeísta y rotundo ‘no’Guillermo Dupuy López
- Razones para votar ‘no’ a la Constitución europeaMiguel Ángel Quintanilla Navarro
- ¿Constitución o plebiscito?GEES (Grupo de Estudios Estratégicos)
- Catas críticas al Tratado ConstitucionalRed Liberal
- Diferencias constitucionales: EEUU y UEPatrick Basham y Marian L. Tupy
- No a Europa. Diatriba filosófico-político popularFelipe Giménez Pérez
- Raíz cristiana, árbol de libertadJose María Álvarez Cuartas
Varia
- La formación de precios en el mercado inmobiliario españolAlberto Recarte
- Retórica antiliberal: dos casosCarlos Rodríguez Braun
- Abundancia sin límitesJosé Carlos Rodríguez
- La soledad del antiguo izquierdistaCristina Losada
- El liberalismo contra el derecho al aborto: una argumentación liberal pro-vidaAlbert Esplugas Boter
- Filosofía política y teoría monetaria en el siglo XVII: El principio de soberanía y la teoría de la inflación del Padre MarianaRogelio Fernández Delgado
- Dos nociones históricas de la libertadFrancisco Carpintero Benítez
Ideas en Libertad Digital
- Un nuevo comienzoAlberto Recarte
- Un Gobierno de Extrema IzquierdaFederico Jiménez Losantos
- Se ha ganado la mitad de la batallaMilton Friedman
- Mitos de fango: Che Guevara y PasionariaPío Moa
- Cuba: lecciones de una excarcelación anunciadaCarlos Alberto Montaner
- Todos son ‘presos’ en CubaCarlos Vidal Prado
- Gravedad de lo realLucrecio
- El fraude del sigloCarlos Ball
- Privilegiada ONUCarlos Rodríguez Braun
- Preguntas para una alianzaSerafín Fanjul
- Las vedettesCristina Losada
- Lo peor de un Gobierno inaceptableJuan Carlos Girauta
- Cómo abortar la civilizaciónJosé García Domínguez
- Analfabetismo digitalDaniel Rodríguez Herrera
- El terrorista que no quiso ser políticoAntonio José Chinchetru
Retrato: José María Aznar
Reseñas
- Ochenta horas con Federico Jiménez LosantosJavier Somalo
- Un Semprún prodigiosoCristina Losada
- El expolio de la RepúblicaPedro Fernández Barbadillo
- Occidente contra OccidenteGorka Echevarría
- La negación moderna de la naturaleza humanaAntonio Gimeno Bautista
- Adiós a ClausewitzAntonio Nogueira Centenera