Jiménez y Ramírez
Triste papel el de un medio de comunicación de tanta solera, empeñado en hacer de mamporrero de la estrategia gubernamental (Luis del Pino, "Objetivo Alcaraz", Libertad Digital, 10-V-2006).
¡Por fin sabemos cuál era el suicida del 11-M que anunció la Ser a bombo y platillo! Con dos años y medio de retraso, el ABC ha decidido inmolarse en defensa de la versión oficial (Luis del Pino, "Sacrificio", Libertad Digital, 15-IX-2006).
A tenor de la insistencia vitriólica y difamatoria con la que, desde la cadena episcopal, Cope, tanto Federico Jiménez como el director de El Mundo, Pedro José Ramírez, se ocupan de los editoriales e informaciones de ABC, como ayer se pudo comprobar, habrá que deducir que atribuyen a nuestro periódico –como no podía ser de otra manera– una extraordinaria importancia en términos de audiencia, difusión e influencia. O en otras palabras: saben –y de ahí la perseverancia en el ataque falsario– que este periódico es el auténtico referente de una serie de valores que ellos están lejos de encarnar por mucho que lo pretendan. Propalan ser lo que no son ni serán nunca –algo así como el guión mediático de la derecha–, haciendo bueno el refrán español según el cual "dime de qué presumes y te diré de lo que careces".
Jiménez y Ramírez, al alimón, han planteado una doble operación de marchamo comercial y político –en ningún caso editorial– que consiste en construir sobre testimonios de delincuentes –pagados o no– y fabulaciones contradictorias con las investigaciones policiales una tesis conspirativa en torno a los atentados terroristas del 11-M. Con esta teoría inverosímil y que la investigación policial y judicial desmiente de manera rotunda, ambos –Jiménez y Ramírez– tratan de capturar la voluntad colectiva del Partido Popular, procurando así restringir su margen de maniobra opositora al Gobierno de Rodríguez Zapatero, al mismo tiempo que, desde un acendrado sensacionalismo, han creado un nuevo sector que en España no existía: el de los periódicos y radios de tonalidad amarilla. Nada podía convenir más a los intereses del socialismo zapaterista, que, como bien es sabido, camufla sus errores y sectarismos en el "ruido" que propician estos falsos divos de la vida pública española.
Sin embargo, toda esta estrategia les falla por un flanco esencial: ABC no se suma –ni se sumará– al debilitamiento de las instituciones del Estado democrático, ni perjudicará la causa del centro derecha –del Partido Popular– restringiendo su autonomía en el ejercicio de la oposición al Ejecutivo. ABC no sólo no descalificará al jefe de la oposición con insultos tales como "maricomplejines", ni acusará al alcalde popular –o de cualquier otro partido– de Madrid de erigir su trayectoria política sobre los 191 cadáveres del 11-M; tampoco motejará de "criptonacionalista" al dirigente del PP en Cataluña; ni atacará a Su Majestad el Rey ni a los Príncipes de Asturias; tampoco regalará su portada a presuntos delincuentes que atribuyen a las Fuerzas de Seguridad del Estado la comisión de "un golpe de Estado".
ABC –como lo ha venido haciendo desde su fundación– reclamará la verdad y la buscará; discrepará y lo hará salvando la dignidad de las personas; se opondrá a muchas de las decisiones del Gobierno socialista, pero sin negarle la legitimidad del ejercicio de sus funciones; mantendrá –como siempre– la defensa de la Nación española y el apoyo sin fisuras a la monarquía parlamentaria; fomentará los valores cristianos en la sociedad y apostará de forma constante y sin sectarismo por la excelencia de la cultura allá donde se encuentre. Por lo tanto, ABC nunca estará con prácticas periodísticas como las de Jiménez y Ramírez por más que desde los micrófonos de uno –cuya propiedad es episcopal– y desde las páginas del otro se urdan estrategias de amedrentamiento que, si efectivas con no pocos políticos, algunos empresarios y, lamentablemente, abundantes colegas en la profesión periodística, en ABC ni han hecho, ni hacen ni harán mella.
Este periódico, editado por Vocento, es depositario de una larga tradición de decencia de la que no vamos a abdicar. Comprendemos que esta firme disposición de autonomía editorial, defensa del Estado y de sus instituciones y promoción de los legítimos intereses del centro y la derecha democrática española irriten a medios y personas para los que ABC se ha convertido en una auténtica obsesión. Lo seguirá siendo porque, apreciando y mucho la leal competencia y el bien entendido compañerismo, cuando una y otra se desprecian, lo que procede es poner pies en pared ante unas prácticas que desfiguran hasta la caricatura el recto ejercicio del periodismo.
Tan grave impostura –que incluye por Jiménez y Ramírez la difamación a este periódico– compromete a ABC a situarse de forma explícita y denunciatoria en el terreno de la defensa del Estado democrático, de los auténticos intereses de la Nación, de la autonomía absoluta del Partido Popular en el respeto a todos sus líderes leales con el proyecto político que esta organización encarna bajo la dirección de Mariano Rajoy y de nuestra independencia editorial e informativa. Así lo decimos –por si tenían alguna duda– y así lo hacemos y lo haremos. Y que cada cual, editores incluidos, asuma sus propias responsabilidades, tanto por lo que dice como por lo que calla y, sobre todo, por lo que manipula.
(Editorial publicado en el diario ABC el 15 de septiembre de 2006)
Naturalmente el ABC puede sostener la línea editorial que desee, pero, dada la ideología de sus lectores, coincidir con los postulados del grupo PRISA no parece lo más aconsejable.
ABC no se distinguió en su beligerancia contra los GAL, ni mucho menos. El Coronel Galindo se paseaba por aquellas portadas de foto única en blanco y negro investido con los atributos del héroe, pero en ese caso había un tácito acuerdo con los lectores que, en el fondo no desaprobaban la guerra sucia contra ETA. ABC se limitó a no hacerse eco de las investigaciones que se desarrollaban, a contra corriente en otros medios.
Sin embargo, con el 11-M, la situación es distinta, ya que se descalifica a priori las razonadas dudas que genera la "verdad oficial", asumiendo de forma acrítica las conclusiones a las que ha llegado el sumario antes del juicio y llegando incluso a falsear la información cuando, llegado el caso, no cuadra con sus deseos.
Y yo me pregunto ¿Cuánto podrá aguantar VOCENTO la constatada pérdida de lectores a que le lleva esta postura? Solo hallo una respuesta; VOCENTO adquirió ABC para hacerlo desaparecer y el problema es saber a cambio de qué, porque el dinero es muy sabio y nadie hunde su propio barco sin haberse garantizado una contrapartida.
Buena suerte para los trabajadores de ABC, porque la van a necesitar.?
huevones?