El regreso del idiota
Vuelven Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, Los Tres Caballeros, a la carga, once años después del lacerante Manual del perfecto idiota latinoamericano, primera entrega sobre un tema que dominan de sobra, sea como actores, como espectadores o, a menudo, como víctimas. Y regresan con una trama rayana en lo novelesco, desagüe de la pantagruélica capacidad reproductiva de los idiotas y sus pruritos, que internet y los cibercafés han exacerbado desde 1996.
Los dogmas que el idiota profesaba antaño siguen vigentes, aunque los acontecimientos registrados esta última década hayan maquillado el viejo credo y parido nuevos mitos. Adentrémonos con el Trío por los igarapés de la idiotez.
Para el idiota, la caída del Muro de Berlín debía tener reverso. Pero no lo tuvo, al punto de que la mayoría de los países sovietizados está hoy incorporada a la Unión Europea. Como el desmantelado comunismo estaba allende toda defensa, el idiota global −que existe− orientó su nueva artillería contra la globalización, el neoliberalismo y el libre mercado. Y en Iberoamérica surgió el socialismo del siglo XXI,inexplicada −e inexplicable− respuesta al fracasado en el XX, de manos del apóstol Hugo Chávez, dizque sucesor de Fidel Castro. Con el pasar del tiempo, el histriónico paracaidista se enredó con el indigenismo, al que también se han apuntado Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador) y AMLO, Andrés Manuel López Obrador (México).
Los sucesos terroristas en Nueva York, Madrid y Londres vinieron a contribuir a la ceba de los tragaldabas de idioteces. Si bien hay razones muy legítimas para oponerse a las guerras que siguieron al 11-S, la respuesta más tonta es la de aliarse −unilateralmente− con los radicales islámicos, que, ante tantas muestras de amistad, sólo piensan que todos los no creyentes somos una manga de materialistas infames. Pero nada, algunos de la izquierda idiota les hacen el caldo gordo, con tonterías como la alianza de civilizaciones de Rodríguez Zapatero.
Mientras tanto, la globalización y el liberalismo económico −a expensas de la pérdida de empleos en Estados Unidos y la Unión Europea− han hecho verdaderos colosos de China, que hoy amasa las mayores reservas internacionales, y la India, cuya clase media es la más grande de la Tierra. Entre tanto, Chile, con Gobiernos socialistas y políticas liberales, está en el umbral del odiado y envidiado Primer Mundo...
Dos izquierdas
Desde 1996, Iberoamérica ha girado a la izquierda; ante lo cual el Trío retrueca: "Este viraje populista parece indicar que nuestros reincidentes lectores no están dispuestos a dejarnos ir". Pero en este nuevo ciclo populista se ha registrado un hecho novedoso, el deslinde de las izquierdas. Por un lado está la izquierda pura y dura, que los autores llaman carnívora yque Chávez, Morales y Correa abrazan lujuriosamente –y, pudorosamente, tal vez Kirchner–; tras ellos anda el invernal Castro, más tótem-yoga que motor-comisario.El quehacer de este combo, que es más que su pensar, lo tenemos delante: desprecio por el juego democrático, estatismo al máximo, compra de sectores permeables, ora con dinero, ora con promesas y arengas, etcétera. Por el otro está la izquierda pragmática y sin lascivia, la vegetariana,representada por Lula da Silva (Brasil), Michelle Bachelet y Ricardo Lagos (Chile), Tabaré Vázquez (Uruguay). Sus economías las manejan profesionales que conocen la inflación y las periódicas devaluaciones que causan los déficit fiscales desmedidos, el empleo atrófico que genera un Estado-patrón, etcétera. Pero no nos engañemos: ante las plateas allende sus fronteras, todos estos hacen carantoñas a los carnívoros. Hay un tercer grupo de líderes izquierdistas, los regenerados, con Alan García (Perú) y Daniel Ortega (Nicaragua), que parecen adscribirse a la corriente vegetariana. El tiempo lo dirá.
A través de buena parte del libro, y con una lógica acompañada de datos económicos y sociales, el Trío prolijamente desmenuza la vida y milagros de carnívoros y vegetarianos,un ejercicio muy adecuado para los ya conversosy muy convincente para los idiotas que no deseen quedarse en el armario. Siempre presente, el humor corrosivo se manifiesta hasta en los títulos de los capítulos; ahí van tres: "¿Indígenas o disfrazados?", "El peronismo estrábico", "Lo malo de AMLO".
El mejor discípulo
Doquiera que vaya, lo acompañan sus antológicas meteduras de pata: besos a Isabel II, abrazos a Akihito de Japón, elogios a Stalin en Rusia, a Mao en China, a Velasco Alvarado en Perú... Su pinta de marginal y su jerga chulesca le proporcionan un halo de populachera santidad entre sus devotos, máscara que oculta de dónde viene y adónde va. No en balde, según el Trío, el personaje que gobierna Venezuela, Hugo Chávez Frías, es el que mejor justifica el título del libro.
El fanfarrón se ha dedicado a proyectos e ideas monumentales que, dado su escaso talento gerencial, es de esperar no pasen de su trastienda: la respuesta bolivariana a la OTAN, la Organización del Tratado Atlántico Sur, proclamada hacia finales de 2005 pero que por el momento no ha echado siquiera a andar; el gasoducto de 8.000 kilómetros, a un costo de 20 millardos de dólares (o 25, o 30, qué más da), desde Caracas a Buenos Aires, que llevaría gas venezolano a Brasil, Paraguay, Argentina, Uruguay, Chile y Bolivia: como no hay estudio de factibilidad, obviamente no se sabe si es factible, ni cuál sería su costo real, o el impacto ecológico sobre una vasta área que comprende la Gran Sabana venezolana, la Amazonía brasileña o los Andes chileno-argentinos; o el cacareado Banco del Sur, capitalizado con recursos venezolanos y fondeado con depósitos brasileños, argentinos, uruguayos, etcétera, destinado a acabar con la dependencia de entidades serias como el Banco Mundial, el FMI, el Banco Interamericano de Desarrollo o la Corporación Andina de Fomento: aunque se supone que abrirá sus puertas a finales de este año, aún está todo por concretar.
Si todo esto quedara así, no sería sino parte del festival de bestialidades que periódicamente asuelan nuestro continente. Pero el payaso paracaidista ha comprado cien mil rifles de asalto, más helicópteros de transporte y ataque a Rusia, cazabombarderos al Brasil y radares tridimensionales a China, y ha decidido dar instrucción militar a dos millones de reservistas voluntarios, mientras que agentes castristas intervienen en la formación de las Unidades de Defensa Popular, un corta y pega de los CDR cubanos. El más aventajado discípulo de Fidel Castro −¿sucesor de alguna manera?− prepara el escenario de una expansión continental.
El talante de Rodríguez
En sus años de vida pública, el presidente del Gobierno español ha conseguido, precozmente, amasar una excelente colección de memeces. En 2003, durante el desfile militar del 12 de Octubre, en la misma tribuna del rey Juan Carlos y demás autoridades, este personaje permaneció sentado al paso de la bandera estadounidense, llevada por una tropa de marines, mientras los demás se levantaban para saludarla. El presidente Bush, que no olvidó tamaña majadería, jamás ha querido recibirlo en la Casa Blanca.
Durante las presidenciales norteamericanas de 2006, Rodríguez públicamente apoyó la candidatura de Kerry. Kerry perdió. Poco después, en Alemania, secundó la plataforma de Schroeder. Schroeder perdió. Y, en mayo de 2007, participó en la campaña de la francesa Royal. Y Royal perdió. Más que talante −su jactanciosa nueva forma amable de resolver conflictos, contrapuesta a las cerrilidades de su antecesor Aznar−, este buen señor tiene jettatura: flor que toca, la deshoja.
Menos ocurrente ha sido su conflictivo viraje en la política española hacia Cuba, que centra todo contacto en el régimen y pasa por alto a la disidencia. O su talante en el manejo del terrorismo de ETA, o su hábito de salir de la luz pública cada vez que irrumpe un apuro político. Su velado maquiavelismo raya en la idiotez.
Cinco modélicos idiotas
Son cuatro intelectuales europeos y uno estadounidense. Cabe preguntarse por qué los autores no han incluido a ningún iberoamericano −basta hojear las páginas de El Tiempo o de Semana, ambas cabeceras de Bogotá, para seleccionar al menos un idiota de talla−. Entre esos cinco se cuenta Noam Chomsky, que hasta circa 1975 era un brillante profesor de lingüística cuyos libros eran lectura obligada para quienes estudiaban English 101 en cualquier universidad estadounidense. Después tomó otro derrotero: criticar todo lo que fuera norteamericano, la política israelí de Washington, los desmanes de Israel; ensalzar la Intifada, negar la dimensión del Holocausto... Como judío estadounidense, sus invectivas han enardecido a los idiotas iberoamericanos; en casa, nadie le da la hora del día.
Ignacio Ramonet es otro de los cinco. Nacido en Galicia y criado en Tánger y París, Ramonet dirige Le Monde Diplomatique, un mensual parisino especializado en condenar a Estados Unidos, la globalización y todos los otros temas afines a la izquierda carnívora. En 2006 publicó un abultado libro-entrevista con Fidel Castro, tenido por su testamento o las memorias que nunca escribió.
Remedios para la idiotez
En el Manual, el Trío reseñó los diez libros que conmovieron a los idiotas. En esta segunda entrega, en cambio, ha optado por recomendar diez obras que pueden fungir de antivirus contra la idiotez. La lista incluye textos de los sospechosos habituales (Popper, Hayek, Mises, Becker, Friedman), todos ellos clásicos después de décadas, y otros no menos relevantes, debidos a Ayn Rand, Arthur Koestler, Douglass North, Robert Paul Thomas o el venezolano Carlos Rangel, cuyo Del buen salvaje al buen revolucionario enfocaba nítidamente la difusa visión de víctima que en Europa se tiene de Iberoamérica.
Tal vez hubiera sido recomendable añadir otra obra, una propina. Ella es, a la vez, una autobiografía, un documento histórico, una novela de aventurado suspense y una durísima crítica al Komintern, a los melifluos comunistas ingleses, a los bon vivants de la Nomenklatura, en el marco de los años que antecedieron a la Segunda Guerra Mundial: Out of the Night, o La noche quedó atrás, de Jan Valtin, seudónimo de Richard Krebs.
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En el prólogo, el escritor Mario Vargas Llosa ve, entre los sarcasmos, ocurrencias y retruécanos con que salpica el Trío la obra, un asomo de desmoralización. Es probable, y poco gratificante constatar que, si mucho ha cambiado, es para que todo permanezca igual. Il Gattopardo vuelve a llevar razón.
P. A. Mendoza, C. A. Montaner, Á. Vargas Llosa, El regreso del idiota, Plaza y Janés, Barcelona, 244 páginas.