"Por ahora": diez años de Chávez en el poder
Este artículo apareció por entregas en el suplemento "Exteriores" de Libertad Digital entre el 20 de octubre y el 24 de noviembre de 2008.
La V República: final de partida
El próximo 6 de diciembre se cumplen diez años de la primera elección de Hugo Chávez como presidente de la República de Venezuela. Dos semanas antes, el 23 de noviembre, se celebran en este país elecciones a alcaldías y gobernaciones. Unos comicios que, en el creciente clima de polarización política tras el fracaso de Chávez en el referéndum consultivo sobre la reforma de la Constitución del 2 de diciembre de 2007, han adquirido visos de informal referéndum bis sobre la gestión del mandatario venezolano.
No es mal momento, por tanto, para intentar un repaso del chavismo. A esta razón, digamos, cronológica se suma otra de mayor interés. Chávez ha conseguido dar de sí mismo una imagen tan poco ajustada a los cánones de proyección y representación de la imagen pública de los mandatarios políticos, que los medios de comunicación, siempre atentos a lo sensacional y extraordinario, han hecho de él una figura ejemplar de radicalidad histriónica. Con independencia de que sea éste un rasgo definitorio del talante del comandante venezolano, el efecto perverso que producen los potentes focos mediáticos exclusivamente dirigidos a su persona y actuaciones ha consistido en escamotear, en buena medida, la realidad del país que gobierna. Venezuela no es sólo lo que dicen o hacen su presidente y su Gobierno. Produce sonrojo escribir esta verdad de perogrullo, pero basta con fatigar las secciones internacionales de los más afamados medios para comprobar lo acertado del aserto.
Así, pronto hará diez años que los venezolanos votaron para elegir a un nuevo presidente de la República. Era la octava vez consecutiva que en Venezuela se celebraban comicios presidenciales democráticos y libres, en el marco de la Constitución de 1961. Todo un récord en América Latina. El candidato que resultó electo era un militar de carrera, con rango de teniente coronel, que apenas seis años antes había protagonizado una intentona de golpe de estado contra el Gobierno legítimo de Carlos Andrés Pérez.
Con la promesa de impulsar la adopción de un nuevo marco constitucional, el joven militar de 44 años obtuvo en aquel su estreno electoral una cómoda victoria (56,20 % del total de votos válidos). Menos de un año antes de su elección, Hugo Chávez Frías no figuraba entre los candidatos con mayores opciones de triunfo; los venezolanos, además, recordaban que había sido el rostro público de los golpistas que llevaron a cabo la primera de las dos asonadas militares de 1992. A diferencia del levantamiento del 27 de noviembre, obra de un movimiento en el que colaboraron militares y civiles, la asonada de Chávez, el 4 de febrero, movilizó exclusivamente a un grupo de militares que se definían como bolivarianos y exhibían en sus discursos un sesgo claramente populista. En aquella oportunidad, Chávez tuvo la inteligencia política de dirigirse a sus compatriotas, en lo que fue su primera intervención televisiva, para reconocer el fracaso de la intentona. Eso sí, matizó su "mensaje bolivariano" con la vaga promesa de volver a intentarlo algún día: es el famoso "por ahora", lanzado a sus compañeros de armas.
En diciembre de 1998, por tanto, una mayoría de venezolanos depositó su confianza, después de casi cuarenta años de ejercicio de la democracia, en un militar ex golpista, y a sabiendas de que lo era. Un militar que, por otra parte, en ningún momento ocultó que su intención era rubricar el acta de defunción del entonces vigente régimen constitucional. En este punto, Chávez demostró tener un notable olfato político: ahorcó momentáneamente (otro "por ahora") el uniforme militar y vistió un discurso monotemático, centrado en la denuncia de la corrupción institucional, que halló eco en casi todas las capas de la sociedad venezolana. Y, sobre todo, hizo protagonistas de su reivindicación de mayor justicia social a los "pobres", a los marginados de la bonanza petrolera de Venezuela. Que en 1998 representaban casi la mitad de la población del país, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) venezolano, y que, a pesar de la actual propaganda oficial, hay razones[1] para pensar que no han disminuido sustancialmente en número.
Sin duda, esto ya forma parte del legado político de Hugo Chávez. A la pregunta sobre qué considera irreversible de las muchas cosas que Chávez ha cambiado en Venezuela en estos últimos diez años, el político y periodista Teodoro Petkoff, director del diario Tal Cual, responde, tajante[2]: "Creo que una única e importante cosa: el haber puesto en el centro del debate nacional la cuestión de la pobreza. Todo el discurso político venezolano actual está permeado por esta nueva conciencia acerca de la centralidad absoluta de la desigualdad social. No ha sabido qué hacer para enfrentar eficientemente el drama, pero ha contribuido a despertar al país ante ese tema capital". Diagnóstico en el que coincide el escritor Alberto Barrera Tyszka: "Chávez (…) introdujo una nueva variable en la agenda nacional: priorizó la pobreza como problema colectivo. Puso la vida social en el centro del debate. Quizás ése sea, a la larga, su mayor mérito. Chávez politizó la miseria, cambió la dinámica del poder en el pensamiento social, desnudó la ilusión artificial de armonía en la que vivíamos los venezolanos… Pero el costo de ese proceso ha sido altísimo".
Primer elemento del triunfo de Chávez: haber sabido instrumentalizar políticamente el tema de la pobreza y la miseria en Venezuela. Un país que vivía –y sigue viviendo– fundamentalmente de su renta petrolera, pero que desde el primer choque energético de 1973 conoció espectaculares incrementos de la misma, sin que aquella riqueza se tradujera en una mejoría sustancial de las condiciones de vida para un alto porcentaje de la población venezolana. Para Chávez, y asimismo para muchos venezolanos, aquella anomalía aparente no podía deberse más que a una cosa: el secuestro y dilapidación de la riqueza nacional por unas élites políticas y económicas tan inescrupulosas como corruptas, a la cabeza de las cuales figuraban los dos partidos que se habían alternado en el poder desde 1961, Acción Democrática y Copei.
Visto así, el primer triunfo electoral de Chávez es fruto del descontento de amplios sectores de la población venezolana, más que de una popularidad política de la que este personaje, sólo conocido a la sazón como militar golpista, originalmente carecía por completo. Dicho de otro modo: los venezolanos se embarcaron en una aventura de cambio de régimen de incierto rumbo e imprevistas consecuencias por voluntad de manifestar su rechazo a un régimen democrático viejo de cuatro décadas pero notoriamente ineficaz. Esto lo comprendió perfectamente el hombre de Sabaneta, como también comprendió –y en esto sin duda estriba la originalidad política de Chávez– que a la postre le sería más útil distinguir entre democracia y ejercicio de la democracia, presentándose como restaurador de la primera a través de la reforma del segundo. Había una democracia corrupta, sancionada por una Constitución "moribunda"[3], que sólo esperaba el golpe de gracia para dar paso a otra, popular y bolivariana, capaz de depurar el viejo sistema viciado basándose en un nuevo marco constitucional, cumplidamente, claro está, bolivariano.
Si la intención de Chávez, a fines de 1998, era ya diseñar una Constitución a la medida de sus ambiciones que le permitiera perpetuarse en el poder, ejercerlo autoritariamente y enrumbar a Venezuela hacia la construcción del "socialismo del siglo XXI" en el marco de su V República, la verdad es que supo muy bien esconder su juego de entrada. La periodista y escritora Milagros Socorro, nada sospechosa de haber simpatizado alguna vez con Chávez y su proyecto político, recuerda hoy "el entusiasmo que provocaba aquel oficial, entonces de talante jovial, que la noche de diciembre de 1998, cuando fue electo presidente de la República, pronunció, desde una tarima levantada frente al Ateneo de Caracas (y no del Círculo Militar o de algún cuartel), un discurso donde ofrecía respeto al derrotado y llamaba a la unidad nacional".
Primera conclusión, a diez años de distancia, que puede extraerse de la llegada al poder de Chávez: su triunfo se debió aparentemente no a la voluntad de los venezolanos de que se produjera un cambio de régimen, sino al deseo de que el régimen en vigor recibiese un correctivo. No es baladí este dato, porque de él se desprende, en buena medida, un fenómeno que muchos observadores pasan por alto: es cierto que Chávez no ha instaurado una dictadura de corte clásico (como pueden serlo el régimen castrista en Cuba o, anteayer, las dictaduras militares del Cono Sur americano), pero también lo es que su empeño ha consistido en ir consolidando en Venezuela un régimen democrático no liberal, que muy poco tiene que ver con la democracia instituida y practicada en Estados Unidos o en los países de Europa occidental. Angelina Jaffé, responsable del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Metropolitana de Caracas, señala: "Venezuela es un típico caso de lo que Fareed Zakaria llama democracias no liberales (illiberal democracies). Una dictadura tradicional es hoy en día difícil de concebir en América Latina. Hay elecciones dudosas, pero elecciones al fin. Se toleran ciertos medios de comunicación adversos, pero se persigue, intimida, excluye y hasta expulsa a la gente del país". La profesora Jaffé piensa que Chávez "es sin duda un político hábil, aunque a veces actúa en contra de sus propios intereses, como tentando el destino. Es un apostador, y estoy segura de que prefiere un final trágico a una salida electoral".
Sea cual sea el final que tenga la era de Chávez o, como comúnmente se la designa, el chavismo, lo que es innegable es que Venezuela se cuenta ya entre esas democracias no liberales que han proliferado, de los Balcanes a América Latina, desde la caída del Muro de Berlín. En este sentido, lo que se jugaba en Venezuela en diciembre de 1998 era ciertamente un "final de partida": el fin de la democracia concebida, pace Zakaria, como "un sistema político no sólo caracterizado por elecciones libres y limpias, sino también por el imperio de la ley, la separación de poderes y la protección de las libertades básicas de expresión, reunión, religiosa y de propiedad". Es innegable que la democracia practicada en Venezuela de 1961 a 1998 ofrecía muchas más sombras que luces en algún que otro de estos clásicos apartados, como también lo es que estaba más próxima a la formulación liberal clásica de las democracias occidentales que el actual régimen democrático venezolano.
Será útil repasar, de la sociedad civil a los poderes públicos, de la gestión de la economía a la política exterior, algunos de los escenarios en los que se manifiesta el no liberalismo de la actual democracia venezolana. No sólo porque siempre lo es más comprender que denostar la realidad, sino también, accesoriamente, porque algunos comenzamos a vislumbrar que la democracia española –que, conviene recordarlo, tiene una historia aún más breve que la venezolana– puede fácilmente acabar adquiriendo parecido talante.
La respuesta social: no futuro
La incontinencia verbal de Hugo Chávez es de sobras conocida. Y casi a diario padecida por sus conciudadanos. Medio siglo llevan los cubanos sufriendo la de su propio comandante, el modelo y mentor político de aquél, que sin duda ha aprendido bien la lección.
A los venezolanos les inflige maratonianas sesiones de monólogos televisados, retransmitidas desde los canales oficiales o en cadena. En cadena: la expresión no puede ser más certera. La suprema aspiración de Chávez no es otra que encadenar, noche y día[4], a los venezolanos. A su verbo y voluntad.
Una versión totalitaria, con ribetes tropicales, del infausto "¡Vivan las caenas!". Que en el caso de Venezuela no deja de tener su punto añadido de perversidad, ya que en su himno nacional retumba, en el primer verso de la primera estrofa, un sonoro "¡Abajo cadenas!". Siempre que puede, eso sí, Chávez realza su ironía catenaria con un toque a la Alfred Jarry: como Ubú Rey, por su boca discurre un albañal. No contento con encadenar a los venezolanos a su verbo destemplado ("El presidente ha hecho de su yo un verbo que conjuga a toda hora", diagnostica Alberto Barrera Tyszka[5]), entretiene a su público cautivo con versiones más o menos alejadas del ubuesco Merdre!
Antonio Pasquali, teórico de la comunicación (o como dirían los franceses, con su habitual pedantería: "mediólogo"), se ha tomado la molestia de cuantificar[6] los discursos de Chávez transmitidos por radio y televisión en sus casi 10 años de gobierno: hasta mayo de 2008, los venezolanos han tenido que tragarse nada menos que 2.544 horas de sermones ubuchavescos, "el equivalente a 318 días laborales: un año y medio hablando entre siete y ocho horas diarias".
Pero la voluntad de encadenarlo todo y someterlo a su procaz voluntad no es, siquiera, la faceta más nociva del comandante. El mismo investigador ha lanzado una campaña para alertar a sus compatriotas y los medios internacionales sobre las amenazas a la libertad de expresión y comunicación que supone la "cubanización" de las telecomunicaciones puesta en marcha por el régimen de Chávez. Además de haberse hecho con el control, vía nacionalización, de la compañía telefónica nacional (Cantv), el Gobierno venezolano ha impulsado el tendido, entre La Guaira y Siboney, de un cable submarino de fibra óptica de 1.552 kilómetros de longitud, con una capacidad de 160 GB/seg. Pasquali se pregunta:
En las condiciones actuales, ese cable es inútil. Venezuela no tiene un tráfico con Cuba que justifique 160 gigabytes segundo, es una locura muy sospechosa. ¿Para qué va a servir? Temo lo peor. Con una décima parte de la capacidad de ese cable se pueden desviar a La Habana todas las conversaciones telefónicas venezolanas, fijas y celulares, para filtrarlas y espiarlas.
¿Delirio proyectivo? ¿Conspiranoia? ¿O previsor sentido común? No parece exagerado suponerle a Chávez el deseo de controlar por todos los medios (con o sin juego de palabras) a una sociedad que bajo su férula se ha visto sometida a los más insanos experimentos de ingeniería social. Así, por ejemplo, las llamadas misiones, impulsadas por Chávez tras el golpe de estado que lo depuso durante unas horas en 2002 (en uno de sus habituales delirios, el presidente venezolano acusó al Rey de España de fomentarlo), y sobre todo después de comprobar que la sociedad venezolana salía de su letargo y era capaz de tomar las calles en multitudinarias manifestaciones de protesta, y aun de lanzar una huelga general. El punto álgido de ese primer pulso entre el comandante y un número creciente de venezolanos, que ya no bastaba con tachar de "oligarcas" o "escuálidos" para obviar su existencia, fue, a mediados de 2004, el referéndum revocatorio. Una consulta plagada de irregularidades, aunque oportunamente bendecida por los observadores de la OEA y el Centro Carter. Si no por otras razones, que también las hay, esta sola debería bastar para descalificar en adelante a estos dos tan prestigiosos como inútiles organismos.
El caso es que Chávez, en 2002, le vio las orejas al lobo. Y decidió apretar el acelerador para conducir a Venezuela lo más rápidamente posible al radiante porvenir de su "Socialismo del siglo XXI". Las misiones fueron su primer vehículo. Vendido como proyecto asistencial a las poblaciones más desfavorecidas del país –sobre todo pero no exclusivamente a los habitantes de los barrios marginales en medio urbano–, las misiones están provistas de dos objetivos doctrinales y políticos diáfanos: promover la "identidad bolivariana" y consolidar el apoyo a Chávez y su Gobierno entre las bases electorales más proclives a simpatizar con el nuevo régimen. Es decir, las misiones son, entre otras cosas, maquinarias clientelares.
No son opinables las carencias de ese gran número de venezolanos, estimado en casi la mitad de la población, en el acceso a todos los servicios sociales básicos, de los médico-asistenciales a la educación. Es una evidencia, que sólo los ciegos o los imbéciles pueden negar, que ellos han sido, durante décadas, "los olvidados" del petrolero y derrochador Estado venezolano. Tampoco hace falta ser muy perspicaz para comprender la utilidad de las misiones como instrumento de adoctrinamiento, encuadramiento y dominación ideológica de los venezolanos más inermes. La nocividad de este proyecto del chavismo, que muestra una de las facetas más integristas del régimen, reside, sin embargo, en sus efectos a largo plazo sobre las funciones del Estado.
A la tradicional ineficacia y ocasional corrupción de las instituciones oficiales, la solución del comandante no ha consistido en reformar y regenerar, sino en cortocircuitarlas. ¿Que el Ministerio de Educación incumple el objetivo de integrar en el sistema escolar a los venezolanos más pobres? Se crean las misiones Robinson y Ribas. ¿Que en los barrios marginales no hay ambulatorios o centros de atención primaria? En ellos se instala la misión Barrio Adentro, que además se pone en manos de personal médico traído de Cuba. ¿Que hay que garantizar el suministro de alimentos básicos a esas poblaciones? Para eso está la misión Mercal. Mientras, los ministerios y el sinfín de instituciones y organismos dependientes del Estado pueden seguir dedicándose a lo que mejor saben hacer: gestionar ineficazmente el presupuesto nacional.
En otras palabras, la gran obra social de Chávez es un Estado bis, la construcción en paralelo al Estado oficial de otro entramado institucional, que depende de éste pero presenta el agravante de estar aún menos que el primero sometido a control. No se piense que exagero. Alrededor de cada misión, como de los grandes escualos, gravita un número indeterminado y cambiante de organismos parásitos. Así, Mercal devino en empresa (Mercado de Alimentos Mercal C. A.), con un único accionista, la Corporación Venezolana Agraria (CVA), inicialmente adscrita al Ministerio de Agricultura y Tierras (hoy, Ministerio del Poder Popular para la Agricultura y Tierras), y posteriormente al Minal o Ministerio de la Alimentación (inevitablemente también rebautizado Ministerio del Poder Popular ad hoc). ¡Fantástico! Antes de la llegada de Chávez al poder, el Estado venezolano era uno de los más hipertrofiados de América Latina; cuando haya pasado el chavismo, Venezuela tendrá el dudoso privilegio de contar no con uno, sino con dos Estados: el oficial, como siempre lastrado por todos los vicios burocráticos, y otro paralelo, que es su reflejo desquiciado. Y pensar que en España nos quejamos, y con razón, del derroche y la ineficiencia que se derivan del redoblamiento de la Administración central por las burocracias locales de las diecisiete comunidades autónomas.
Origen y consecuencia de la desagregación del Estado venezolano, el control autocrático ejercido por Chávez ha liquidado cualquier vestigio de funcionamiento "normal" de las instituciones. Ramón Espinasa, ex economista jefe de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), resume el actual ejercicio del poder por el presidente venezolano y sus nefastas consecuencias:
No hay división de poderes al interior del Estado, y toda decisión la toma en última instancia el presidente. El presidente ha concentrado en sí todos los poderes del Estado, de facto, él es el Estado. Dado que, por razones naturales, su capacidad es limitada, se ha creado, paradójicamente, un archipiélago de poder al interior del Ejecutivo y entre los distintos Poderes, sin ningún control formal entre partes. Un desgobierno donde, entre otros males, pulula la corrupción. Han desaparecido los pesos y contrapesos que aseguran un mínimo de funcionamiento en una democracia moderna.
El agresivo intervencionismo de Chávez en todos los ámbitos de la vida venezolana, su utilización personalista y torticera de las instituciones y su manifiesto desprecio por las libertades públicas, ¿qué reacciones han encontrado en la sociedad local? Las primeras manifestaciones notables de oposición al nuevo régimen, ya se ha dicho, se remontan a 2002. Pero la oposición política ha cometido una serie de graves errores. Por descontado, el grotesco golpe de estado de 2002, que sólo sirvió para relegitimar la presidencia de Chávez; posiblemente, la huelga de Pdvsa, a fines de ese mismo año, que sus dirigentes no supieron o pudieron detener a tiempo; y, sin lugar a dudas, la estrategia suicida de no presentarse a las elecciones legislativas de 2005, entregándole a Chávez el control pleno del Congreso. Lentamente, sin embargo, lo que suele llamarse "la sociedad civil" ha comprendido que su participación política es tan decisiva, si no más, que la que se desprende del tradicional juego entre partidos políticos.
Pero un dato es enormemente desalentador: la abstención, en Venezuela, roza el 40 %. Según el periodista y empresario Edgar Cherubini Lecuna, "aproximadamente un 70% de los venezolanos no se identifica con ningún partido político", y "si en las próximas elecciones regionales de noviembre esa masa neutral tomara partido y votara por los candidatos a gobernadores y alcaldes de la oposición, lo haría más por hartazgo y desesperación que por atracción de los líderes y partidos opositores". Y Teodoro Petkoff recuerda:
Todos los partidos políticos juntos no llegan al 20% de la opinión política del país. Los dos grandes partidos tradicionales son hoy grupúsculos precarios, aunque se mantienen vivos y activos. La oposición organizada en partidos y organizaciones civiles navega, sin embargo, sobre la ola de un porcentaje de la población que adversa a Chávez y que en cada elección se ha movido entre el 43 y el 50% del total de los votos válidos. Esa es la inconmovible base social (clase media, clase obrera organizada, parte de la pobrecía urbana y, desde luego, burguesía) de unos partidos precarios y débiles pero vivos. Debe señalarse que ahora las dos referencias partidistas más importantes del país son Un Nuevo Tiempo (UNT), ligeramente a la izquierda del centro, y Primero Justicia (PJ), a la derecha del centro, pero moderno, no reaccionario.
En un contexto como éste, en el que hacer política desde los partidos o como ciudadano votante significa apoyar al Gobierno o adversarlo, es muy difícil que aparezcan propuestas de cambio capaces de aglutinar a una mayoría significativa de venezolanos. Sin duda, el gran prestigio y el protagonismo de algunas ONG y del movimiento estudiantil también son reveladores del eclipse de la política tradicional en Venezuela. Pero asimismo, y al menos por ahora, son la única baza con la que los venezolanos saben –al menos, desde la derrota de Chávez en las urnas en diciembre de 2007, a la que contribuyó no poco el vigoroso movimiento estudiantil– que pueden contar para salir de la desesperanza de un desgobierno despótico.
La revolución de Chávez –dice Milagros Socorro– tiene magnates, pistoleros, mafiosos que transportan maletines repletos de dólares para financiar campañas electorales en países extranjeros, tiene aliados en Irán, en la dictadura de medio siglo de Cuba, en la casa de Mugabe, pero no tiene sindicalistas, estudiantes, universidades autónomas, y muy pocos escritores e intelectuales. Este sector, por cierto, ha mantenido una conducta ciudadana de la que uno puede sentirse orgulloso. El país tiene en sus principales intelectuales y artistas una reserva moral incalculable.
Que ojalá contribuya a desmentir el agorero ladillo que encabeza estas líneas.
La política exterior: nuestro hombre en Caracas
Se conoce en Caracas como "el síndrome Maisto", que hubiera podido ser el título de una novela de Graham Greene, pero que no es ficción sino Realpolitik pura y dura. John Maisto, el primero de los cinco embajadores de Estados Unidos despachados a Venezuela desde 1997, sentenció hace diez años: "Hay que fijarse en lo que [Chávez] hace, no en lo que dice".
Maisto resumía en su proconsular frase la añeja doctrina del mirar a otro lado. De la que algo saben, sin ir muy lejos, los miles de vascos que desde hace treinta años se ven obligados a abandonar la bucólica Euskadi de las bombas-lapa y el tiro en la nuca, y los ciudadanos de Cataluña que están hartos de no poder escolarizar a sus hijos en la lengua oficial del Estado español o de tener que pagar multas por no poner los rótulos de sus comercios en catalán, arropados por el mirar a otro lado de sus gobernantes y muchos de sus vecinos. Una doctrina de probada eficacia en las relaciones entre poderes y potencias, y en el simple ir tirando día a día, que traducida al lenguaje de la calle viene a decir: "Mientras no afecte a mis intereses, no me doy por enterado".
Como dice Aníbal Romero[7], los intereses de Estados Unidos en Venezuela se ordenan en una escala de pocos pero diáfanos tramos: "En primer lugar el petróleo, en segundo lugar el petróleo y en tercer lugar la democracia venezolana". Recientemente ha sido noticia la expulsión de Patrick Duddy, apenas un año después de su llegada a Caracas, en lo que sin duda es una muestra más de la chapucera utilización por Chávez de las relaciones internacionales de su país con fines de propaganda interna. Pero se suele reparar menos en la también errática y oportunista diplomacia estadounidense en el país caribeño: ninguno de los otros cuatro embajadores del Imperio que precedieron a Duddy en el cargo se ha detenido en lo que Chávez dice, desde luego, pero tampoco a ninguno de ellos parece haberle importado lo que realmente hace el presidente venezolano. Mientras Venezuela, parece ser la orden emanada del Departamento de Estado, siga vendiéndonos su petróleo, qué más da lo que haga[8] con los dólares que le entregamos a cambio. Por ejemplo, prolongar la agonía de la dictadura cubana, patrocinar y financiar a Evo Morales y a Cristina Kirchner, dar trato preferente en sus relaciones comerciales al Ecuador de Rafael Correa y a la Nicaragua de Daniel Ortega, e incluso convencer de las bondades de su talonario petrolero a la Guatemala de Álvaro Colom, a la República Dominicana de Leonel Fernández y al supuestamente derechista Manuel Zelaya de Honduras.
El back yard latinoamericano siempre ha sido eso, desde Adams y Monroe: un pinche patio trasero, donde se puede dejar que crezcan los hierbajos y toda clase de plantas parásitas mientras no obstruyan el sendero de baldosas amarillas que conduce a Ciudad Esmeralda, vulgo Washington. Por esa razón, y contrariamente a las apariencias, los vínculos con Estados Unidos de un país como Venezuela se comprenden menos en el clásico contexto de las relaciones internacionales que en el pragmático de los intereses económicos y comerciales. Si se tiene esto presente, se verá que las gesticulaciones antiimperialistas de Chávez pertenecen sobre todo al género de las baladronadas para la galería. Habrá que retomar el tema, pues, cuando hablemos de petróleo. Es decir, de cosas serias, que siempre son las de comer.
Pero que la doctrina oficial del principal socio económico de Venezuela sea desatender lo que dice Chávez y no darse por enterado de lo que hace no quiere decir que Venezuela haya renunciado a hacer diplomacia. En realidad, en los diez últimos años, bajo la batuta del baladrón militar que lo gobierna, este país ha dado un giro de ciento ochenta grados a sus relaciones internacionales. Antes de Chávez, Venezuela se había ilustrado, en su política exterior, como buen alumno de la ONU y otros foros multilaterales, promotor de mecanismos de diálogo y concertación, como el Grupo Contadora, y miembro del primer espacio de integración regional de América Latina que fue el Pacto Andino, del que salió "intempestivamente" en 2006, en un gesto que Angelina Jaffé considera de una irresponsabilidad "infinita". Gracias a Chávez, Venezuela ha pasado a brindar apoyo logístico y ayuda financiera a las FARC[9] y dejar que éstas campen a sus anchas en su propio territorio[10], servir de facilitador entre la narcoguerrilla colombiana y los terroristas de ETA[11], estrechar vínculos comerciales y militares con países de impecable trayectoria democrática como Bielorrusia[12] y China[13], apoyar la política nuclear de Irán[14] y renovar su equipamiento militar comprándoselo al "amigo" Putin. Difícil concebir más radical cambio en el sentido y orientación de las relaciones internacionales en tan pocos años.
Hay quienes tratan de vender la nueva doctrina diplomática venezolana como una reactivación del Movimiento de Países No Alineados. Aparte de que este foro es hoy un dinosaurio momificado, testigo del periodo glaciar de la Guerra Fría, la verdad es que Chávez está perfectamente alineado, y además sabe con qué regímenes, movimientos o personajes quiere alinearse y con qué finalidad. Otra cosa es que su gesticulación y bravatas antiimperialistas parezcan sólo un grotesco y anacrónico espectáculo, y que resulte, como señala Jaffé, "un tanto patético el deseo de Chávez de querer revivir la crisis de los misiles de los años sesenta y servir de tonto útil a Putin". El caso es que la Venezuela de Chávez, a punta de talonario y petrodólares, está sirviendo de plataforma en el continente americano a las políticas más agresivamente antidemocráticas del planeta.
A juicio de Teodoro Petkoff, que es un experto en las izquierdas latinoamericanas, no hay motivos para ser tan pesimista. Entre otras cosas, porque la influencia real de Chávez en la zona es bastante menor de la que se le supone:
Chávez ha venido perdiendo influencia, cualitativamente hablando, en Suramérica, pero no está aislado, ni mucho menos, porque la gorda petrochequera le da margen de maniobra. Pero en Brasil, Uruguay, Chile, ya es un personaje más o menos irrisorio, los gobiernos de estos países aprovechan sus dólares y hacen negocios (Brasil tiene una balanza comercial con nosotros favorable en casi 5.000 millones de dólares, desde 200 millones en 1998), pero políticamente marcan distancias. Lula no soporta a Chávez; Tabaré se ha vuelto glacial con él y Bachelet es apenas correcta. Cuidado con Correa: no es un clon de Chávez, tiene un proyecto propio y cuando es necesario marca distancias con él. La influencia de Chávez es muy grande en el Caribe y Centroamérica. Petrocaribe es un notable instrumento de geopolítica, realmente muy "generoso" (Óscar Arias dixit, con razón), y le asegura la neutralidad, cuando no el apoyo, de esos países. De resto, el ALBA es un club de pequeños países sin peso específico, excepto Bolivia.
Sin embargo, a veces las gesticulaciones de Chávez producen escalofríos. Edgar Cherubini evoca algunas de las más recientes y visibles y sus previsibles consecuencias para Venezuela:
El haber trasladado al Caribe la nueva versión de la guerra fría al ceder las bases militares del país para maniobras rusas habla de [la] temeridad [de Chávez] (…) En septiembre, un escuadrón de bombarderos atómicos operaron desde bases militares venezolanas realizando vuelos de reconocimiento en el Caribe, lo que hizo sonar las alarmas y revivió de inmediato el fantasma de la crisis de los misiles, que en los años sesenta estuvo a punto de provocar una guerra nuclear. Un mes después, esos mismos aviones estaban operando desde bases militares venezolanas. Todo esto para alimentar el ego de nuestro excéntrico personaje, quien no contento con habernos involucrado en el conflicto nuclear en progreso entre Irán y sus satélites terroristas del Medio Oriente contra Israel, USA y la UE, al haber firmado dos docenas de tratados y convenios estratégicos con Irán y Siria, con esta nueva decisión se convierte en actor de reparto y a los venezolanos en dobles o stunts (…) de una película de acción, terror y suspenso que, como en el anterior período de guerra fría, seguramente no producirá un enfrentamiento directo entre superpotencias, pero que sin duda intensificará las presiones diplomáticas y económicas, sospechas y complots, en fin, graves daños colaterales que terminarán sacando del juego a Venezuela en el contexto de las ligas mayores de la geopolítica internacional.
De los estrafalarios patrocinios que Chávez brinda a lo más granado de las actuales autocracias y teocracias y los restos varios de los totalitarismos de izquierdas, parecen especialmente preocupantes las facilidades que le ha otorgado a Hezbolá[15] para que opere en y desde Venezuela. Con el nombre de franquicia de Hezbollah América Latina, esta organización terrorista aparentemente tiene una base en Venezuela, desde la que opera en este país y en Colombia, cuya presencia y actuaciones han sido denunciadas por el Centro Simon Wiesenthal[16]. Asimismo, son novedosos a la par que muy preocupantes los recientes brotes de antisemitismo en un país como Venezuela, que se había librado hasta ahora del cultivo de esta funesta tradición. Desde su espacio televisivo, uno de los chavistas más prominentes, Mario Silva (candidato en las próximas elecciones regionales a la gobernación del estado Carabobo), lanza verdaderas soflamas antisemitas, y el mismo presidente adopta el discurso clásico de los antisionistas judeófobos de izquierdas.
Por todas estas razones, más valdría fijarse mejor en lo que dice y hace Chávez.
"Es el petróleo, estúpido"
Hugo Chávez ganó sus primeras presidenciales, en diciembre de 1998, montado sobre un vistoso carruaje tirado por dos caballos apocalípticos: el de la denuncia de la corrupción del Estado y el de la fustigación de las desigualdades económicas. Diez años después, lo menos que puede decirse es que el presidente venezolano ha agravado el peso de aquellas dos monturas.
Hace seis meses su Gobierno aumentó por decreto un 20% las nóminas de empleados y funcionarios públicos. Desde entonces, el ministro de Energía y Petróleo y presidente de Pdvsa, Rafael Ramírez Carreño, cobra un sueldo que supera en más de 5.000 dólares el estipendio mensual del inquilino de la Casa Blanca en Washington. O sea, de George W. Bush, epítome del Mal a la cabeza del Imperio y, como tal, supuesto responsable directo de la pobreza, entre otros muchos "miserables de la tierra", de los venezolanos.
Más aún: los sueldos que cobran al menos diez altos cargos del Gobierno de Chávez equivalen hoy a 513 salarios mínimos de sus conciudadanos[17]. ¿Habrá que recordar que esto es así a los turiferarios foráneos del "socialismo del siglo XXI"? ¿O será tan inútil evocar datos como éstos ante los Ignacio Ramonet y Noam Chomsky del momento como lo es el esforzarse en que salgan de la caverna platónica del izquierdismo profesional (y lucrativo) a la lancinante realidad del paraíso socialista cubano los García Márquez, Oliver Stone, Belén Gopegui o Isaac Rosa?
Hay que leer y releer el artículo que, con el título "Sembrar el petróleo", publicó Arturo Uslar Pietri en 1936[18]. Éste es, sin duda, el texto de opinión sobre el petróleo y sus efectos en la sociedad venezolana más veces citado en la historia reciente de este país. La expresión "sembrar el petróleo" se convirtió en Venezuela en una consigna desarrollista, muy al gusto de la contraproducente doctrina de la industrialización por sustitución de importaciones fomentada desde la década de 1950 por la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Se suponía que iba a bastar con inyectar masivamente la renta petrolera en toda suerte de empresas e industrias del sector público para que, por arte de magia, floreciera la prosperidad en Venezuela.
Pero la popularidad del escrito de Uslar Pietri se ha cimentado en un malentendido, como recientemente ha señalado Francisco Toro[19]. Entre otras cosas, porque más que en la economía, disciplina en la que no era un experto, el escritor venezolano analizaba hace setenta y dos años los efectos de la dependencia casi exclusiva del petróleo en la sociedad y en la "mentalidad" de los venezolanos, atreviéndose a predecir lo que podía pasar en Venezuela si, como efectivamente acabó sucediendo, se hacía realidad el "sueño suicida de algunos ingenuos que ven como el ideal de la hacienda venezolana llegar a pagar la totalidad del Presupuesto con la sola renta de minas, lo que habría de traducir más simplemente así: llegar a hacer de Venezuela un país improductivo y ocioso, un inmenso parásito del petróleo, nadando en una abundancia momentánea y corruptora y abocado a una catástrofe inminente e inevitable".
Uno de los efectos más perniciosos de la dependencia omnímoda del petróleo que acabó haciéndose realidad en Venezuela es lo que puede llamarse el mito del "país rico". Todos los venezolanos conocen y practican este mantra, y no pocos son los que creen con fe ciega que su país es realmente "rico" por el solo hecho de tener en su subsuelo ingentes cantidades de hidrocarburos y otras riquezas minerales. Como si la riqueza de un país dependiera de sus recursos naturales y no de su gestión eficaz y del trabajo de sus habitantes, plasmado en la creación de empresas y el desarrollo de actividades comerciales. El efecto de este espejismo ha sido devastador para el país: del petróleo y el Gobierno que lo administra siempre se espera poco menos que el milagro de los peces y los panes. La cultura empresarial venezolana ha consistido mayoritariamente y durante décadas en extender la mano para recibir del Estado subvenciones y ayudas, otorgadas las más de las veces en función de criterios políticos y clientelares.
La industria del petróleo fue nacionalizada hace 32 años, durante el primer mandato de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). Desde entonces, el peso de este sector en la economía venezolana no ha dejado de crecer. Más aún: la dependencia de las exportaciones de petróleo se ha agravado desde que Chávez gobierna el país, y además lo ha hecho respecto de Estados Unidos, que sigue siendo destino preferente de los hidrocarburos venezolanos. Y ello a pesar de la caída de la producción nacional de crudo y del aumento del consumo interno. Ramón Espinasa resume en cifras[20] esta situación:
Paradójicamente, y contrariamente a la retórica oficial, Venezuela se ha hecho durante los últimos diez años más dependiente, en su ingreso por exportaciones de petróleo, de las ventas a Estados Unidos. Una fracción creciente de un volumen de exportación decreciente se vende a [EEUU].
Las exportaciones de petróleo han caído en la medida en que ha caído la producción y ha aumentado el consumo del mercado doméstico de hidrocarburos. A lo largo de los últimos diez años la producción de petróleo ha caído un 25%, de 3,2 a 2,4 millones de barriles diarios (Mbd). Por otro lado, el consumo del mercado doméstico aumentó un 90%, al pasar de casi 400.000 barriles diarios en 1997 a 750.000 en 2007. En consecuencia, las exportaciones de petróleo cayeron más de un 40%, de 2,8 a 1,65 Mbd, entre 1997 y 2007.
Las exportaciones de crudos y productos de Venezuela a Estados Unidos han caído de 1,8 Mbd en 1998 a 1,4 Mbd en 2007, una caída de más del 20%. Sin embargo, medido como fracción del volumen de exportación, las exportaciones a Estados Unidos han aumentado del 64 al 85% entre 1997 y 2007[21].
También hay que saber que Chávez ha restado autonomía a una institución, el Banco Central de Venezuela, que servía de contrapeso a la política económica del Gobierno. Espinasa de nuevo:
La ley aprobada a principios de los noventa aseguraba la autonomía del BCV. Las autoridades eran elegidas de común acuerdo entre el Ejecutivo y el Legislativo. Actualmente el nombramiento de las autoridades del BCV es, en última instancia, decisión exclusiva del Ejecutivo. El BCV ha perdido su autonomía en el manejo de la política monetaria y la administración de las reservas internacionales, con lo cual actuaba como contrapeso a la política económica del Gobierno. Contrapeso más necesario en Venezuela que en muchos otros países, dado el poder que tiene el Gobierno, al manejar exclusivamente el ingreso petrolero.
Por si fuera poco, Chávez ha destruido Pdvsa, uno de los escasos consorcios del país en el que sí había logrado imponerse una lógica empresarial moderna y competitiva, y que antes de la llegada de Chávez al poder se había convertido en un referente mundial en el muy tecnificado y especializado sector de la producción, distribución y comercialización de hidrocarburos. Desde el momento en que asumió el poder, Chávez hizo lo posible por controlar este consorcio. Vale la pena recordar detenidamente en qué ha consistido su desastrosa política en este terreno, el más vital para la economía venezolana, y cuáles han sido sus consecuencias. Espinasa:
La pretensión del Gobierno de asumir el control central de Pdvsa, para dedicarla a actividades que no le eran propias como corporación energética, fue la causa de la tensión creciente entre la gerencia profesional y el Gobierno ya desde 1999, que desembocó en el enfrentamiento abierto a lo largo de 2002, para culminar en la huelga y despido masivo de profesionales a finales de ese año y principios de 2003. (…)
[El] despido de más de la mitad de los empleados de la corporación a principios de 2003 significó la destrucción de Pdvsa como corporación energética mundial de primer orden. El despido de empleados no fue homogéneo, sino que se concentró en los cargos técnicos, profesionales y gerenciales. La práctica totalidad de los profesionales especializados no regresaron a sus puestos de trabajo después del conflicto, y con ello Pdvsa, y el país, perdió un activo valorado en miles de años de conocimiento especializado acumulado en esas personas.
La exploración, producción y procesamiento de petróleo son actividades altamente especializadas. Llevarlas a cabo no sólo requiere educación formal al más alto nivel técnico, sino la experiencia y la práctica que brinda la continuidad en las operaciones. Los profesionales que abandonaron Pdvsa tenían una antigüedad promedio en la empresa superior a los quince años. El conocimiento formal y la experiencia acumulados en los profesionales que se fueron nunca han sido sustituidos. Ni tan siquiera se ha iniciado, después de cinco años, un plan de formación de técnicos petroleros con una visión de mediano plazo.
Finalmente, no sólo Pdvsa perdió el grueso de su personal especializado en la actividad petrolera, sino que el Gobierno expropió segmentos de la industria que eran realizados por empresas privadas, bien mediante contratos o en sociedad con Pdvsa. Con lo cual Pdvsa quedó con menos personal especializado y más actividades que atender. (…)
Pdvsa se ha convertido en un brazo ejecutivo del Gobierno central. Aun cuando se ha triplicado el número de empleados después del despido masivo en 2003, ha sido para dedicarlos a actividades que nada tienen que ver con la petrolera. Éstas van desde la procura, distribución y mercadeo de alimentos a través de la filial Pedeval al financiamiento y gerencia de un sinnúmero de programas sociales (Misiones) del Gobierno. Más aún, desde Pdvsa se ha manejado la estatificación de las empresas eléctricas, de telecomunicación y de cemento, a lo largo del último par de años. Sólo como ejemplo anecdótico de la dispersión de actividades a la que es sometida Pdvsa en la actualidad, recientemente el presidente ordenó la apertura de una oficina en Pdvsa para la atención de los atletas olímpicos con miras a las Olimpiadas de 2012.
Cabe preguntarse, entonces, si ésta es la situación de la industria, ¿qué ha sucedido con la producción y refinación de petróleo en el país? La producción no ha hecho otra cosa que caer después del fin de la huelga. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía, la producción de Venezuela es en la actualidad de 2,3 millones de barriles diarios, frente a los 3 millones de finales de 2002, antes de la huelga. La producción ha caído en forma continua e irreversible, solamente sostenida por la inercia que traía con anterioridad. De igual manera, las refinerías del país están produciendo muy por debajo de su capacidad y los productos no cumplen con las especificaciones de calidad requeridas. Venezuela está importando combustibles para suplir el mercado doméstico.
Así, no contento con agravar esos dos males endémicos de Venezuela que son la corrupción auspiciada por un Estado clientelar sometido a los caprichos del gobernante de turno y las tremendas desigualdades económicas entre venezolanos –unos males, para más inri, que siempre se ha jactado de haber sido designado por los manes bolivarianos y el "soberano" pueblo para erradicar–, Chávez ha liquidado la única empresa moderna de Venezuela, de la que además depende el desarrollo de las actividades económicas del país. Es difícil concebir mayor derroche de incompetencia e irresponsabilidad en un gobernante.
Lo que sí ha hecho competentemente Chávez es mantener y aun diversificar la tradicional dependencia de los rentistas del petróleo venezolano respecto del Estado intervencionista y paternalista que lo gestiona. Gracias a la espectacular subida de los precios del crudo registrada en estos últimos años (la tendencia alcista empezó en 2000, poco después de la llegada de Chávez al poder), Chávez ha podido dedicarse a "sembrar el petróleo", y no sólo en su país: su petrochequera es la responsable en última instancia de las alianzas regionales con Cuba o Ecuador y sus largesses con los Kirchner, así como del incremento de los negocios con el Irán de Ahmadineyad, la Rusia de Putin y la China de Hu Jintao. Pero el precio del petróleo ha comenzado a caer. Habrá que ver qué otro conejo piensa sacarse Chávez de la chistera para mantenerse en el poder. "Por ahora", y mientras los venezolanos despiertan a la poco esperanzadora realidad de la gestión económica de su presidente.
La oposición: ganar perdiendo
Ha amenazado con sacar los tanques[22] a la calle, orquestado la inhabilitación[23] de opositores, prometido que dejaría a dos velas[24] a las gobernaciones que pierda su partido, jurado que meterá preso[25] al gobernador del Zulia… Hugo Chávez no se presenta a las municipales y regionales del próximo domingo, pero está metido de lleno en la campaña. Con su habitual estilo, mezcla de desvergonzada alharaca y matonismo tabernario, y sus acostumbradas artes cisorias: poner los recursos del Estado al servicio de sus intereses partidistas.
Nada nuevo, aparentemente. Chávez ha ejercido su presidencia como si siempre estuviera en campaña, electoral o militar, qué más da: este individuo no sabe distinguir entre la una y la otra. Sin ir más lejos, el viernes pasado la televisión estatal, VTV, emitió en sus informativos de la noche un vídeo[26] muy instructivo: un comando de las Fuerzas Especiales de la Guardia Nacional hace una demostración de sus nada pacíficos métodos de disuasión, que concluye con esta advertencia: "Las Fuerzas Especiales (…) están dispuestas a realizar cualquier tipo de sacrificio que sea necesario para garantizar su derecho al voto en estas elecciones del 23 de noviembre".
A Hugo Chávez le encanta crispar. Es la envidia, no lo dudo, del escudero Pepiño Blanco y de su amo y señor, Lancelot de la Ceja. La crispación a la manera de Chávez es la "movilización permanente". ¡Ay, si Trotsky lo hubiera sabido, cuántos quebraderos de cabeza (nunca mejor dicho) se habría ahorrado! Chávez, como el padrecito Stalin, sabe muy bien que los tiranos conservan el poder en la medida en que logran convencer a sus súbditos de que sin ellos lo que les aguarda es, como poco, Armagedón. Après moi, le déluge, que dicen los veterotestamentarios galos.
Para imponerse o imponer sus propuestas, el militar venezolano ha aplicado su método crispador, no por basto menos efectivo, en los nueve comicios posteriores a su primera elección de diciembre de 1998. Para refrescar la memoria:
- 25 de abril de 1999: referéndum consultivo a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
- 25 de julio de 1999: elección de los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente.
- 15 de diciembre de 1999: referéndum aprobatorio de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
- 30 de julio de 2000: primeras elecciones presidenciales, parlamentarias y regionales de la República Bolivariana de Venezuela.
- 15 de agosto de 2004: referéndum consultivo sobre la revocación del mandato del presidente de la República.
- 31 de octubre de 2004: elecciones regionales, a alcaldías y gobernaciones.
- 4 de diciembre de 2005: elecciones parlamentarias, a la Asamblea Nacional, al Parlamento Latinoamericano y al Parlamento Andino.
- 3 de diciembre de 2006: elecciones a la Presidencia de la República.
- 2 de diciembre de 2007: referéndum consultivo sobre la Reforma de la Constitución.
Esta enumeración debiera bastar para disipar el más tenaz malentendido sobre Chávez y su peculiar manera de entender la democracia y adaptarla a sus propósitos. Un malentendido cultivado por algunos medios en Venezuela y la mayoría de los medios foráneos. No, Chávez no ha "liquidado" la democracia en Venezuela: la ha multiplicado exponencialmente. Hasta la caricatura. Otra cosa es que, por exceso de "democracia participativa", la legitimidad y hasta el sentido mismo de los procesos democráticos acaben sucumbiendo a los efectos de un ataque de bulimia.
Algunos síntomas ya son visibles. Como suele ser el caso con la bulimia, quienes padecen esta enfermedad a menudo cultivan también su exceso contrario, la anorexia. La antipolítica, para llevar la metáfora al cuerpo social. Una patología que afecta a los venezolanos desde antes de 1998 y que, de hecho, es responsable parcialmente del primer triunfo electoral de Chávez. Una mayoría de venezolanos dio la espalda en aquella década a unos partidos políticos notoriamente ineficaces y corruptos. La inteligencia de Chávez ha consistido en explotar ese rechazo en beneficio propio, pero sobre todo en comprender que la manera más eficaz de invalidar en el futuro cualquier propuesta política alternativa consiste en plantear las contiendas electorales en clave maximalista. O todo o nada, Venezuela o los enemigos de la patria. Como buen populista demagogo, Chávez sabe que un debate racional sobre opciones políticas realistas le sería letal.
De ahí una aparente paradoja: mientras la opinión pública se decanta mayoritariamente por el partido de los que no toman partido, Venezuela se ha convertido en el paraíso de la hiperpolítica. Es decir, mientras una mayoría de venezolanos es políticamente anoréxica, las actuaciones del Gobierno y de todos los partidos, oficialistas y de oposición, son desatadamente bulímicas. Si antes de Chávez la política era percibida por un número considerable de venezolanos como un juego de poder divorciado de los intereses y problemas reales de los ciudadanos, con Chávez éstos han visto cómo todas las parcelas de sus vidas adquieren sentido político. Este es el contexto, por sólo citar un ejemplo de hiperpolitización, en el que Chávez ha desplegado su discurso guerracivilista, que ha sido una constante desde su primera elección. Dividir a los venezolanos en buenos y malos según su pertenencia a determinados colectivos o clases sociales ha resultado ser una herramienta muy útil para un dirigente que busca mantener a la sociedad permanentemente movilizada y en estado de alerta. Como buen populista que es, Chávez ha comprendido que su peor enemigo es el desafecto de los venezolanos hacia la política, un desafecto que en el pasado le permitió a él, precisamente, acceder al poder.
De ahí el fenómeno, sorprendente para un observador desatento, de una sociedad que en diez años ha pasado de pasar de sus políticos a llevar a la calle cualquier manifestación de apoyo o disenso ante las políticas del Gobierno. Un fenómeno certeramente descrito por Naomi Daremblum[27]:
Esta práctica constante de la democracia callejera ha convertido a Venezuela en lo que sólo puede describirse como una hiperdemocracia, un Estado en el que las pasiones políticas gobiernan y ninguna de las partes parece capaz de proponer soluciones responsables. Venezuela atraviesa una terrible crisis política, pero no por falta sino por exceso de democracia. Venezuela vive un experimento político en el que se ha puesto en práctica una concepción mesiánica de la democracia a través del orden jurídico, y en el cual las clases populares, hoy convencidas de que la participación política se traduce en salvación, gobiernan directamente con y a través del presidente, evitando todas las demás instituciones salvo, tal vez, el ejército. Como lo puede afirmar cualquier taxista de Caracas, con Chávez gobierna el pueblo. Carl Schmitt habría aplaudido.
Fiel a su costumbre de sacar de quicio cualquier consulta en las urnas, Chávez acaba de anunciar: "El 23 de noviembre se juega mi destino y el de Venezuela". Nada menos. Ha pasado así de la hiperpolítica al delirium tremens. Por exagerar, que no quede. Pero algunos analistas, ante el desmadre verbal de Chávez, han alertado de la posibilidad de que el mandatario venezolano suspenda in extremis la consulta. Hipótesis poco probable, a estas alturas. La verdad es que a Chávez le conviene tensar al máximo el ambiente para movilizar a la masa de prochavistas que, por primera vez de manera significativa, se abstuvo en una consulta nacional, la del referéndum del 2 de diciembre de 2007. Así lo interpreta, por ejemplo, Teodoro Petkoff:
La dureza de la campaña de Chávez no es para suspender las elecciones sino para que tengan lugar, pero en el contexto de mayor crispación, de mayor tensión e incertidumbre. Sus provocaciones no son para suspender las elecciones sino para crear el clima que él considera más favorable: el de la repolarización del país (ya bastante atenuada en sus peores expresiones de violencia física, sobre todo en los sectores populares, porque la clase media sigue muy enconada). Recoger el electorado que se le escurrió entre los dedos el 2-D requiere, en su óptica, crear el ambiente de: "Síganme los míos, que los enemigos me quieren matar", para despertar el reflejo condicionado: "Estoy tibio con el comandante, pero si se trata de su vida, vamos otra vez con él".
Conviene no olvidar que lo que está en juego en las elecciones del domingo 23 de noviembre es la renovación de los cargos públicos en alcaldías y gobernaciones. Pero si las expectativas que ha generado la consulta parecen exceder tan desproporcionadamente su naturaleza, ello no responde sólo a la táctica hiperpolitizadora de Chávez: por primera vez desde su fracaso, en diciembre pasado, en el referéndum sobre la reforma de la Constitución, se dice que los partidos y candidatos de la oposición podrían alzarse, si no con una victoria rotunda, al menos con una ventaja significativa.
"Se dice". Venezuela es un país opaco, por decirlo de algún modo. No abundan las encuestas de opinión e intención de voto, y las que se publican son escasamente confiables. Ésta[28] es, además de la más reciente, relativamente seria. Hay 45 municipios en los que la alternancia es posible, y 14 ciudades importantes que los candidatos de la oposición aspiran ganar. Pero a menos de una semana de los comicios, todas las quinielas parecen posibles. Hasta algún instituto de opinión se atreve a predecir[29] una marea roja, un aplastante triunfo de los candidatos oficialistas. Pero la incertidumbre acerca de las predicciones de voto refleja también el hecho de que ni los candidatos opositores ni los analistas políticos hayan podido ponerse de acuerdo en qué supondría un triunfo de éstos o una derrota para el Gobierno. Eso sin contar con el hecho, también novedoso, de que en más de un estado el oficialismo aparece dividido. Esta es la buena noticia de las elecciones regionales: el chavismo, compuesto por grupúsculos y facciones más o menos bien amalgamados en el oficialista PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela), comienza a resquebrajarse.
Petkoff cree que las elecciones podrían darle a la oposición "entre 3 y 6 gobernaciones y unas 100 alcaldías". Y añade:
Entre las gobernaciones, podrían contarse las de Miranda, Carabobo y Zulia, es decir las más importantes. Si ese fuera el resultado, sería magnífico: la oposición retornaría a centros de acción e iniciativa política, como gobernaciones y alcaldías (varias de las capitales de estados pueden ser ganadas), y eso la fortalecería significativamente. Desde luego, entraríamos en otra zona de conflicto: la que crearía la existencia de gobernaciones no chavistas (…) y la intención de Chávez de superponer sobre las gobernaciones unas llamadas autoridades regionales, nombradas por él, a semejanza de los gauleiters que Hitler encaramó sobre los gobiernos de los länder alemanes o de las autoridades que Putin colocó encima de los gobiernos elegidos en los 89 miembros de la federación rusa.
Así, ¿qué importancia es posible prever que tengan los comicios municipales y regionales del próximo 23-N? Según Ibsen Martínez, "mucha mayor de lo que cabe imaginar vistas desde lejos":
Victorias opositoras en casi la mitad de los estados acabarían con el esquema hegemónico de Chávez. Como quiera que, tras su derrota del 2-D [el referéndum que puso fin al deseo de Chávez de perpetuarse en el poder merced a la figura de la "reelección indefinida"], Chávez tiene "fecha de vencimiento" en 2012, la lucha intestina entre el chavismo no puede sino tener carácter sucesoral. Es posible que a ello siga un período de gran turbulencia política. Un nuevo mapa político es, pues, inminente en Venezuela a partir de noviembre.
La siguiente reflexión es de Ramón Espinasa:
El presidente Chávez ha insistido en darle un carácter plebiscitario a las elecciones regionales, entre otras razones, porque percibe la debilidad de los candidatos de su partido, por lo muy poco que tienen que mostrar en cuanto a obras y acciones concretas de gobierno en la casi totalidad de las alcaldías y gobernaciones que controlan. Los resultados habrá que leerlos entre los candidatos adeptos al presidente y quienes no están de acuerdo con él. El país está dividido en dos mitades, entre quienes apoyan y se oponen al presidente. Esta realidad por primera vez se reflejará en cuotas concretas de poder. Creo que (…) la oposición obtendrá aproximadamente la mitad del voto popular, y ganará entre un cuarto y un tercio de las gobernaciones, pero las más importantes del país.
Sean cuales sean los resultados, la crispación no va a desaparecer del mapa político venezolano. Y si los resultados son claramente desfavorables a los candidatos oficialistas, lo más probable es que vaya en aumento. Para Chávez, concluye Espinasa, "es instrumental que la oposición gane cuotas de poder para mantener un estado permanente de tensión y conflicto en el país, que es como él se siente más cómodo gobernando".
Las dos Venezuelas
Un diario opositor venezolano salió a la calle este lunes con el titular "Chávez perdió"[30], y el ex guerrillero Teodoro Petkoff firma en Tal Cual su editorial del day after sobre las municipales y regionales del domingo bajo el sonoro título "Le dimos en la madre". Que por estas desmedidas efusiones nadie se ofusque aquí, en la madre patria, que es el adúltero nombre que turbadoramente siguen dándole a España los nativos del otro lado del charco. A todos los hispanos nos hermana (y nos pierde) nuestro irrespeto a las leyes de la proporción.
No, este lunes no perdió Chávez: ganó una cierta idea o incluso anhelo de Venezuela. Y tampoco le dieron en la madre a Chávez: algunos de sus súbditos, hartos de diez años de soportarlo, le clavaron cinco banderillas[31] en su lomo de toro de puntas, y los picadores caraqueños lo castigaron con la lanzada de la Alcaldía Mayor de la ciudad capital del país. El toro ha recibido un escarmiento, pero aún queda mucho hasta llegar a la tercera suerte de la lidia.
Esta digresión, así, de entrada (que espero sepa perdonarme el sufrido lector), viene a cuento de los escasos, flojos e irrelevantes comentarios y análisis que la prensa local (nunca mejor aplicado el epíteto) ha publicado en estas últimas semanas y meses sobre lo que ha venido cociéndose en Venezuela, al menos, desde el pasado 2 de diciembre, cuando Hugo Chávez recibió su primera derrota en las urnas. Es que estamos en lo de siempre: cuando no cultivando el ombligo peninsular, que de tan generoso deja en minimalista maqueta a la plaza de Las Ventas, desgañitándonos como mandriles en celo a ver si hay suerte y nos sacan en la foto junto a los gorilas en la niebla en Washington.
¿En nombre de qué diremos que lo de Venezuela es más o menos democrático? ¿O es que nos hemos creído el cuento de que somos mejores que nuestro reflejo plurisecular del otro lado del Atlántico, únicamente porque consumimos más iPods que ellos o viajamos más a menudo a ver atardecer sobre el Ebro?
Lo que hay que oír y ver: si llevamos décadas padeciendo una clase política, con su rémora de empresarios parásitos y periodistas-piloto, empeñada en hacer buenos a los más brillantes trujamanes del populismo latinoamericano. De Felipe González y su cultura del pelotazo a los neoprogres de la ceja pintada por Barceló en el falso techo de Naciones Unidas, vivimos en un país tan puntillosamente respetuoso de las reglas de la etiqueta democrática que, por sólo citar un par de ejemplos y dejar de una vez de dar la lata con este tema, tenemos que cantarle el trágala cada día que amanece (y, de paso, regalarle nuestros impuestos) a los veterotestamentarios nacionalistas catalanes y vascos (y también gallegos: welcome on board) o chuparnos las prédicas de los catecúmenos de la SER, El País y otros seminarios de la fe única, que un día quieren convencernos, rociándonos con agua bendita en las fuentes bautismales de la memoria histórica, de que los del PP son los hijos de los que asesinaron a García Lorca (aprovechando que éste, a diferencia del PSOE, es el único partido de gobierno de la reciente democracia española fundado después de la muerte de Franco), y al otro nos educan en los sanos principios del camarada Goebbels, invitándonos a quemar los libros que no se avengan con nuestros prejuicios.
En fin, este desvarío peninsular, no vayan a creer, no está tan alejado como parece del tema de este artículo. Que reza "Las dos Venezuelas". Como si dijéramos "Las dos Españas". Un observador distraído pensaría: anda ya, un arquetipo. Nada de eso: por desgracia, no es un jarrón de salón historiado, es la purita realidad. Como en la madre patria, que también lo es del cordero hispanoamericano, algo sabemos de esa realidad, no debería costarnos mucho esfuerzo comprender lo que está pasando en Venezuela y, para ponerle punto final a esta serie de artículos, vislumbrar lo que razonablemente pueda suceder en un futuro cercano.
Casi lo de menos, en las elecciones municipales y regionales del 23 de noviembre, es que la oposición haya ganado los estados de Zulia, Nueva Esparta, Miranda, Táchira y Carabobo, el Municipio Sucre del estado Miranda y la Alcaldía Mayor de Caracas. De hecho, ese va a ser el argumento del oficialismo chavista: la oposición sólo ganó cinco de las 22 gobernaciones en liza y previsiblemente un puñado de alcaldías (casi 24 horas después del cierre de los colegios electorales, el Consejo Nacional Electoral venezolano todavía no había publicado la mayoría de los resultados en las votaciones locales). En realidad, estos resultados reflejan que casi el 30% de las gobernaciones venezolanas permanecen o han pasado a manos de la oposición, lo que también ha sucedido en el caso, importantísimo, de la Alcaldía Mayor de Caracas. Por sí solo, este resultado bastaría para justificar la sensación de triunfo de los opositores a Chávez y su régimen: que en una contienda electoral que ha estado plagada de todo tipo de irregularidades, desde inhabilitaciones administrativas y discrecionales de candidatos opositores a amenazas tabernarias del jefe del Estado a los principales adversarios de los candidatos de su partido, la oposición haya ganado terreno respecto de los anteriores comicios regionales de 2004 es toda una hazaña. A esto se suma la alta participación (65,45% del censo, la mayor registrada en unos comicios locales y regionales venezolanos hasta la fecha) y, detalle nada despreciable, el hecho de que los estados que serán gobernados por la oposición sean los más poblados del país, por no decir nada de la alcaldía de la capital.
Aún queda por conocer un dato significativo: la distribución política del total de votos escrutados entre candidatos oficialistas y afines y candidatos opositores. Sólo entonces se tendrá una foto fija de la actual relación de fuerzas entre los partidarios de Chávez y sus contendientes. A ver si esta vez se esmeran las autoridades venezolanas y lo hacen un poco mejor y, sobre todo, más rápidamente que con los resultados del referéndum del 2 de diciembre de 2007: a estas alturas, el CNE aún no ha comunicado oficialmente los resultados definitivos de aquella consulta.
En todo caso, parece confirmarse lo que desde hace al menos casi un año es una certeza para muchos venezolanos: que su país está dividido en dos mitades, que son como dos planetas de diferentes galaxias. Puede parecer una frivolidad, pero uno de los terrenos donde más sangrantemente se manifiesta la fractura social y política de Venezuela es el de la cultura y la educación. No toca hacer aquí siquiera un somero repaso a lo que ha sido la gestión del Estado venezolano en ese terreno en las tres décadas previas a la llegada de Chávez al poder, cuando por primera vez se diseñó la gestión pública de la oferta cultural y educativa en ese país. Pero en este capítulo, el legado de Chávez es sencillamente calamitoso.
Para Rafael Romero, director de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, al desmantelamiento de los grandes museos nacionales (Galería de Arte Nacional, Museo de Bellas Artes, Museo de Arte Contemporáneo de Caracas), y la destrucción de la incipiente descentralización de la década de 1990, se ha sumado el divorcio entre el sector público y el privado, para producir un efecto aparentemente paradójico, en el fondo lógico: la cultura y el arte financiados por el Estado venezolano son hoy, además de intelectualmente indigentes, perfectamente inoperantes:
La conjunción del sector público y el privado, que vimos aparecer en los años noventa, prácticamente ha desaparecido. Las razones son fundamentalmente de orden político, generadas por la abierta aversión del chavismo a la participación privada en áreas que considera del dominio exclusivo del Estado. La inversión privada, en años anteriores manifestada en forma de patrocinios a proyectos generados por los museos públicos –lo que incidía positiva y directamente en su calidad y alcance, en la promoción de los artistas y en la formación de los especialistas–, ha tenido que reorientarse a proyectos generados y ejecutados por el empresariado. Así, y paradójicamente en un régimen como el de Chávez, la presencia del sector privado, su función de promotor de las artes visuales en Venezuela, se ha fortalecido, en la misma medida en que el sector público ha pasado a ser percibido como débil, parcializado y pobre.
Sagrario Berti, investigadora y curadora de imágenes fotográficas, recuerda que, "durante casi nueve años, los museos han dejado de adquirir nuevas obras y, por lo tanto, han desaparecido las Nuevas Adquisiciones". "Según parece, la actual política está dirigida a la restauración de piezas, lo que debería de ser innecesario si existieran políticas adecuadas de conservación de obras". En el mismo orden de cosas, "desde 2001 han desaparecido las políticas de adquisición de fuentes bibliográficas, y los centros de información, como el Centro de Información Nacional de las Artes Plásticas (Cinap), están desactualizados. Algo parecido sucede con el Museo de Bellas Artes, que tenía una política de intercambio interinstitucional con algunos museos del continente y mantenía suscripciones a revistas de arte, hoy desaparecidas".
Centralización a ultranza, gestión ineficaz, ruptura del diálogo entre instituciones, imposición de la línea oficial en los contenidos: todos los males del espejismo revolucionario de las izquierdas han acabado dando al traste con una idea de cultura abierta y liberal. No otra cosa ha sucedido con las universidades venezolanas: Chávez y su régimen han impulsado nuevos centros de educación superior, calcados del modelo cubano, donde se estudian carreras tan esperpénticas como Gestión Social para el Desarrollo Local o Informática para la Gestión Social. Incomprensible sopa de letras, que apenas logra ocultar la indigencia del Socialismo del Siglo XXI impulsado por el régimen de Chávez.
"En general–dice Alberto Barrera–, sobre todo lo oficial gravita el hechizo de cualquier revolución latinoamericana, la instrumentalización religiosa que conlleva devociones y fidelidades inauditas. Cuando el Estado comienza a comportarse como una iglesia, la diversidad cultural suele ser la primera víctima".
[1] V. "Ingreso familiar y pobreza en Venezuela" (http://www.josebhuerta.com/pobreza.htm).
[2] Las citas no referenciadas son respuestas a cuestionarios elaborados por la autora.
[3] Rafael del Naranco, "Hugo Chávez jura como presidente 'sobre una Constitución moribunda'", El Mundo, 3-II-1999.
[4] "Chávez promete extender a 24 horas su programa Aló Presidente porque 'hay que dar la batalla mediática todos los días'" (www.medioslatinos.com/modules/news/article.php?storyid=1554).
[5] Alberto Barrera Tyszka, "De eso no se habla", El Nacional, 26-X-2008.
[6] "Chávez bate récords en diez años de gobierno", El Nuevo Herald, 28-VII-2008.
[7] Aníbal Romero, "Washington y Chávez: historia de una farsa", Venezuela Analítica, 19-XI-2001.
[8] Fabiola Soto, "Regalos de Chávez superan los 33 millardos de dólares", Versión Final, 4/10-VII-2008.
[9] "Chávez dio armas, dinero y refugio a las FARC, según el ordenador de Raúl Reyes", Noticias de Gipuzkoa, 19-V-2008.
[10] "Guerrilla colombiana gobierna pueblo en territorio venezolano", Semana, 3-X-2008.
[11] Fernando Lázaro, "La Policía investiga en Venezuela si miembros de ETA han estado entrenándose con las FARC", El Mundo, 31-V-2008.
[12] "Venezuela, Belarus sign oil deal", Tehran Times, 26-VII-2008.
[13] "China/Venezuela: fondo millonario", BBC Mundo, 7-XI-2007.
[14] "Venezuela e Irán unen fuerzas", BBC Mundo, 12-III-2005.
[15] "Venezolanos pro-Hezbolá", BBC Mundo, 19-VII-2008.
[16] Elizabeth Peger, "El Centro Simon Wiesenthal denuncia la existencia de una célula de Hezbollah en Venezuela dispuesta a la yihad contra Estados Unidos en América Latina", Nuevo Digital, 1-VIII-2006.
[17] "Rafael Ramírez ganará más que George W. Bush", Versión Final, 16/22-V-2008.
[18] Disponible en www.analitica.com/bitblio/uslar/sembrar_el_petroleo.asp.
[19] "The Suicidal Dream of Becoming an Immense Parasite that Feeds off of our Oil", Caracas Chronicles, 3-X-2008.
[20] Ramón Espinasa, "Escenarios petroleros 2007". Disponible en www.petroleoyv.com/website/site/p_detalle.php?id=1995&tipo=4.
[21] Entrevista de Espinasa a la autora, 26-X-2008.
[22] "Chávez amenaza con 'sacar los tanques' si la oligarquía gana poder en las urnas", elmundo.es, 10-XI-2008.
[23] "El Tribunal Supremo de Venezuela considera legal la inhabilitación de 272 candidatos opositores", Libertad Digital, 6-VIII-2008.
[24] "Anuncia que no enviará dinero a las gobernaciones donde gane la oposición", Noticias 24, 5-X-2008.
[25] "Chávez arremete contra Rosales y le promete de nuevo cárcel", El Universal, 16-XI-2008.
[26] Puede verse en www.youtube.com/watch?v=9rVrTd91FbM.
[27] Naomi Daremblum, "Chávez y la democracia protagónica", Letras Libres, febrero de 2003.
[28] V. "Datanalisis Governor's Race Forecasts", Caracas Chronicles, 13-XI-2008.
[29] "Triunfo masivo de PSUV pronostica encuestadora EEUU", Bolivia Action Solidarity Network-Telesur, 15-XI-2008.
[30] El Nuevo País, 24-XI-2008.
[31] "Oposición ganó Zulia, Nueva Esparta, Miranda, Alcaldía Mayor [de Caracas], Mun[icipio] Sucre, Táchira y Carabobo", Noticiero Digital, 24-XI-2008.