Espíritu e influencia de Manuel Ayau
Ayer murió Manuel Ayau, una de las personas que más he respetado y admirado. Muso, como le llamaban sus amigos, fue una figura importante dentro del movimiento internacional por la libertad. Fue presidente de la Mont Pelerin Society, miembro de la junta directiva de Liberty Fund y fideicomisario de la Foundation for Economic Education. Sin embargo, será recordado principalmente por ser el fundador y presidente emérito de la influyente Universidad Francisco Marroquín, radicada en su país natal, Guatemala. Deja un enorme legado porque combinó exitosamente la claridad de pensamiento, el emprendimiento, la curiosidad intelectual y la creencia en el potencial de los individuos libres para crear.
En 1959, mucho antes de que fundara la Universidad Francisco Marroquín (1971), Muso Ayau fundó, con un grupo de amigos, el Centro de Estudios Económicos y Sociales. Así echó a andar un proyecto tendente a descubrir y difundir las ideas que explican de mejor manera el subdesarrollo y a proveer las mejores soluciones para superarlo. En este proceso descubrió la obra de los grandes liberales del siglo, como Ludwig von Mises y Milton Friedman, con los que terminó fraguando relaciones de amistad y a los que invitó a Guatemala a impartir conferencias.
Muso no fue un académico (contaba con un título de ingeniería), pero comprendía cómo el poder de las ideas podía influir a las sociedades, por lo que se dio a la tarea de largo plazo de liderar una institución que enseñara a generaciones de guatemaltecos "los principios éticos, legales y económicos de una sociedad libre y de personas responsables", con independencia de qué carrera cursaran. En la Marroquín, en 1972, en el discurso inaugural, Muso dijo:
Creemos firmemente en la capacidad del hombre –sin dejar de reconocer la imperfección de todo lo humano- para encontrar mejor su destino en libertad pacífica y no compelido por la colectividad representada en el Estado.
Fundar la UFM fue un acto de valentía. Cuando echó a andar, el clima intelectual y político no solo era hostil a las ideas liberales, sino que se oponía violentamente a ellas. Guatemala se encontraba en medio de una guerra civil, y ninguno de los dos bandos —el ejército y el empresariado por un lado y la guerrilla izquierdista por el otro— eran receptivos al mensaje liberal de Estado limitado, mercados libres y reconocimiento y salvaguarda de la propiedad privada. Muso llegó a dar los discursos de graduación con un chaleco antibalas bajo la toga. En la década de los ochenta, en ocasiones se disfrazaba cuando le tocaba mostrarse en público, y tomaba medidas extras de seguridad cuando se encontraba en casa.
Luego de la caída de la Unión Soviética y el fin de la guerra civil en Guatemala, la opinión pública se mostraba más abierta a las ideas liberales, pero aun así los mercantilistas se ocupó de que la batalla contra los intereses establecidos —grupos empresariales, sindicatos, burocracias estatales— continuara siendo ardua. Para ese entonces, sin embargo, el prestigio del Muso Ayau, así como de los profesores y egresados de la UFM, había ganado muchos enteros. Cualquiera que haya visitado Guatemala durante los últimos 20 años puede atestiguar que las ideas liberales tienen presencia pública, se encuentran todos los días en las páginas de opinión de los principales periódicos del país, así como en los medios electrónicos más destacados. En algunos casos, esto ha desembocado en un cambio radical de las políticas públicas: sirva como ejemplo la exitosa reforma de las telecomunicaciones, o la ley que legalizó la competencia de monedas.
Muso estaba orgulloso del progreso que habían logrado las ideas liberales, a pesar de que el estatismo aún prevalece en Guatemala. Era un optimista con una visión ambiciosa y, a la vez, un realista con una percepción modesta de sí mismo. No se sorprendía de que gran parte de la izquierda y la derecha no estuvieran de acuerdo con sus llamados a terminar con todos los privilegios creados por el Estado. Aunque pudo haber sido fabulosamente exitoso conformándose con el marco establecido en la sociedad guatemalteca, Muso eligió no hacerlo. En esto, demostró ser un raro espécimen latinoamericano, un campeón de las ideas verdaderamente progresistas que desafiaba pacíficamente a fuerzas políticas formidables.
Evidentemente, no todos le entendieron. En una ocasión Lawrence Harrison, famosa e inexplicablemente, describió a Muso como un libertario que a la vez era un "oligarca latinoamericano arquetípico de la extrema derecha". Harrison profirió esas declaraciones en el verano de 2001, mientras la embajada estadounidense en Guatemala distribuía secretamente un documento a otras embajadas en el que se describía a Muso y a la UFM como enemigos de la democracia y el progreso.
Todo este lamentable episodio, descrito por Mary O’Grady en el Wall Street Journal, apenas sorprendió a Muso y a sus colegas, que ya llevaban mucho tiempo denunciando la prepotencia de Washington en Guatemala y la región. Al cabo, Muso se mandó hacer tarjetas de presentación con su nombre seguido de la descripción "Oligarca latinoamericano libertario arquetípico de la extrema derecha". Genio y figura.
Las ideas que Muso Ayau promovió desde la década de los 50 atrajeron a pensadores brillantes de otras partes de América Latina e influyeron lo suyo al movimiento liberal de la región. La UFM continúa atrayendo a los principales pensadores del mundo en disciplinas y sectores como las finanzas, la filosofía, las leyes, la economía y la literatura, y ha servido de modelo a universidades de países tan diversos como Chile, Montenegro y Georgia. Que tantos estudiantes y profesionales de tantas partes del mundo comprendan y respalden los principios de la sociedad libre es, lo sepan o no, en no poca medida debido a los esfuerzos de Ayau y la gente de la Marroquín.
Muso siempre admiró al Cato Institute, y, como nosotros, se mostró complacido con la idea de que el Cato y la UFM pusieran en marcha, en Guatemala, un seminario anual de una semana de duración para introducir a estudiantes latinoamericanos en el pensamiento liberal. Nunca olvidaré el día que Muso viajó desde Houston, donde estaba recibiendo tratamiento para el cáncer que finalmente no pudo vencer, sólo para dar la charla inaugural que había prometido a los estudiantes del primero de esos seminarios, el celebrado en 2009. El auditorio quedó fascinado con su entusiasmo, vitalidad y calidez.
Muso era la personificación del espíritu liberal clásico. También era un amigo. Será extrañado, pero su espíritu continuará inspirando el trabajo de la Universidad Francisco Marroquín y de muchos, muchos partidarios de la libertad alrededor del mundo, que le conocieron o de alguna manera quedaron bajo su influjo.
© El Cato
Número 45-46
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