Un sedante marca 20-N
Se calcula que la llegada del Homo sapiens sapiens a Europa, hace 30.000 años, coincidió con la desaparición de los neandertales. El único lugar donde éstos sobrevivieron durante otros 3.000 años fue la Península Ibérica. Por algo sería. Pero, como en el cuento de Augusto Monterroso, al despertar descubrimos que todavía están aquí.
Mariano Rajoy deberá confeccionar sus planes de gobierno tomando en consideración el hecho de que le han dejado como herencia clanes que se cohesionan en torno de mitos y leyendas que, en algunos casos extremos, les adjudican lazos genéticos y lingüísticos con el Cro-Magnon. En otros casos las genealogías son más modestas y se remontan a reyezuelos parricidas y amos feudales contra los que se sublevaban los segadores. Como en Castilla. Sea como fuere, habrá que administrar a estos nostálgicos un sedante con denominación de origen 20-N, cuyo principio activo es la mayoría absoluta, para calmar su manía de balcanizar España.
Un botón de muestra
Obviamente, la crisis económica y el paro son patologías estructurales a las que los elegidos el 20-N deberán prestar primordial atención con la ayuda de los expertos más idóneos, pero los desgarros que se han producido en el tejido de la cohesión social y nacional por obra de demagogos, secesionistas o revanchistas de diverso pelaje serán más difíciles de reparar. Y exigirán un esfuerzo titánico de pedagogía, porque muchos de esos desgarros están avalados oficialmente en los textos escolares, donde cada facción sectaria inculca sus falacias y prejuicios. El libro La España raptada. La formación del espíritu nacionalista, de Pedro Antonio Heras (Áltera, 2005), podría convertirse en un vademécum orientador para los nuevos responsables de la educación, marca 20-N, que deseen poner fin al adoctrinamiento militante.
Un botón de muestra. Susana Quadrado se ocupa (La Vanguardia, 22/9/2011) del libro de texto de Medi Ambient, "la asignatura hueso de ciencias", que estudian los niños de quinto de primaria de las escuelas catalanas. En la lección "Símbols de Catalunya"
hay dos páginas en las que se explica la bandera catalana, la Diada del Onze de Setembre y Els Segadors. Al ejercicio práctico que se propone le precede la letra completa del himno, con una invitación a memorizarlo y a ampliar contenidos históricos y audiovisuales en internet. Aunque el sentimentalismo pesa mucho en la historia, ¿realmente es necesario que los niños de diez años se sepan al dedillo Els Segadors?
(...)
En la veintena de páginas del libro de Medi previas a la lección sobre los símbolos, sólo se habla de España y de Europa cuando se describen los mapas físicos (relieves, costas y ríos), apenas nada más. El problema, en el fondo, no son Els segadors, o que se hable de la estructura política y administrativa de Catalunya, sino que en primaria se obvien otras realidades sociológicas y políticas con las que esos niños, de mayores, deberán mantener una convivencia (o una conllevancia). Una letra, la de este himno, que nada tiene que ver con el espíritu de paz con el que un catalanista como Josep Trueta definió a Catalunya y al que Pau Casals puso música con el Cant dels ocells.
Una antigualla política
Lamentablemente, toda esta morralla no es nueva, y tuvo un papel decisivo en las tragedias fratricidas que vivió España a lo largo de su historia. El pecado de los fóbicos y los frívolos que las urnas acaban de barrer consistió en actualizar los mitos y reabrir las heridas, algo que al nuevo gobierno le costará enmendar. Los mitos forman la columna vertebral del entramado secesionista, que carece de sustento en la historia verídica. Fernando García de Córtazar (al que el oráculo del Somatén Mediático, Enric Juliana, calificó de Gran Inquisidor, recordándole su condición de jesuita, por haber pedido que los talibanes de la Generalitat respetaran el castellano como lo respeta, y utiliza, la sociedad catalana) ha consagrado muchos afanes a desmontar este entramado fraudulento. Escribe en Los mitos de la historia de España (Planeta, 2003):
Herrumbrosos o no, tísicos o llenos de vigor, los mitos que surcan las páginas de este libro (...) giran sobre leyendas y narraciones que distorsionan el pasado, entorpecen su conocimiento, lo derrumban de otoños o lo engrandecen de glorias. Historias creadas por intelectuales para hacerlas pasar por verdad, historias que arraigaron en la biblioteca y la tertulia y que muchas veces terminaron atrapando a sus propios inventores.
(...)
La idea que mueve cada página de este libro es la de que el presente de cada nación lo definen sus ciudadanos, no las voces ancestrales de su tierra; la historia de la vida en común, no la memoria impostada de la teología nacionalista; la convivencia integradora, no la soledad del campanario.
(...)
Rectificar lo tradicional por lo racional, decía Azaña en 1931. Curiosamente, setenta años después, lo progresista se ha convertido en todo lo contrario: rectificar lo racional por lo tradicional. Que ese mensaje venga de los nacionalistas y los regionalistas se comprende porque proceden del fondo de lo más rancio del tradicionalismo de toda la vida. Lo que no se entiende es que la izquierda se tome en serio que la modernidad política y cultural pase por satisfacer aspiraciones parecidas a las que tenían los carlistas de hace siglo y medio. Lo que no se entiende es que la modernidad esté en devolver el país al Antiguo Régimen, con sus valores, sus usos y costumbres rebosantes de salud, bendecidos por los curas domésticos y los ordinarios del lugar. Diversidad, aluvión, contagio, préstamo, mestizaje... son palabras que sirven para describir la realidad española, histórica y actual, mejor que cualquier argumento uniformista, pero cuando pluralidad y autonomía se confunden con taifa o virreinato lo que se hace es consagrar una antigualla política, muy parecida a la que brotaba de los viejos folletos que los carlistas ponían en circulación en el siglo XIX.
Engañabobos para reclutar prosélitos
Una de las responsabilidades que debe asumir el nuevo gobierno consiste en aplicar el sedante marca 20-N a los exaltados que se obstinan en envenenar las mentes de las nuevas generaciones con sus fábulas y sus mitos. Para eso, nada mejor que contraponer la verdad histórica a las patrañas de los secesionistas. Por ejemplo, explicar que Rafael Casanova no murió combatiendo heroicamente el 11 de septiembre de 1714 contra los sitiadores de Barcelona, sino que
cuando enarbola el estandarte de Santa Eulalia, para atizar el combate en los baluartes, resulta herido en un muslo y es retirado a toda prisa. La herida no es mortal, y cuando recibe atenciones médicas se preocupa por asuntos menores: ordena quemar sus archivos, solicita un certificado de defunción y delega la rendición en otros mandatarios (...) Días después, con Barcelona en manos del rey Borbón, huye disfrazado de fraile. Y descubrimos, no sin perplejidad, que años más tarde reside en Sant Boi y ejerce la abogacía sin grandes obstáculos.
El artículo del que extraigo estos fragmentos (La Vanguardia, suplemento "Culturas", 11/9/2002) no lo firma un provocador lerrouxista, sino el historiador y novelista Alfred Bosch, que acaba de ser elegido diputado por Esquerra Republicana de Catalunya, partido que utiliza engañabobos como el del "mártir" Casanova para reclutar prosélitos. Con el agregado de que en aquella guerra hubo catalanes que combatieron en las filas de los Borbones y otros que lo hicieron en las de los Austrias. A los primeros, victoriosos, Felipe V los recompensó con la creación de la prestigiosa Universidad de Cervera, en tanto que toda Cataluña se benefició con la apertura del comercio con América.
Irregularidades con responsabilidad penal
Otro factor de confrontación que los fóbicos y los frívolos dejan como herencia al nuevo gobierno, y que éste, resuelto a fomentar la convivencia, la moderación y el diálogo, deberá combatir con fuertes dosis del sedante marca 20-N, es la Ley de Memoria Histórica, tan irritante como torticera. Fue precisamente el 20-N cuando murió Javier Pradera, veterano periodista y editor de izquierdas, en otro tiempo comunista, cuyo abuelo y cuyo padre, figuras prominentes de la derecha española, habían sido asesinados por los chequistas apenas estalló la Guerra Civil. O sea que en él convergían las dos corrientes de la tragedia. Puestos a ejercitar la memoria, conviene recordar el texto de la placa que los combatientes de uno y otro bando colocaron en tierras de la batalla del Ebro: "A los que perdieron la guerra, que fueron todos".
El historiador Josep M. Fradera, de impecable trayectoria democrática y encomiable rigor académico, abordó este tema en su libro La pàtria dels catalans. Història, política, cultura (La Magrana, 2009). Traduzco del catalán:
Actualmente se habla mucho de "memoria histórica". En el gobierno Maragall se encomendó su promoción a un negociado específico (¡si Kafka lo hubiera visto!) en el marco de la flamante Consejería de Relaciones Institucionales. El negociado en cuestión fue poblado inmediatamente por un conglomerado de profesionales especializados en la materia, con una homogeneidad casi a la búlgara, con la misión específica de promover una reivindicación sistemática de un pasado escogido selectivamente. Y de proyectarlo, como es obvio, hacia el presente.
Ahora, la Sindicatura de Cuentas de Cataluña ha remitido un informe a la fiscalía tras observar indicios de irregularidades con responsabilidad penal cometidas en la gestión de ese negociado dotado de "homogeneidad casi a la búlgara".
Apetitos irredentistas
El nuevo gobierno deberá reservar asimismo una buena dosis de sedante marca 20-N para adormecer las ínfulas de los aspirantes a ejercer un quimérico derecho de autodeterminación. Si tratara con personas civilizadas y no con talibanes, le bastaría con remitirlos a las resoluciones de las Naciones Unidas que, después de reconocer el derecho a la independencia de los pueblos colonizados, establecen taxativamente: este derecho no se puede invocar para quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país, porque ello es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Las Naciones Unidas. Pero los interlocutores han sido, hasta ahora, impermeables a los razonamientos, y por eso habrá que sedarlos con la mayoría absoluta. Y con la amenaza de que, si se universaliza ese derecho, Álava podrá romper con la comunidad vasca para permanecer dentro de España, y Barcelona y Tarragona podrán hacer otro tanto respecto de Cataluña. Además, ¿cada cuánto tiempo podrán pedir un referéndum los ciudadanos de las restantes provincias vascas y catalanas para reunificarlas con España?
Es imprescindible, por fin, que el nuevo gobierno no se acompleje cuando los secesionistas lo acusen de encarnar la política del nacionalismo español. No existe tal cosa. Emilio Lamo de Espinosa lo explicó con claridad meridiana (El País, 2/7/2001):
El nacionalismo español tiene, como la Comunidad de Madrid, un solo hecho diferencial: carece de hecho diferencial alguno. Porque los nacionalismos de verdad sí tienen hechos diferenciales. Así, suelen apoyarse en una idea de raza o de comunidad, asentada en el Rh o en una cultura nacional. O intentan imponer su lengua, actividad que se ejercita con fruición del Ebro hacia el norte pero que encuentra pocos defensores más al sur; bastante tenemos con defender el derecho de los hispanohablantes de esas regiones a que, por ejemplo, les den exámenes de selectividad en su lengua. Los nacionalismos suelen tener reivindicaciones territoriales expansivas, ya sea de Navarra, Treviño u otros territorios, mientras los españoles estamos más que satisfechos con no perder lo que tenemos. Los nacionalistas reclaman competencias, transferencias y poderes, mientras los demás cedemos competencias, transferencias y poderes hasta hacer del Estado español quizás el más descentralizado del mundo.
El artículo de Lamo de Espinosa desgrana muchos más argumentos, aunque omite el hecho de que no existe un nacionalismo español con apetitos irredentistas sobre el sur de Francia, apetitos que sí exhiben sin pudor los nacionalistas vascos y catalanes. Para tranquilidad nuestra, y también de nuestros vecinos, la mayoría absoluta del 20-N administra un sedante a dichos apetitos.