Byung-Chui Han y la paranoia crítica
Hay un género dentro de la literatura antiliberal que podríamos caracterizar como paranoia crítica. Salvador Dalí definía el paranoico-crítico como un "método espontáneo de conocimiento irracional basado en la objetividad crítica y sistemática de las asociaciones e interpretaciones de fenómenos delirantes". Sin embargo, los ensayos de Noam Chomsky, Naomi Klein o, más recientemente, Thomas Piketty se inscriben dentro de un tipo de afección intelectual caracterizado por una desconfianza y un recelo patológicos hacia el liberalismo, relacionados con análisis delirantes de una entidad a la que han satanizado convirtiéndola en un trasunto laico del Mal Absoluto: el capitalismo.
El último en caer en el maniqueísmo que implica dicha paranoia crítica es Byung-Chul Han, un filósofo germano-coreano que sigue la tradición de Heidegger de impugnar la sociedad abierta, basada en la razón y la libertad heredera de la Ilustración y la filosofía moderna. Psicopolítica es un ensayo en el que combina el análisis heideggeriano y el marxista para proponer, en primer lugar, que la mayor parte de los individuos en nuestra sociedad están alienados (salvo él y otros pocos más, tipo Foucault o Deleuze, que han conseguido salir de la caverna capitalista y ahora nos iluminan hacia un estado de auténtica libertad). En segundo lugar, que dicha alienación proviene de una conjura de los capitalistas, de los líderes de la sociedad industrial, para, a través del conocimiento de los deseos y las pulsiones sentimentales más primigenias, de la propaganda y la publicidad, controlar el pensamiento y la conducta de los individuos.
Paradójicamente, Byung-Chul Han defiende que nunca ha sido más esclavo el ser humano que dentro del capitalismo porque en dicho sistema todos sus deseos se ven satisfechos. El resto de sistemas socioeconómicos se caracterizarían por la opresión y el tratar de truncar la naturaleza humana; por el contrario, el capitalismo habría realizado la operación inversa, permitiendo una liberalización de los individuos pero desde el punto de vista emocional, de la satisfacción de los deseos. De esta manera, habría conseguido anular lo que es más propio del ser humano, la racionalidad. Podríamos decir que el capitalismo económico confunde libertad con libertinaje (la izquierda cultural siempre ha sido mojigata).
El postulado básico del capitalismo sería, por tanto, para Byung-Chul Han, consumo luego existo, como sucedáneo del original cartesiano.
"Cada vez más se parecen votar y comprar, el Estado y el mercado, el ciudadano y el consumidor".
Por supuesto que, como toda paranoia, se alimenta de rasgos de realidad. En este sentido, Byung-Chul Han no hace sino exagerar algunos rasgos de papanatismo digital, como la entronización del Big Data como paradigma de conocimiento, según defiende el papa cibernético Chris Anderson, y su planteamiento de que los datos brutos "hablan por sí mismos", por lo que habríamos llegado al “fin de la teoría”. Pero de la razonable crítica de la superficialidad de Twitter y el exhibicionismo de Facebook hasta sostener que dicha exposición en las redes convierte la sociedad capitalista-tecnológica en un panóptico totalitario hay un trecho larguísimo.
"La capacidad de prospección de la psicopolítica digital significaría el fin de la libertad".
Se muestra ciego, sordo y mudo ante la evidencia de que la biopolítica del capitalismo precisamente lo que hace es ampliar los espacios de libertad, multiplicándolos no hasta el amorfo infinito sino hasta los límites de la experiencia humana, al permitir que sean los heterodoxos, los freaks, los divergentes los que marquen el paso de la sociedad a través de las vanguardias económicas, artísticas y tecnológicas. En lugar de triunfar la uniformidad de la masa, en el capitalismo del siglo XXI triunfa otro concepto de Chris Anderson que, sin embargo, Byung-Chul Han silencia de manera infame: el long tail o "larga cola". Porque si bien es cierto que el Big Data podría suponer una herramienta de control carcelario y político en manos del Big Brother estatal, en el contexto de un mercado liberal implica la existencia de una cultura de la diversidad porque permite poner en contacto a las minorías que antes estaban inconexas y que ahora, gracias a las tecnologías de la comunicación que Byung-Chul Han analiza tan parcial y pobremente, pueden constituirse en una masa crítica suficiente para crear una demanda organizada, con poder suficiente en el mercado para ver satisfechas sus rarezas. En todo caso, cabría protestar porque los idiotas al estilo de Sócrates o Descartes no sólo hoy no serían perseguidos, sino que contarían con sus quince minutos en las TED Talks. Incluso un idiota tan pobre conceptualmente como Byung-Chul Han.
Byung-Chui Han, Psicopolítica. Neoliberalismo y nuevas formas de poder, Herder, Barcelona, 2014, 128 páginas.