Escohotado: “El Estado de Bienestar siega la hierba bajo los pies del guerracivilista”
Escohotado me recibe en su casa al norte de la capital de España. Son las cinco de la tarde de un caluroso domingo de junio y me ofrece un gazpacho de su cosecha . Le regalo un cojín para los toros decorado con una montera. No es aficionado a las corridas pero he leído en algún lado que iría a la última corrida que hubiese, en el caso de que fuesen prohibidas, para defender el derecho de las personas a asistir a las mismas. La "autonomía de la voluntad" es una constante en su vida y en su obra. Comenzó escribiendo sobre Hegel, más tarde realizó una monumental historia de las drogas y últimamente ha terminado su obra más ambiciosa y de la que se siente más satisfecho: la trilogía sobre Los enemigos del comercio.
Se sienta en el sofá del salón-estudio a través de cuya ventana se ve la sierra. Un busto de estilo grecorromano, muchas fotografías familiares e infinidad de libros nos rodean mientras empezamos a hablar de su trabajo en estos momentos, la actualización de su libro sobre historia y metodología de la filosofía. Se sienta al ordenador, me lee un párrafo de Laciencia de la lógica de Hegel sobre máquinas que calculan y se entusiasma.
–¡Qué bestia, qué tío, qué talento! ¡Qué profundidad, qué anticipación, qué locura!
Cuando termine la actualización, tiene entre sus proyectos escribir sobre la cuestión de los sexos, la discriminación positiva y hasta qué punto la ley que se ha aprobado sobre violencia de género es favorable o no a la causa de las mujeres y la igualdad. En su momento, estuvo encerrado en una cárcel franquista por "tentativa imposible de tráfico de drogas". Aprovechó el año entre rejas para redactar Historia general de las drogas gracias a las fichas que llevó consigo. Ahora ha estado "encerrado" durante diecisiete años buceando en internet para escribir Los enemigos del comercio.
–Internet es el nous poietikós o intelecto agente de Aristóteles. Inteligencia viva, que a golpe de clic, con paciencia y cribando las fuentes, permite literalmente saber de todo, y con gran lujo de pormenores. Es muy frívolo por parte de Nicholas Carr pretender que Google nos hace más estúpidos. Allá él si elige memeces, como quien visitando el Louvre prefiere mirar a los turistas. Nunca nada nos exime del sentido crítico, y la potencia de internet brilla por ejemplo a la hora de documentar la historia de los movimientos comunista y liberal. Consúltese es formidable Marxists Internet Archive, donde tienes no solo todo Marx y Engels, sino Bakunin, Trotski, Stalin… De Lenin te ofrece más de cuatro mil documentos. Para los liberales es especialmente útil el Library Freedom Project, que te ofrece hasta la correspondencia de sus teóricos. Estando a un clic de esos vastísimos repertorios, que no faltan en otras ramas del conocimiento (véase a esos efectos la colosal página Entropy, o sencillamente el "imágenes" de cada gran pintor), comprendemos que Carr es misántropo, perezoso o simplemente corto de luces.
Después de esta espero que sustanciosa introducción, paso ya a las preguntas y respuestas directas.
¿En el caso de legalización de las drogasse deberían vender en las farmacias o en los supermercados?
Eso que lo determinen los políticos, o vía referéndum. Parece que cuanto más activo es un fármaco más recomendable es que esté en manos de farmacias y laboratorios, donde todo se pesa minuciosamente, porque la única forma sensata de consumir es conociendo dosis. La LSD, por ejemplo, es activa desde 20 millonésimas de gramo, y resulta razonable no venderla en herbolarios y súpers sino con prospecto, como la heroína, las anfetaminas y la cocaína. La maría, el hachís o el propio opio son mucho más grandotes, y sí podrían venderse allí. Pero esto lo tiene que determinar cada territorio, y primero hay que derogar la prohibición. Es imprescindible ser consciente de que el experimento fue prohibir, y sencillamente creó un remedio mucho peor que la supuesta enfermedad, con la cual convivió el ser humano desde siempre. Si se nos ocurre el disparate de ilegalizar quedarán en solfa los derechos civiles, y a alguien se le ocurrirá regular la fornicación, el estudio o el turismo. Todo lo no prohibido es legítimo, y algún día volveremos al principio grecorromano de la sobria ebriedad, considerando las substancias psicoactivas como lo que son: objetos neutros y laicos, que usados con prudencia multiplican nuestra capacidad de trabajo, disfrute y resistencia ante la enfermedad.
Para comenzar con cuestiones que tienen que ver con Los enemigos del comercio, continuando con la metáfora de las drogas, ¿con cuál compararía al capitalismo?
¡Con el conjunto del arsenal psicoactivo! (risas) Con la combinación de drogas de paz, drogas de energía y drogas de viaje.
¿Y el comunismo?
(Reflexiona) Podría ser con bromuro de potasio, un fármaco estupefaciente en sentido estricto, usado otrora en cuarteles para adormecer la libido, y el sentido crítico.
El rango que abarca su investigación recorre la franja histórica que va de los manuscritos del Mar Muerto a los últimos movimientos populistas.
El tercer volumen termina con una entrevista hecha por Pablo Iglesias a Toni Negri, en octubre de 2016, y empieza en octubre de 1916, justo un siglo antes, cuando Lenin ha recibido entre 10 y 20 millones de marcos oro para que Alemania pueda olvidarse del frente oriental, y concentrar sus esfuerzos en el occidental.
Al final del libro comenta la situación de su generación, que con un gran sentido del valor de la libertad, sin embargo, se hace comunista.
De ahí atender tanto a Sartre, Camus… hasta el posmodernismo. Había mucha gente inteligente, pero quizás era el espíritu del tiempo. En parte porque nos faltaba información sobre lo que estaba pasando en la Unión Soviética y en la China de Mao. En parte porque incluso admitiendo sus horrores cabía imaginar que Marx lo habría hecho bien. No nos dimos cuenta de que era un despropósito desde el principio hasta el final. A mí me llevó tiempo comprender que "los últimos serán los primeros" es pura incoherencia, aunque solo eso respaldara la supuesta ley de progreso social por guerra civil. Decir que los últimos serán los primeros significa "no voy a permitir conciliación de ninguna especie".
De todos modos, sí que hubo algunos que se mantuvieron lúcidos…
Sin duda. Malraux, Camus, Russell, Wittfogel, Kojève… También entro en detalle sobre eso. Me pareció fundamental matizar al máximo cómo dos o tres generaciones –la última fue la mía– se vieron seducidas por la idea de un mundo sin clases, por ejemplo, que no resulta menos delirante. Un mundo sin clases es un mundo coagulado como las piedras. Pero Marx juega siempre con la ambigüedad de llamar clases a los estamentos, cuando las castas sí que son inmóviles: donde naces, mueres.
En algún sitio comenta que Marx no entendió bien del todo a Hegel.
¡Ni siquiera lo lee entero! Lo usa para intentar consolidar su idea fija, la del rencor clasista como motor del progreso histórico. Menuda incoherencia, y menuda canallada. Hegel es el filósofo de la reconciliación, el que reivindica el perdón. Lo que viene después del Terror jacobino es la propuesta hegeliana del perdón. Hegel es liberal. Quien lea su Filosofía del Derecho comprenderá de inmediato que no fue un totalitario, como Marx. Como con las drogas, algunos se arrogan el derecho a ignorar por completo una materia y al tiempo tener sobre ella ideas "absolutamente indiscutibles".
Hegel había leído a Adam Smith…
¡Seguro! Y hace un comentario finísimo sobre su tratado (cita de memoria): "De repente una decisión comercial puede hacer que resulte caduca una clase entera". Y eso es cierto…
En Francia, todos los políticos han citado durante la campaña para la Presidencia de la República a Albert Camus. A usted le cita el equivalente en España al triunfante liberal de centro Macron, Albert Rivera, para defender en el Parlamento la postura favorable de su partido, Ciudadanos, a los tratados de libre comercio.
Sabiendo que estaba en Ibiza, Albert apareció a las dos para volverse esa misma noche, y estuvimos charlando siete horas.
¿Y de qué hablaron?
Resumir siete horas es difícil. Le estuve comentando cosas que podrían serle útiles a España: normalización de la marihuana, destacando la cantidad de empleo y liquidez derivada de gravar sus transacciones, que aliviaría de inmediato las apreturas actuales para financiar las pensiones, el pago de la deuda… Miles de millones de euros pasarían de la economía sumergida al Fisco sencillamente apuntalando la seguridad jurídica de quienes hoy trapichean, tienen grow shops y crearon cientos de clubs de fumadores como el de Barcelona, que cuenta con 2.500 socios. Aunque la mayoría de jueces hace la vista gorda, nada impide que alguno arruine y encarcele a docenas de personas. Según datos oficiales, en España fuman habitualmente cuatro millones de personas, y ocasionalmente hasta quince. ¿Cómo acosar a tal número de personas por un producto que no ha matado jamás a nadie? Dejamos de perseguir las antes llamadas "desviaciones sexuales", pero seguimos transigiendo con una actitud medieval en materia de ciertos compuestos y plantas que son una bendición de Dios, casi comparables al agua.
Hablaron también de…
... derogar la ley de "patada en la puerta", que sigue vigente y es humillante para cualquier ciudadanía; derogar ahorros del loro como la ocurrencia zapateril de quitarle la pensión al jubilado que siga trabajando; cortar la grotesca costumbre de financiar con fondos públicos iniciativas guerracivilistas y separatistas; tomar la iniciativa en materia de algunos referéndums, para demostrar que el rencor clasista y nacionalista sigue estando en minoría…. Frenar las iniquidades derivadas de que La Trinca Zapatero, Aído y Pajín hiciese de Solón y redefiniese deberes y derechos de padres, hijos y esposos, el asunto más delicado de todos, con la arrogancia del ignorante elevado a pontífice máximo. Revisar la discriminación positiva, dándole algo parecido a un plazo de caducidad, y analizar de modo ecuánime los resultados de la nueva legislación, no vaya a ser otra vez peor el remedio que la enfermedad… Cómo manejarse con el resto de los partidos… En qué sentido el liberalismo compromete con la apertura… Por lo demás, una charla básicamente personal, sobre la cual, por supuesto, no comment. Albert es el hoy el hombre providencial para los demócratas realistas.
Pero también es usted un gran defensor del Estado de Bienestar, que va más allá de la igualdad jurídica para plantear cuestiones de seguridad en la salud y la educación que exigen un gran esfuerzo y una gran coacción en forma de impuestos.
El Estado de Bienestar siega la hierba bajo los pies del guerracivilista, y es pasmoso que haya logrado sacar adelante medicina, educación, seguros de desempleo y jubilaciones para todos sin excepción. Jamás hubo algo parejo, que precipitó la implosión de un bloque soviético comprometido con lo mismo pero incapaz de acercarse en prestaciones. Quizá estemos en el umbral de retoques más técnicos que ideológicos, donde la actual ratio entre presión fiscal y servicios públicos tratará de afinarse en aras de su propia sostenibilidad, con instituciones como el copago y otros recursos moderadores del chupóptero, a quien siempre será más barato atender como tal –en línea con el minusválido– que subvencionando su multiplicación con un pretexto u otro, como oponerse a la reconversión industrial. Mi caso no es extrapolable, ya que nunca pernocté en un hospital, no me someto a análisis hace más de treinta años y estoy resuelto a morir sin radio o quimioterapia. Medio siglo de pagar la Seguridad Social como demandan quienes convirtieron al médico en sustituto del confesor y las operaciones en suplentes del peregrinaje a santuarios sugiere que habría ahorrado lo suficiente para vivir la senectud con mucho mayor desahogo, pero admito con gusto y hasta orgullo haber contribuido al altruismo que desarmó al tribuno mesiánico. No me extrañaría que la UE ensayara bajar los impuestos, favoreciendo que cada cual se busque su seguro aprovechando el modelo norteamericano, donde la presión fiscal sobre empleadores y empleados es aproximadamente inferior en un tercio, aunque eso dependa de hacer honestamente las cuentas, y no olvidar que en la tierra de Jefferson los principios de autonomía e iniciativa son lo bastante robustos como para que hasta el inmigrante recién llegado se pase al individualismo. En Europa bien va por ahora un tercio más de detracciones, como solución de compromiso –o más bien expiación– por consentirse el victimismo.
El islam, tan de actualidad hoy en día por la inmigración, por una parte, y por el terrorismo islamista, por otra, tiene una actitud básica de desconfianza hacia la actitud comercial, sobre todo a la actividad bancaria.
Mahoma es comunista. Y el califa Omar es comunista. Los fundadores del islam son comunistas. Aunque los árabes crearon el primer imperio comercial desde los griegos y fenicios. Desde el siglo VIII los emporios son árabes: el califato de Córdoba, el de Damasco, la densa red de caravanas, megalópolis como El Cairo… son inventos musulmanes. El problema del islam es que el Corán no es un texto original en el sentido en que lo puedan ser el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino una mezcla de ambos con maniqueísmo, pues Mani es según Mahoma el único profeta a la altura de Moisés, Jesús y él mismo. Sus territorios comprendían la Arabia Felix –una franja costera feraz y tranquila políticamente, llamada también Cuerno de África, en el actual Yemen– y la Arabia Pétrea, plagada de guerras tribales y sin nada que exportar, en contraste con el incienso, la mirra y la canela de su homónimo dichoso. El Corán narra vicisitudes y creencias de una tribu que se sobrepone al resto de las beduinas gracias a lo que Ibn Jaldún llamó asabiya (cohesión), cuyo éxito expansivo llevó a olvidar su contenido originario –un himno de batalla–, en el cual las tesis teológicas son imitaciones de libros ya escritos, hasta transformarse en un cajón de sastre donde lo mismo caben advocaciones a la filantropía y la compasión que a la guerra santa contra todo infiel. Exigiendo pena de muerte para todo apóstata, consagra como crimen supremo cambiar de idea, una salvajada que solo resucitó intacta con la persecución del revisionismo en la URSS. Pero ¿dónde estaría la Humanidad si no pudiésemos revisar ideas y acciones?
A nosotros, que hemos visto caer el comunismo tras el Muro de Berlín y la creación de la Unión Europea, ¿se nos permite albergar esperanzas con respecto al futuro?
Me espanta la futurología. Sé que estamos mejor que nunca, rodeados como siempre de peligros y decisiones equivocadas, aunque capitalizados como nunca. El principal problema es qué hacer con las basuras, por supuesto fruto de la propia prosperidad, para que no se evapore el planeta como una pavesa, en parte envenenado por la radioactividad y en parte cubierto de plástico. Esta es la tarea inmediata del ser humano… La ecología es la asignatura actual.
Ahora que voy a cumplir los setenta y seis, me asombra lo tonto que era a los treinta. Si no lo soy tanto es en función de aprender tres o cuatro cosas, que fui describiendo en sucesivos libros: que los crímenes sin víctima –otrora crímenes de lesa majestad– son en realidad crímenes de lesa humanidad; que las drogas son el único paraíso no artificial; que la libertad es la única seguridad, y la única senda hacia la prosperidad; que la prosperidad resulta positiva en todos los sentidos, y es tan justo como cuerdo amar la ganancia –en palabras de Goethe–, sin perjuicio de que amar la generosidad nos enriquezca todavía más. Todos ellos fueron hallazgos, al amparo de saber que no sabía pero estaba en mi mano estudiar, y a lo mejor aprender, en todo caso sin la tiranía de alguna idea fija.
En El espíritu de la comedia cita de pasada que le gustan Billy Wilder y Ernst Lubitsch. Wilder tiene una película, 1, 2, 3, en la que hace una ácida comedia sobre el presidente de Coca Cola en Berlín en el tiempo de la separación en dos ciudades, la capitalista y la comunista.
¡James Cagney está genial!
Con un personaje que no es que sea un dechado de bondad pero que actúa de manera que a través de la actividad comercial busca beneficiar a los demás y, claro, a sí mismo.
Eso empezó viéndolo Mandeville en La fábula de las abejas, el más mordaz alegato contra el buenismo, y desde Adam Smith no hemos parado de investigar las consecuencias no pretendidas de la acción, con polígrafos que trascendieron la mera erudición para internarse en pensamiento constructivo, como Weber y Schumpeter… Incluso Durkheim, un socialista democrático que se tomó el trabajo de leer a Marx, y fue quizá el primero en observar que su obra pretextaba investigar pero siempre se mantuvo en los confines de la autoconfirmación. El socialista mesiánico es más bien comunista, y no tiene inconveniente en perseguir el revisionismo con campo de concentración o escuadra de fusilamiento.
En ese sentido, sería más favorable a los trabajadores Amancio Ortega que Pablo Iglesias.
Amancio Ortega es un trabajador, Iglesias un demagogo. Para "no abusar de los débiles", Iglesias propone una distribución de la renta inversamente proporcional a la capacidad y disposición productiva de cada uno. Cuanto más chupóptero, más social; cuanto más workaholic, menos amigo del pueblo.
¿Qué tal la entrevista con Iglesias?
Gentil por ambas partes. Anticipando erróneamente un encuentro bronco, y sabiendo que Dionisos me blinda un poco ante la grosería, mi vaso de agua fue de ginebra y pagué la equivocación con lentitud cerebral. Por ejemplo, se me olvidó la distinción entre socialismo mesiánico y socialismo democrático, que tanto me había costado descubrir como categoría analítica. ¡Dionisos –y algún polvito más, junto con un buen porro– me ralentizaron!
¿Qué opinión tiene de Macron, el presidente de la República Francesa? Me ha venido a la cabeza porque en sus tiempos de estudiante hizo un trabajo sobre Hegel.
Todo lo positiva que cabe, antes de verle actuar. Conocer a Hegel es una garantía de pensamiento fuerte. Todo lo contrario de dogmatizar.
Tienen los franceses a este sabio platónico, filósofo y político a la vez, que es Kojève.
¡Un genio! Es el que diseña la UE, ni más ni menos. Precisó que la ciencia suscita la alegría del descubrimiento, mientras la política depara la alegría del logro. Fue también el alma mater del GATT, el tratado marco sobre acuerdos arancelarios que se transformaría en la OMC. Nada más aprobarse el GATT comentó que la satisfacción del político supera a la del científico, cuando cumple su deber como servidor público.
La misma UE es un pacto de "amigos del comercio" y comenzó...
… como la Comunidad del Carbón y del Acero, formada por Francia, Alemania y el Benelux. Hacer Los enemigos del comercio me forzó a estudiar lo que el filósofo aparta por prolijo y pedestre: la evolución de la agricultura y la industria, el derecho de patentes, los tratados comerciales, la génesis de gremios y sindicatos, las balanzas de pagos, el desarrollo de la contabilidad y la estadística, la demografía, los orígenes del desarrollo económico, la formación de precios, el tránsito del metálico al papel moneda, los primeros mercados financieros… En fin, el hardware subyacente al software ideológico, que convirtió lo borroso en algo más definido. Y eso ha serenado mi insaciable curiosidad, cuando la vida empezaba a atardecer, y ahora a anochecer. ¡Qué gran regalo el de un mundo algo más nítido, en el trance de hacerse a sí mismo! Nos despedimos con el desprendimiento conquistado al buscarse más allá del propio ombligo, transformando la pequeñez subjetiva en depósito de la inmensidad objetiva, como un vaso al llenarse.
Porque la muerte es algo que está ahí pero, al mismo tiempo, nunca se siente como algo próximo ni siquiera propio. Algo así decía Epicuro cuando recomendaba no preocuparse de la muerte… Su actitud ante la vida en general, y las drogas en particular, siempre me ha parecido muy epicúrea.
Epicuro es la persona más odiada por el vendedor de cielos e indulgencias. Insufrible sería desde luego saber cómo y cuándo moriremos, porque nos paralizaría desde ese instante. Pero la incertidumbre nos salva, y así como sabemos bien qué es el dolor y el miedo, nadie sabe nada sobre el término. Si no caemos en supersticiones, la enfermedad incurable llamada senectud nos enseña a convertir el instinto de supervivencia en su opuesto, un instinto de despedida cuya fuerza resulta proporcional al sentimiento de haber aprovechado la vida. Lo equivalente a rezar es para mí pedir que un derrame cerebral o un infarto masivo me eviten recurrir a eutanásicos, cosa que hago cotidianamente, esperando dormir para siempre, sin sueño alguno, adentrado en la nada absoluta. Tampoco se me olvida que para Sócrates y otros maestros del género humano no cuentan siglos ni milenios, y que la vida de la fama es una evidencia, mientras no la confundamos con nada parecido a existir. Quien llegó a saber algo que no sabía hizo ya su hazaña, y bien puede aceptar lo inevitable con entereza. No hay nada más patético que aferrarse a la vida cuando te está diciendo adiós.
De su propia obra, ¿de qué se siente más orgulloso?
De Los enemigos del comercio con gran diferencia, dado lo durísimo de su parto. ¡Diecisiete años sin respiro! Entre tanto, me fue dando las alegrías de cada hallazgo. Pensaba que esto era así y sin embargo era esto otro… ¡Qué gozada, qué maravilla! Poco a poco vas sustituyendo la foto imaginaria por la foto verídica.
Caigo ahora en que tanto Jünger como Hoffman y usted han tenido una vejez muy saludable, muy lúcida y muy larga. ¿Tendrá alguna relación con las drogas?
¡Seguro! La LSD podría ser fuente de longevidad.
Jünger vivió hasta los 103 años de plenitud física y de lucidez…
¡Y Hoffman hasta los 101! Yo voy a cumplir setenta y seis, y no pillo un catarro hace veinte. Pero mi caso es probablemente muy distinto al de Ernst y Albert, y el propio Albert me sugirió "no vivir tanto", poco después de hacerse centenario. Estoy mal acostumbrado por mi propia salud desde los cuarenta y uno, cuando tuve la segunda hepatitis, y achaques que no viene al caso precisar sugieren que quizá sea inoportuno vivir más de dos o tres años. No concibo vivir a disgusto, y tengo un botiquín aceptable de emergencia, que no usaré mientras las cosas sigan bien. En todo caso, muchísimo tendría que cambiar para ponerme en manos de algún protocolo médico, y solo pensarlo me avergüenza. Más de una vez he llorado pensando en cuántos miles de millones de seres humanos siguen y seguirán ese camino, sufriendo como animales.
¿Qué le parece la Ley del Tabaco, promovida muy intensamente por las asociaciones médicas?
Anticonstitucional. Si el artículo 1 enuncia la libertad como valor supremo, ¿cómo exigir al fumador que vea fotos truculentas –y a veces trucadas, como el sujeto con el tumor de cuello– en los paquetes? A esos higienistas les trataría con supositorios de mostaza, como los árabes hacen con sus canallitas.
Cuando antes hablaba usted de una vida satisfactoria pensaba en sus amigos, porque usted has pertenecido a una de las generaciones de ensayistas más brillantes de España: Savater, Azúa…
Fernando Savater y Javier Echeverría, que entonces andaban en cuarto de carrera, asistieron con alguna asiduidad al seminario sobre Hegel que impartía en la Autónoma, así como Eugenio Trías. Toda nuestra generación está en deuda con Javier Pradera y Jorge Herralde, directores de Alianza y Anagrama, respectivamente, y a El País de los buenos tiempos, cuyo verdadero espíritu era Pradera. Pero Eugenio, Fernando, Javier y Félix obtuvieron el Premio Nacional de Ensayo, junto con otros treinta y tantos colegas desde entonces. Tomo como un honor que ni el PSOE ni el PP me considerasen digno de él, y también que me llamen fascista y radical de derechas quienes me tuvieron por prototipo de lo contrario. Mis valores siguen siendo los mismos, y el único cambio ha sido saber algo más que antes sobre lo real.
Sus libros se venden mucho…
Quien se interese por el detalle de mis relaciones con el estamento docente puede consultar los documentos reunidos por Guillermo Herranz en Frente al miedo. Traté de contraatacar como un jugador de ajedrez en 2006, aprovechando las únicas oposiciones a cátedra a las que me presenté, meses antes de cumplir la edad de jubilación, porque cabía esperar que el tribunal me tumbase en el primer ejercicio –el de currículo–, y esa arrogancia aseguraba recurrir con éxito. Me alegré por eso de los siete ceros adjudicados por mis siete juzgadores, y cuando el Ministerio rechazó el recurso por venir fuera de plazo gané el asunto en la Audiencia, y luego en el Supremo, que me abrió la vía contencioso-administrativa rechazando las alegaciones del Ministerio como "maniobra dilatoria", y condenando a indemnizarme con bastantes euros. Para entonces era 2009, y me froté las manos sabiendo que ganaría con seguridad el contencioso, algo no logrado en oposiciones a cátedra desde 1917, pero no calculé que mi abogado me dejaría en la estacada por el único camino practicable, que era dejando pasar el plazo de presentación de la demanda. Con esa trampa terminó mi partida de ajedrez. Pude echarle de la profesión por negligencia, pero no luchaba contra un miserable sino contra la arbitrariedad de un gremio, y encajé el revés ayudado por la dicha de dejar atrás una casa donde nunca fui bienvenido. ¡Qué gozada pasar página!
Lo que me interesa en ese sentido es comprender cómo tantos han pasado como usted de la conciencia roja, comunista, a la conciencia liberal o, incluso, conservadora. Y también cómo es que comulgaron con aquel espíritu libertario que les caracterizaba con una ideología tan opresora. En caso contrario, no conozco a nadie…
Está Verstrynge…
Pero Verstrynge pasó de ser un falangista de derechas a ser un falangista de izquierdas, es decir, nunca ha dejado de ser falangista…
Por lo que respecta a nosotros, el espíritu del mundo pasaba por una mezcla explosiva de opuestos, como si la libertad fuese compatible con el mesianismo criminal. Joan Baez cantaba al Che como redentor planetario, yo por supuesto coincidía, y no solo la franja que hoy llora la caída del Muro sino buena parte de quienes la celebran vivíamos batidos por una especie de siroco demenciante, sintiéndonos tan ajenos a lo real como el Mersault de Camus, extranjeros todos en nuestras propias tierras. Lo cruel e inhumano pasó por compasivo y humanista hasta cuando terminaron los años 80, y solo entonces empezamos a comprender que durante décadas habíamos excluido la reconciliación por dogma, sin más fundamento que ver en ello una traición al marxismo, digna del castigo previsto para el apóstata musulmán. Clérigo de aquella religión atea, al intelectual le tocó participar más o menos de cerca en cómo un mundo cabeza abajo en teoría creaba otro puesto de rodillas en la práctica ante comandantes supremos, pasando él mismo de clac y alborotador a responsable de manzana, comisario popular y luminaria académica.
Derrida y Althusser dejaron diarios íntimos póstumos que coinciden significativamente. Ambos se pasan la vida temiendo ser llamados fraude, porque su vocación les mueve a ser profesores excepcionales, aunque el carácter les impide leer concentradamente, forzando a disertar sobre autores y épocas sin haberse podido informar de primera mano. También ambos atribuyeron el conflicto entre vocación y formación al imperio de la mercancía, sin cuyo fetichismo todo sería distinto.
Lo que me hace rememorar a Ernst Jünger, posiblemente el tipo más duro del siglo XX.
Me intimidaba un poco lo inseparable de su prosa cristalina, su coraje guerrero y una actitud metafísica ante cualquier adversidad. Siempre le llamé "Herr Jünger"; él me decía: "Pasa de tratamientos, Antonio", y yo me justificaba alegando que desde Juegos africanos –donde narra su alistamiento en la Legión francesa a los 17 años, mintiendo sobre la edad– "me causa cierto temor reverencial" (risas).
Capaz de oponerse a Hitler…
Algún desinformado le llama nazi.
¿Prefiere a Jünger como novelista o como ensayista?
Quizá más como pensador que como novelista. El tomo primero de Radiaciones me parece deslumbrante. La emboscadura es un himno simultáneo a la benevolencia y al coraje, que propone "odio eterno a la crueldad" y amor al resto de lo real, divisa de "la persona singular soberana". Cuando insinué algo sobre sus hazañas como alférez dijo que no se acordaba, mientras bebía aprobadoramente Viña Ardanza del 70. Otra vez preguntó si los Alba le dejarían ver el Palacio de Liria, y cuando fue posible apareció armado de lupa y diligencia, hasta revisar cada rincón.
Por cierto, sus parejas han sido en general de larga duración…
Romper me duele mucho. Le dices a una mujer que serás su compañero y apoyo, y cuando toca partir me siento un traidor aunque no haya remedio. Devorado por el superego, estuve en Tailandia, y Sesenta semanas en el trópico fue un ejercicio de expiación, contiguo al exorcismo. Mejor un año de cárcel que una semana de mal de amores.
Número 71-72
Varia
- Castro y Chávez: las delirantes relaciones entre Cuba y VenezuelaCarlos Alberto Montaner
- El neocomunismo cristiano. La extraña renuncia del papa BenedictoAlicia Delibes
- La lucha de Jacob. El mito del progreso y la YihadJosé Sánchez Tortosa
- Un turista extraño en Israel: Jalal Al-e AhmadJulián Schvindlerman
- La guardia pretorianaJuan Pedro Ledesma
- Juan Ramón Rallo, ¿impostor o heterodoxo?Santiago Navajas