Nancy MacLean, o la Historia como paranoia
Democracy in chains parece una secuela menor de La doctrina del shock1. MacLean comparte con Naomi Klein el afán por derribar a toda costa a un gigante del liberalismo –Milton Friedman en aquel libro, James Buchanan en éste– y una misma metodología: dar por sentada la hipótesis y mostrar sólo los hechos que puedan apuntalarla, aunque haya que inventárselos. El objetivo común es colocar a un pensador como centro de una inmensa conspiración encaminada a implantar medidas liberales en contra de la voluntad de la gente. El resultado, un intento de destruir la reputación de un sabio muerto en el que todo, incluyendo los signos de puntuación y las conjunciones, es mentira.
El libro trata de demostrar que toda la teoría de la elección pública no es más que un intento de imponer políticas contrarias a la democracia, y en concreto políticas con la intención de mantener el statu quo racista vigente en los estados del sur de EEUU. De ahí el título, ya que la expresión en cadenas suele usarse en Estados Unidos para referirse a los esclavos negros o en nuestros días para poner la etiqueta de racistas a rivales políticos, como hiciera Joe Biden en la campaña de 2012. Buchanan se habría inspirado en la obra de John Calhoun, uno de los principales líderes esclavistas norteamericanos, para fundamentar sus teorías, y habría pasado la antorcha a los liberales de hoy día a través de las donaciones de los hermanos Koch. Para su autora, la historiadora y profesora de Duke Nancy MacLean, estudiar el sector público con las herramientas de la economía y bajo la óptica de los incentivos a los que están sometidos tanto funcionarios como cargos políticos sería una forma velada tanto de racismo como de nostalgia por regímenes menos democráticos, donde quien tome las decisiones no sea el pueblo sino una minoría poderosa.
La voz de alarma sobre las tergiversaciones de MacLean la dio el economista Russ Roberts2 al ver cómo había citado selectivamente a su colega en la George Mason Tyler Cowen hasta el punto de hacerle decir lo contrario de lo que realmente decía. Tras definir un texto suyo como “una guía para el asalto a la democracia de una quinta columna” lo intentaba demostrar citando frases como “el debilitamiento de los controles y contrapesos [entre los poderes del Estado] podría aumentar las posibilidades de que los resultados fueran mucho mejores”. Pero la cita completa era ésta:
Dada la inestabilidad del sistema parlamentario de Westminster, tal y como se ha descrito anteriormente, es poco probable que los Estados Unidos mejoraran si se movieran en esa dirección. Mientras que el debilitamiento de los controles y contrapesos podría aumentar las posibilidades de que los resultados fueran mucho mejores, también aumentaría la probabilidad de que fueran mucho peores. Además, la legitimidad ampliamente percibida de la Constitución sugiere que un cambio así conllevaría unos costes de transición desastrosos.
Es decir, Cowen no sólo no apoyaba un sistema dictatorial por la posibilidad de mejores resultados, como argumentaba MacLean, sino que estaba discutiendo la adopción de un sistema democrático distinto en la línea del británico, para además mostrarse contrario al mismo. Al citar sólo un fragmento de una frase y aislarlo del contexto, la historiadora hacía a Tyler Cowen defender la posición opuesta a la que estaba realmente defendiendo.
A partir de ahí, el libro empezó a llamar la atención de numerosos autores liberales que, más conocedores de la obra de Buchanan y la escuela de la elección pública, estaban en mejor posición de saber si el ataque de Democracy in chains tenía o no tenía sustancia. Y lo que se han encontrado es que el libro está tan plagado de errores –existe incluso una hoja de cálculo que los recopila y resume, cifrándolos a día de hoy en 79– , cuando no mentiras deliberadas en muchos casos, que toda la tesis de MacLean se vendría abajo si se corrigieran.
Así, por ejemplo, Democracy in chains se abre hablando sobre el caso Brown, en el que el Tribunal Supremo prohibió la segregación racial en los colegios, para indicar que la propuesta de Buchanan de crear un centro de estudios económicos sería una reacción contra esta imposición sobre los derechos de los estados, para lo cual, dicho sea de paso, se inventa una conversación ficticia y hasta pone en palabras el pensamiento de Buchanan, lo cual se puede calificar, siendo benévolos, de muy poco riguroso. Resulta irónico que un libro que parte del dogma de que las decisiones de la mayoría no deben estar constreñidas por constituciones ni leyes como aducía Buchanan apoye sin embargo las imposiciones de un tribunal sobre las decisiones democráticas de la mayoría de los ciudadanos de Topeka (Kansas). Pero la contradicción sólo aparece si usamos las palabras tal y como se definen tradicionalmente. Empleando el nuevo diccionario del progresismo, que tan bien aplica la izquierda en España, democracia es todo aquello que se mueva en la dirección que los progresistas quieren, al margen de los medios que se empleen. Y según esa definición, naturalmente que Buchanan, Tyler Cowen y todos los liberales del mundo son enemigos de la democracia.
MacLean dedica el resto de las primeras 76 páginas a relacionar a Buchanan con pensadores y políticos racistas y segregacionistas. Califica a Calhoun como la “estrella polar intelectual” que guía a Buchanan pese a no encontrar ninguna cita al primero en las décadas de artículos y libros publicados por el segundo. De hecho, Gordon Tullock, el coautor del libro que le permitió ganar el Nobel de Economía, The Calculus of Consent, escribió ya en 1975 que ni él ni Buchanan habían leído jamás al esclavista3. También considera que le inspiró el grupo literario conocido como los Agrarios Sureños, y en concreto con uno de ellos, Donald Davidson. Pero Davidson no aparece en ninguno de sus escritos4 y la única prueba, por llamarlo así, que ofrece de esa inspiración es el uso por parte de ambos del término Leviatán para referirse al Estado. Sin embargo, como sabe cualquiera mínimamente familiarizado con la historia del pensamiento liberal, y hasta con la historia del pensamiento a secas, el origen de esa referencia es Thomas Hobbes, autor al que sí referencia Buchanan en sus obras, y su libro del mismo título, publicado nada más y nada menos que en 1651.
“Nada dio más energía a este movimiento de mala muerte que Brown”, escribe MacLean, refiriéndose al movimiento libertario norteamericano. ¿Sus pruebas? Ninguna. No, en serio. Literalmente ninguna. Cita a Frank Chodorov tan selectivamente como a Tyler Cowen, porque el fundador de la revista The Freeman considera en el texto que cita el fallo del caso Brown como algo “en línea con lo más profundo y fuerte y generoso de nuestra tradición histórica”5, poniendo la decisión como el último ejemplo de lo poderosa, para bien, que era la idea de Jefferson de incluir la igualdad entre los seres humanos en la Declaración de Independencia. Es imposible leer ese editorial y pensar que su autor está no sólo en contra, sino que es una demostración de que estar en contra fue un acicate esencial para el movimiento en el que se encuadraba. A no ser, claro, que trajeras esa conclusión de casa y estuvieras buscando frases fuera de contexto para justificarla.
El centro de sus críticas a Buchanan, y de hecho la única forma que tiene de asociarlo con la polémica del caso Brown con la que abre el libro, fue un artículo que escribió en 1959 junto a su colega G. Warren Nutter favorable a los cheques escolares6. En ese momento, y hasta 1964, los políticos virginianos cerraron las escuelas públicas para no tener que integrar a blancos y negros en las mismas. Nutter y Buchanan aprovecharon para ofrecer esta alternativa al sistema puramente público, explicando que apoyaban el papel del Gobierno en hacer obligatoria la escolarización, fijar unos mínimos a las escuelas y pagar sus costes, indicando que no favorecían ni la integración ni la segregación obligatorias y sin realizar ninguna mención a la raza. MacLean se ve obligada a reconocerlo, pero argumenta que esto significa que estaban intentando lograr resultados racistas de forma oculta y sibilina. Como buena teórica de la conspiración, toma las pruebas en contra de su existencia como pruebas de que en realidad sí existe. El caso es que el sistema se puso en marcha y sirvió para reducir la segregación, como demostró años más tarde un análisis del centro de economía política fundado por Buchanan.
Las tesis principales de MacLean son tres. Que Buchanan es un sucesor intelectual de autores racistas, Calhuon y los agrarios; que su propio racismo quedó demostrado en ese artículo favorable a los cheques escolares y, finalmente, que pasó esa antorcha a través de la red de organizaciones que reciben dinero de los hermanos Koch. La prueba de esto sería un discurso de 1997 de Charles Koch7 en el que atribuiría a Buchanan con proveer la “tecnología” necesaria para “crear estrategias ganadoras” que permitan llevar a cabo sus objetivos políticos. Pero el discurso de Koch, aunque menciona a Buchanan un poco de pasada, cuando se refiere a esos conceptos lo hace, explícitamente además, refiriéndose al trabajo de Michael Polanyi. Así que no, tampoco esa tercera pata tiene ningún sustento. Nancy MacLean ha creado toda una teoría conspirativa que enlaza a los intelectuales liberales de hoy, a través de Koch y Buchanan, con los segregacionistas de los años 50 y más allá, con racistas de tomo y lomo como John Calhoun. Y todo ello a base de citas falsas, tergiversaciones y, directamente, mentiras.
Lo curioso es que Buchanan ni siquiera es alguien tan importante. Al menos Naomi Klein sí buscó a un liberal relevante para intentar hacerle un traje. Los liberales solemos saber de Buchanan como fundador de la escuela de la elección pública y ganador del Premio Nobel. Pero no conozco a nadie que se haya hecho liberal por él. No sé siquiera si alguien así existe.
Así que, al final, lo peor de este lamentable libro no está en sus páginas. Su escritura fue subvencionada por el Gobierno federal, lo cual posiblemente haría pensar a Buchanan –de estar vivo– que su teoría de cómo funcionarios y cargos públicos usan sus puestos para perseguir sus propios objetivos personales habrá recibido una nueva demostración. Pese a que sus numerosos errores fueron descritos extensamente en las semanas siguientes a su publicación, no sólo no se ha retractado sino que nadie, ni su editorial, ni el organismo que la subvencionó ni sus colegas, han hecho nada contra ella; al contrario, la han defendido sin más argumentos que el de autoridad, mientras que MacLean ha encuadrado a sus críticos como parte de una conspiración organizada por los hermanos Koch8. El libro hasta fue finalista del prestigioso National Book Award.
Qué diferencia a lo que le pasó a Michael Bellesilles en el año 2000, cuando se descubrió que su premiadísimo libro contra la Segunda Enmienda era más falso que un duro de cuatro pesetas. El historiador perdió sus premios, su trabajo y pasó desde entonces a un segundo plano del que probablemente no saldrá en su vida. Pero entre uno y otro caso han pasado diecisiete años, y la degradación de la universidad y de los estándares académicos en las Humanidades es tan extraordinario que se puede concluir sin temor a equivocarse que hoy día lo único que importa a los demás historiadores no es lo cerca que estén tus ensayos de la realidad, sino lo ajustados que estén a los prejuicios ideológicos de la izquierda.
Nancy MacLean, Democracy in chains: The Deep History of the Radical Right's Stealth Plan for America, Penguin, 2017, 368 páginas.
1 Daniel Rodríguez Herrera, Friedman con cuernos y rabo, La Ilustración Liberal nº 35, Primavera 2008
2 Russell Roberts, Nancy MacLean Owes Tyler Cowen an Apology, Medium, 26 de junio de 2017
3 Phillip Magness, Art Carden y Vincent Geloso, James M. Buchanan and the Political Economy of Desegregation, Southern Economic Journal, 17 de noviembre de 2017
4 James M. Buchanan, The Collected Works of James M. Buchanan in 20 vols. 1999, Liberty Fund.
5 Editorial, ”All Men Are Created Equal”, The Freeman Vol.4, No. 19, 12 de Junio de 1954, páginas 655-656
6 G. Warren Nutter y James M. Buchanan, The Economics of Universal Education,
7 Charles Koch, Creating a Science of Liberty, 1997, Charles G Koch Caritable Foundation
8 David Bernstein, Nancy MacLean’s conspiratorial response to criticism of ‘Democracy in Chains’, 11 de julio de 2017, Washington Post
Número 76-77
Varia
- El liberalismo y sus falsos enemigosCarlos Alberto Montaner
- El papel de Noruega en los Acuerdos de OsloJulián Schvindlerman
- Economía política de la independencia de CataluñaMikel Buesa
- Los ecos de una inteligencia enfermaJosé Sánchez Tortosa
- De líder neonazi a judío tradicionalista: la transformaciónLeandro Fleischer
- 'Crimen y castigo': suicidio o redenciónLuis Herrero Goldáraz