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La Ilustración Liberal

¿Absolverá la Historia a Estrada Palma?

"Hacen la revolución para imponer una dictadura; [pero] no existe una dictadura benévola" (George Orwell, Rebelión en la granja).

Dedico este escrito a la memoria del Dr. Leonel de la Cuesta (1937-2017), con el que edité el libro sobre las Constituciones cubanas mencionado en la sección III, y a la de Víctor Batista Falla (1933-2020), quien patrocinó su publicación en Madrid en 1974. Como es mi costumbre, doy bienvenida a toda crítica constructiva: RAlum@Pitt.edu

Prolegómenos

Es de esperarse que las repúblicas modernas acostumbren honrar su día de independencia, así como la memoria de sus primeros presidentes. La Cuba socialista, no siendo un país normal, es una notable excepción. Desde su inicio en 1959, el régimen de Fidel y Raúl Castro Ruz (incluyendo al presente su herededo designado a dedo, Miguel Díaz Canel) se ha dedicado a opacar la trascendencia histórica del 20 de Mayo, cuando fue inaugurada la república cubana, y a difamar con furor la memoria de su primer presidente, Tomás Estrada Palma. Es irónico que los cubanos puedan celebrar con respeto el 20 de Mayo, menos aquellos atrapados en Cuba. En lo que la Cuba actual no es excepción es en tener la ambición de reescribir la Historia, desdeñando todo precedente, como es de rigor en las dictaduras de todos los matices, con la intención de justificar sus autocracias.

Indudablemente, el Gobierno castrista disfrutó del apoyo popular en 1959, pero lo fue perdiendo a medida que abandonaba los ideales originales que lo llevaron al poder. En vez de convocar a elecciones libres, como se prometió, Fidel Castro gritó en mayo de 1960: "¿Elecciones para qué?". Y fue eliminando las organizaciones y los colegas que habían luchado por restaurar la democracia en la década de los 50 pero que no eran fieles absolutos a su persona. Al mismo tiempo, fue dando prebendas gubernamentales al minúsculo Partido Socialista Popular (comunista). Irónicamente, el PSP se había aliado a Fulgencio Batista Zaldívar en su era anterior como gobernante, la única legítima electoral del exgeneral afrocubano, 1940-1944. Es de notar que esos mismos comunistas se habían mantenido de brazos cruzados durante el período dictatorial batistiano, 1952-1958.

Ya para el verano de 1960 no quedaba prensa independiente, y el régimen castrista buscó pleito tras pleito con EEUU, conflictos que se hubieran podido evitar por la vía diplomática si hubiese tenido intenciones nacionalistas de buena fe, que Castro mismo admitió no tenerlas. En abril de 1961 confesó maquiavélicamente que había estado mintiendo y que había sido marxista-leninista "toda la vida". Seguidamente, convirtió a Cuba en una ficha del tablero internacional de la Guerra Fría. Su ego, evidentemente, no cabía en su islita caribeña, y prefirió llevar el globo al borde de una apocalipsis en octubre de 1962. Mientras tanto, en vez de expandir el progreso socio-económico vertiginoso que se había venido logrando desde la indepedencia (a pesar de la dictadura batistiana de los 50), Cuba retrocedía en numerosos índices, excepto en el aspecto propagandístico internacional bajo los Castro.

Como dijera el escritor inglés exsimpatizante comunista George Orwell, "quien controla el presente, controla el pasado", y por ello es menester deconstruir las distorsiones de la Historia que emanan del régimen imperante en Cuba; analizo aquí a propósito del 20 de Mayo y, como un ejemplo, la narrativa oficialista desprestigiadora de la figura de Estrada Palma.

Al año de los Castro asumir el poder, el entonces popular periodista radial y exparlamentario José Pardo Llada –aún partidario del régimen– lanzó una campaña histriónica en la que atribuía a Estrada Palma el haberse conjurado para convertir Cuba en un país vasallo del "coloso del norte"[1]. Al mismo tiempo, turbas progubernamentales al estilo fascista arruinaron el monumento que se había erigido años antes en su honor en la elegante Avenida de los Presidentes de La Habana. Todavía en la actualidad el oficialista sitio web EcuRed difama al primer presidente achacándole "servilismo hacia los norteamericanos".

La paradoja es que fueron los Castro quienes convirtieron la hasta entonces semimística Perla de las Antillas en un Estado vasallo de la fallida y distante Unión Soviética. Desfiguraron a Cuba para convertirla en un país miserable económica y espiritualmente hablando, donde el poder político se traspasa dinásticamente del hermano mayor al menor, y aun después al títere Díaz Canel, imitando lo que habían hecho los brutales fraternos Rafael y Héctor Trujillo (1930-61) en la vecina República Dominicana[2].

Intento en este artículo a) refutar varias de las calumnias que la dictadura comunista cubana continúa lanzando contra la memoria de Estrada Palma; b) llamar la atención sobre el contraste entre el historial del primer presidente cubano electo y el de los Castro, quienes jamás se han sometido a la prueba de la voluntad popular. Traigo a colación principalmente la obra de la Dra. Margarita García Antes de Cuba Libre. El surgimiento del primer presidente cubano: Tomás Estrada Palma (Madrid: Betania, 2016). Con fines de corrección historiográfica, la sicóloga de Nueva Jersey convertida en historiadora relata minuciosamente el récord vivencial de Estrada Palma. Dicho libro es el resultado de investigaciones en archivos, bibliotecas y sitios históricos en diversas localidades de EEUU, Centroamérica y Europa, incluyendo entrevistas a descendientes de Estrada Palma en varias partes del mundo.

Trasfondo personal

Hijo único de ganaderos, Tomás Estrada Palma (9 de julio de 1835 - 4 de noviembre de 1908) se formó, excepto por períodos de estudio en La Habana y España, en su nativa ciudad oriental de Bayamo. Renunciando a su estilo de vida burgués, se incorporó a los primeros alzamientos anticoloniales y antiesclavistas que se convirtieron en la Guerra de los Diez Años (1868-1878). Su viuda madre lo acompañó en la manigua; pero en un descuido se perdió y pereció.

Entre otros logros, Estrada Palma –ya conocido como Don Tomás– organizó una red de correos clandestinos y llegó a asumir la presidencia de la República en Armas (marzo de 1876 –octubre de 1877), que controlaba territorio liberado. Sin embargo, fue capturado por las tropas españolas, que lo hicieron caminar descalzo por largos kilómetros. Fue encarcelado en el frío castillo catalán de Sant Ferrán, aunque tratado con cierta dignidad por sus carceleros, que, afortunadamente, simpatizaban –en privado– con la causa de Cuba Libre.

Don Tomás fue liberado a raíz del Pacto del Zanjón de 1878, que dio fin a la Guerra de los Diez Años. No obstante, habiéndose negado a admitir la soberanía española, se le prohibió regresar a Cuba. Tampoco le devolvieron sus propiedades decomisadas, abusos precursores de las confiscaciones de los Castro, un siglo más tarde. Después de una breve estancia en París, viajó a Nueva York, en aquel entonces la capital del exilio anticolonial.

El poeta José Joaquín Palma, pariente suyo, se había exiliado en Centroamérica, primero en Guatemala (donde compuso las estrofas del himno nacional) y luego en Honduras, donde fungía como asesor del presidente reformista liberal Marco Aurelio Soto; ambos invitaron a don Tomás a viajar a Tegucigalpa. Una vez establecido en la capital hondureña, Estrada Palma organizó los servicios hospitalarios, educacionales y –sirviéndose de su experiencia en la manigua cubana– postales. Allí se casó con María Genoveva Guardiola, hija de un expresidente hondureño[3].

Cuando el Gobierno de Soto colapsó presionado por los militares en 1883, Estrada Palma regresó a EEUU. A invitación de una familia estadounidense que don Tomás había conocido durante su estancia anterior en Nueva York, la familia Estrada Palma se instaló en Central Valley, unos 80 kms al norte de Manhattan. Allí dirigió una escuela privada laica, coeducacional y bilingüe. El egregio poeta José Martí escribió exquisitamente sobre sus visitas al recinto. Todavía existen en ese pueblito varias calles nombradas en honor del famoso ex residente, donde García organiza peregrinaciones desde la municipalidad de Union City (en Nueva Jersey), conocida ahora como la capital del exilio post-1959 o "el Miami del Norte". He tenido el honor de unirme a esas excursiones acompañado de mi ya fallecido padre, el Dr. Rolando A. Alum.

En los albores de los años 1890 ya los exiliados independentistas se habían reorganizado bajo el liderazgo carismático del insigne Martí, quien en abril de 1895 se infiltró en Cuba para unirse a los insurrectos alzados desde el 24 de febrero (Grito de Baire). Al caer Martí en combate el 19 de mayo, Estrada Palma lo sucedió al frente del Partido Revolucionario Cubano[4]. Ese partido había sido creado por Martí y don Tomás para promover la independencia de las dos últimas colonias españolas en las Américas: Cuba y Puerto Rico. Estrada Palma coordinó por los tres años siguientes la recaudación de fondos y la logística de provisiones para el Ejército Mambí y lideró un portentoso cabildeo diplomático y periodístico pro Cuba Libre.

Meses después de la explosión del acorazado Maine en La Habana (febrero de 1898), EEUU intervino militarmente, conflicto que se convirtió en lo que se conoce en la historia cubana como la Guerra Hispano-Cubana-Americana. Los victoriosos estadounidenses encontraron un país devastado, paupérrimo y con epidemias peligrosas, situación empeorada por la práctica de los militares coloniales de concentrar a los guajiros (campesinos) en las ciudades.

Nótese que los soldados que reprimían a los criollos eran típicamente jóvenes españoles desempleados con poca educación. Irónicamente, calificarían como lumpemproletarios si fuésemos a aplicar ex post facto el léxico marxista adoptado por los Castro en sus ataques contra sus disidentes[5]. Por cierto, entre esos chavales peninsulares se encontraba quien luego sería el padre de los Castro, el temido sargento Ángel Castro.

Los académicos, periodistas y políticos extranjeros apologistas del régimen usualmente aspiran a impugnar la realidad histórica del período en cuestión[6]. No obstante, la realidad es que la (primera) ocupación de EEUU (1898-1902) promovió el saneamiento del país, la erección de hospitales, el establecimiento del primer sistema de educación, y la construcción de una vasta infraestructura de calles y carreteras iluminadas, puentes, alcantarillados y acueductos; y casi todo sufragado por la Hacienda estadounidense[7]. Finalmente, se convocó a elecciones nacionales.

Elección presidencial, transición republicana

Las primeras elecciones tuvieron lugar el último día de 1901. Don Tomás había accedido, si bien con reservas, a ser candidato presidencial (por el recién creado Partido Nacional Cubano), sobre todo presionado por el exjefe del Ejército Libertador, el dominicano-cubano generalísimo Máximo Gómez, y otros ilustres militares y civiles. Oponiéndosele se presentó el general Bartolomé Masó, quien –quizás sospechando perder– a última hora retiró su candidatura especulando sobre un posible fraude electoral en su contra. Estrada Palma fue electo en ausencia[8].

Al regresar al país, don Tomás fue vitoreado en su "marcha triunfal" –en tren, coche y a caballo– desde Oriente hasta La Habana. En un gesto caballeroso (que contrasta con la propagación de insultos injuriosos y la estridente animadversión divisionista marxista-estalinista post 1959), Masó hospedó en su hogar a su ex rival político, el presidente electo, a su paso por la ciudad de Manzanillo; "érase como un espectáculo de la repatriación del exilio y de la armonía entre cubanos".

Dada la experiencia personal de Estrada Palma, que le había hecho abandonar Honduras años atrás –consistente con la triste trayectoria del militarismo ya evidente en las otras repúblicas iberoamericanas–, el abrazo de don Tomás (el pro civilista) con Masó (del ala militar) parecía simbolizar el estreno de un novedoso estado primordialmente civilista al sur del Río Grande. Desafortunadamente, los militares intervinieron repetidamente en la vida política durante la era republicana (1902-1958). Batista Zaldívar fue el último militar tradicional cuyo golpe de Estado, en marzo de 1952, y su subsiguiente obstinación por el poder, hasta diciembre de 1958, engendraron las condiciones para la lamentable situación presente.

De hecho, un objetivo clave de la rebelión antibatistiana (1952-1958) –que, enfatizo, fue de naturaleza política y de corte liberal– era regresar las tropas a los cuarteles, y así regenerar el constitucionalismo civilista ideado en la muy progresista Constitución de 1940. Esta es la Carta Magna innovadora que fue profanada en el golpe de 1952 (v. L. de la Cuesta y R. Alum, eds., Las Constituciones cubanas, Madrid, Editorial Exilio, 1974). Paradójicamente, la peor opción reina en la actualidad: un Gobierno despótico encabezado por una pequeñísima élite hipercorrupta y nepotista de envejecientes generales de a dedo, aunque todavía esgrimen consignas marxistas-leninistas arcaicas (v. nota 12).

Mi especialidad académica no es la historia, sino la etnología, por lo que, animado por el libro de García que inspira este artículo, me sumergí en lecturas sobre la época. Frente a la tesis de Pardo Llada –que presentaba a Masó como víctima de Estrada Palma y del Gobierno Interventor–, y sin desestimar la dedicación de Masó a la independencia, descubrí lo siguiente:

1) Es cierto que Masó se opuso a la Enmienda Platt de la Constitución de 1901, apéndice que básicamente otorgaba a EEUU la potestad de intevenir en los asuntos internos cubanos. Pero era Masó quien figuraba en la nómina del Gobierno Interventor (como administrador financiero en su nativa Manzanillo). Dicha enmienda, como el propio don Tomás predijera, fue abrogada más tarde –en 1934– gracias a negociaciones diplomáticas bajo los reclamos de grupos nacionalistas y la sociedad civil en general.

2) En contraste con Estrada Palma y el general Antonio Maceo, entre otros dignos independentistas, Masó había aceptado –aunque aparentemente solo al inicio– las condiciones de paz del Zanjón en 1878.

3) En un gesto conciliatorio típico de su personalidad, don Tomás ofreció a Masó la nominación a la vicepresidencia; pero este prefirió enfrentársele electoralmente. Estrada Palma llevó entonces como compañero de boleta al distinguido civilista Luis Estévez, esposo de la filántropa villaclareña Marta Abreu, matrimonio que también había residido exiliado en Nueva York.

4) Un sobrino de Masó se había rendido con su tropa cubana a los españoles poco antes de la intervención estadounidense. Aunque no se debe culpar al tío por las faltas del sobrino, esa acción debe de haber afectado el prestigio de su familia.

Religión, antiesclavismo, ciudadanía

A) El régimen de los Castro también ha intentado presentar a Estrada Plama como un converso al cuaquerismo, como alguien ajeno a la cultura cubana hasta en su religión. Pero García no encontró evidencia alguna, incluyendo pesquisas en los archivos de los cuáqueros, de que se hubiese adherido a dicha denominación protestante anglosajona. De infante fue bautizado en la Iglesia católica, como era costumbre. Luego, al igual que Martí y otros contemporáneos, don Tomás fue activo en la masonería, tanto en su juventud en Cuba (donde se conspiraba en las logias) como en el exilio[9].

B) Tampoco se ha encontrado evidencia de que don Tomás hubiese sido propietario de esclavos, a diferencia de algunos fundadores de EEUU y otras naciones, incluso no pocos de los mismos patriotas cubanos y otros latinoamericanos. Además, se le conoció como un infatigable luchador antirracista y antiesclavista desde joven.

C) Más de un interlocutor me ha manifestado queja de que Estrada Palma adoptara la ciudadanía estadounidense. Y uno se pregunta: ¿y qué han hecho los ya millones de cubanos exiliados post-1959 en muchos países del mundo (incluyendo España)? Además, ¿es que querrían que se mantuviera súbdito español, y por tanto a merced de la Corona madrileña a la hora de viajar para realizar actividades proindependentistas? ¿Y cuántos cubanos de esa era –y exiliados de otras naciones en la historia– no se han acogido pragmáticamente a ciudadanías extranjeras y luego alcanzaron posiciones altas en sus patrias? Sobran ejemplos en la Europa Oriental postcomunista y la República Dominicana post-trujillista.

Legado estradapalmista

Dependiendo de cómo se cuenten, se pueden discernir al menos seis contribuciones en el legado histórico más positivo de Estrada Palma:

a) Primeramente, tiene a su haber dos logros en cuanto a las sensitivas relaciones con EEUU: i) la limitación del número de bases navales, de las siete solicitadas por los norteamericanos a la República naciente a una sola: Guantánamo, aún existente; ii) el reconocimiento inicial de la soberanía cubana sobre la Isla de Pinos –al sur de la provincia de La Habana–, que ciertos intereses estadounidenses codiciaban, conflicto diplomático que hasta provocó que se declarara al embajador de EEUU persona non grata. Interesantemente, ambas cuestiones constituían los acápites seis y siete (de las ocho condiciones) de la Enmienda Platt. Por ende, don Tomás merece crédito también por sus logros en la merma de poderes del polémico apéndice.

b) Expandió la campaña de alfabetización comenzada durante el Gobierno Interventor, y –a diferencia de los Castro– sin adoctrinamiento ideológico-político personalista. Entre sus lemas inspiradores encontramos éste: "Ya tenemos república, ahora hacen falta ciudadanos".

c) Pregonó el civilismo por encima del militarismo; decía don Tomás: "Necesitamos más maestros que soldados", preferencia reflejada en sus presupuestos nacionales.

d) Logró pagar la deuda nacional con el extranjero y legó a la República un superávit de más de 20 millones de dólares (equivalentes a unos 600 millones actuales, según los economistas consultados). Eso representó un éxito extraordinario de su Gobierno, sobre todo si consideramos las dificultades que afrontó. Efectivamente, y a diferencia de los Castro, don Tomás procuró el bienestar socioeconómico de su pueblo.

f) En fin, durante la gestión presidencial de Estrada Palma reinaron las libertades civiles en un país que apenas saboreaba la independencia, mientras intentaba recuperarse moral y económicamente de los estragos de las guerras independentistas.

Sobre todo, a diferencia de en la Cuba socialista, no se endiosó al dirigente ni se exigió el culto a la personalidad del caudillo infallible con títulos grandiosos como Máximo Líder (literalmente Führer); ni se instituyeron humillantes tarjetas de racionamiento, ni se vieron tropas cubanas invadiendo tierras foráneas, ni se promovieron el terrorismo internacional y la persecución religiosa, la quema de libros y periódicos, la censura de prensa, las confiscaciones de propiedades, con rencorosos vecinos espiando a vecinos, jóvenes denunciando a parientes, familias divididas por el Estado, o la odiosa lucha de clases de inspiración marxista; ni hubo prisioneros políticos, torturados, paredones de fusilamineto, disidentes desaparecidos, accidentes misteriosos (como los de Camilo Cienfuegos y Oswaldo Payá) o suicidios extraños; exilio en masa, niños Peter Pan huyendo de la indoctrinación, balseros desesperados (muchísimos ahogados en el Estreho de la Florida o devorados por tiburones), campamentos de trabajo forzado tipo UMAP, etc[10].

Durante la presidencia de don Tomás no hubo vendettas gubernamentales o purgas sangrientas, ni se organizaron turbas para destruir monumentos, o actos de repudio para abuchear y apedrear a los que deseaban emigrar, ni se les amenazaba con perros entrenados; ni se apaleaba a damas afrocubanas al salir de misa o los cultos protestantes. No era requerida la afiliaciٕón al partido oficialista, ni jurar lealtad a la pirámide dirigente para ingresar en instituciones educacionales o poder recibir buena atención médica, o disfrutar de otros derechos universales que son considerados privilegios en la Cuba revolucionaria. Tampoco fueron los opositores a Estrada Palma tachados en los medios de difusión de ser lacayos de potencias extranjeras, traidores, seres indeseables, "gusanos", bandidos, mercenaries, escoria, "lumpen", mafiosos, o cualquiera de los innumerables epítetos vituperantes que todavía emite el castrismo –y sus apologistas extranjeros–contra los que lo objecionan[11].

A diferencia de la Cuba de hoy –de donde huye ya la tercera generación–, era una república apenas en germinación que, a pesar de los contratiempos e incógnitas, abría los brazos a torrentes de inmigrantes, como Ángel Castro, quien se convertiría en un rico terrateniente merced a conductas indignas bien documentadas. Esa bien pudiera ser una prueba clave, avalada con estadísticas empíricas, del concepto popperiano de la sociedad abierta, esto es, un índice positivo de inmigración neta, al revaluar el legado del civilista don Tomás Estrada Palma en la génesis de la Cuba republicana[12].

A manera de conclusión

La novedosa biografía de Estrada Palma elaborada por la Dra. García –la primera en siete décadas y la primera en el exilio– concluye cronológicamente con su solemne investidura como presidente el soleado martes 20 de mayo de 1902, cuando don Tomás mismo izó la bandera tricolor adoptada por los rebeldes criollos del siglo anterior. No obstante, García admite que Estrada Palma violó su propia promesa de no reelegirse en 1906, lo que suscitó revueltas de opositores, incluyendo veteranos mambises[13].

Evitando una posible guerra civil, don Tomás dimitió. El vicepresidente Estévez había renunciado anteriormente alegando razones de salud. Esos complicados acontecimientos dieron lugar a la polémica segunda intervención estadounidense (1906-1909) bajo la invocación de la controversial Enmienda Platt[14].

Don Tomás era considerado un individuo caballeroso, sincero, noble y recto, lo que contrasta con la fama de los hermanos Castro, así como con otros líderes en todas las épocas (tanto cubanos como extranjeros). No se le conocieron borracheras, hijos bastardos, ni affaires extramaritales, ni acusaciones de hostigamiento hacia nadie, lo que de nuevo contrasta con el comportamiento de muchos políticos en muchos países en todas las épocas.

Su Gobierno fue tácitamente de coalición, y participaron en él miembros de las principales vertientes ideológicas de entonces, incluso antiguos autonomistas que se habían opuesto a la independencia. Gobernó con el lema martiano de "Con todos y para el bien de todos". Incluso, uno de sus bailes inaugurales fue celebrado en el Centro Gallego de La Habana, otro gesto simbólico de reconciliación y sin rencor a los peninsulares en la nueva Cuba.

Al estudiar la vida de Estrada Palma se observa una combinación de idealismo con realismo. Sobre todo, ha sido considerado el gobernante cubano más honesto y modesto; la leyenda cuenta que tomaba el tranvía para ir a la oficina. Es probable que fuese el presidente cubano más competente como administrador. Pero es curioso que, en su capítulo sobre don Tomás, el sitio progubernamental EcuRed, pese a admitir que fue un gobernante frugal, lo critica por su "economía basada en mayores ingresos que gastos". Y uno se pregunta: ¿es que no es responsabilidad de todo gobernante balancear el presupuesto? A diferencia de lo que ocurría en tiempos de Estrada Palma, la deuda externa de la Cuba castrista es estratoférica, aun considerando los perdones financieros que otorgan países como México y España (cuyos ciudadanos, de facto, subvencionan las ineficiencias de la dictadura socialista).

Al dejar la presidencia, en 1906, don Tomás no se vio forzado a tomar el duro camino del exilio, aunque no se le otorgó escolta ni pensión. Desanimado, y con pocos recursos económicos propios, se retiró con su familia a su semidestruida finca (cerca de Bayamo), que al fin le había sido devuelta. Aquejado de pulmonía, murió a los 73 años en el amanecer del 4 de noviembre de 1908.

En resumen: en contraste con los hermanos Castro, el primer presidente cubano no hizo una revolución anticolonialista para imponer una destructora dictadura vil y demagógica en perjuicio del pueblo, sino para establecer una república independiente, soberana, moderna y con aspiraciones de prosperidad. A pesar de los fallos que se le pudieran achacar como gobernante, es justo estimar, 118 años después de su toma de posesión, que la Historia probablemente sí absolverá a don Tomás Estrada Palma.


[1] José Pardo Llada, Bartolomé Masó, el presidente que vetaron los yanquis (La Habana, 1960). Nótese que al año siguiente el polémico Pardo Llada se exilió en Colombia, donde alcanzó altas posiciones políticas y diplomáticas. Fue posiblemente el único iberoamericano electo al Congreso de dos países diferentes en tiempos modernos. Pero también sirve como ejemplo conocido de un cubano nacionalista desilusionado cuando los Castro tomaron abiertamente la ruta del totalitarismo soviético.

[2] He ido analizando durante décadas las consecuencias de la cultura de la pobreza en la Cuba Socialista (p. ej., en Panoramas Journal, University of Pittsburgh, febrero de 2015). En otros escritos he ensayado paralelos entre las dictaduras de los dominicanos Trujillo con la de los Castro (p. ej., en El Caribe, Santo Domingo, 13/11/2009). En otros más aún he intentado deconstruir algunos mitos utópicos sobre el régimen y sus cómodos defensores en el extranjero (p. ej., en Diario de Cuba, Madrid, 01/01/2014), etc.

[3] Honduras era prácticamente el único país latinoamericano que ayudaba a los exiliados, por lo que la Corona ejercía enorme presión allí, e incluso infiltraba espías. Nótese que en 1902 la hondureña esposa de Estrada Palma se convertiría en la primera primera dama de Cuba. Tuvieron seis hijos; un biznieto logró exiliarse del castrismo en Miami, donde lo entrevistó García. Por cierto, una hermana de María Genoveva se casó con el polaco-estadounidense-cubano mambí de ancestro judío Carlos Roloff Mialofsky, quien alcanzara altas posiciones en la república; pero, extrañamente, el sitio oficialista EcuRed no lo dice.

[4] El 19 de mayo se cumplieron 125 años de la muerte de Martí. Por cierto, reportando su muerte, el New York Times (01/06/1895) –que tanto ha defendido al régimen castrista– calificó a Martí, y con insinuaciones racistas, de instigador "sin fama".

[5] Los voceros del régimen y sus apologistas extranjeros aún repiten esos epítetos en contra de los 125.000 refugiados –mayormente jóvenes– que zarparon en la Flotilla de la Libertad por el puerto del Mariel hacia EEUU a mediados de 1980. En un período de cuatro meses, votó con los pies más del 1,25% de la población de la isla.

[6] El sociólogo Paul Hollander –quien sufrió el nazismo y el comunismo en su nativa Hungría– compiló listas de intelectuales que han adorado a dictadores recientes de todos los matices. Su último libro incluye citas de algunos apologistas extranjeros de los Castro (From Mussolini To Chávez, 2016; véase también R. Alum, "Correction to: Nathan Glazer vs. Oscar Lewis on the Culture of Poverty", Springer, 2019).

[7] Para un resumen de la salubridad en Cuba desde 1898, incluyendo sus deficiencias bajo los Castro, consúltese mi escrito anterior en La Ilustración Liberal (2009): "La antropología política de la antropología médixa cubana".

[8] Había al menos un precedente: el de Domingo Sarmiento, electo presidente de Argentina en 1868 por igual en ausencia, aunque era el embajador en EEUU. Pero la rivalidad entre los militares y el liderazgo civil existió entre los patriotas cubanos desde 1868. De nuevo, Martí y Estrada Palma querían evitar el caudillismo miltarista que ya plagaba Iberoamérica. Incluso el mismo libertador suramericano Simón Bolívar se había declarado dictador en una oportunidad (Roberto Agramonte, Las doctrinas educaticas y políticas de Martí, Universidad de Puerto Rico, 1991).

[9] Aparentemente repitiendo lo que le mainformaron durante sus visitas investigativas a Cuba en los 60, hasta el propio ilustre historiador británico Hugh Thomas comete el error –en su monumental Cuba, The Pursuit Of Freedom (1971; p.460)– de asumir que Estrada Palma era converso al cuaquerismo.

[10] En las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), la dictadura castrista internaba cruelmente a sospechosos de homosexualidad, así como a creyentes de diversas religiones, como los testigos de Jehová y los practicantes del culto afrocubano abakuá (R. Núñez, R. Alum & R. Nodal, "The Afro-Hispanic Abakuá –linguistic pidginization", en Orbis-Bulletin Linguistique, Lovaina, 1985).

[11] Entre los calificativos peyorativos preferidos del régimen en contra del exilio es el de "la mafia de Miami". Pero ¿qué mayor mafia que el clan de los Castro gobernando desde 1959 el país-isla donde todo, incluso las personas es de facto considerado propiedad de la élite autoperpetuada en la cúpula?

[12] La familia asturiana de mi madre formó parte de esa gran inmigración española a Cuba a principios del siglo XX. Pero, por otro lado, dos tíos abuelos paternos fueron mambises: Federico Alum Sotolongo (muerto en combate) y el capitán Emilio García Rizo (fallecido ya anciano en Miami a principios del exilio post-1959).

[13] Los alzamientos contra Estrada Palma pudieran considerarse los primeros conatos de golpe de Estado en Cuba. Curiosamente, la retórica castrista nunca ha criticado a don Tomás por su fallido intento de reelegirse. La misma EcuRed no emite juicio negativo por ese comportamiento paradójico de don Tomás. El régimen no tiene moral para criticar el síndrome del continuismo latinoamericano, ya que lleva seis décadas atormentando al pueblo cubano. Efectivamente, ha sido más longeva que las dictaduras de Franco en España, Stroessner en Paraguay, los Somoza en Nicaragua, los Trujillo en República Dominicana, etc.

[14] Frente a los argumentos de los procastristas, el presidente Theodore Teddy Roosevelt –anteriormente famoso líder de la invasión norteamericana de 1898– no demostró urgencia en intervenir una segunda vez, a pesar de su franca visión imperialista. El presidente William McKinley había llevado a Roosevelt como candidato victorioso a vicepresidente en 1900. Cuando en 1901 McKinley fue asesinado por un terrorista anarquista, Teddy ascendió a la Presidencia. Pero había sido anteriormente gobernador del estado de Nueva York (1996-1900), ausentándose para liderear a los Rough Riders invasores a Cuba. Aunque Estrada Palma aún residía en dicho estado norteño durante la gobernación de Teddy, no he encontrado evidencia de que ambos estadistas se hubiesen conocido personalmente.