David Hume y la eutanasia
El pasado 18 de marzo el Congreso de los Diputados aprobó por mayoría absoluta la Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia. El 25 de junio entró en vigor y despenalizó la muerte asistida en algunos supuestos. Para empezar, fijémonos en los términos cruciales del texto: vida se repite 20 veces; sufrimiento, 12; libertad, 6; autonomía, 5 y dignidad, 4. Estos términos, y los derechos y bienes que se siguen, configuran el marco político-moral en el que se desarrolla la ley, inequívocamente liberal en una tradición que se remonta a John Locke, pasa por Hume, Kant y Stuart Mill y llega a Friedrich Hayek y John Rawls.
El legislador anuncia que la ley no hace sino venir a satisfacer una demanda social. Lo que es rigurosamente cierto si atendemos a las encuestas realizadas que cifran en casi un 90% el apoyo a la despenalización de la eutanasia (Metroscopia, 2019; Ipsos, 2018). Por otro lado, es hábil especificando algunas de las causas de este mayoritario apoyo a la eutanasia. Por un lado, dos condiciones materiales: en primer lugar, el aumento de la esperanza de vida, lo que implica, en segundo lugar, que se produzca un incremento de los deterioros físicos y psicológicos. Y es que las mejoras tecnológicas que acompañan a los procesos médicos no siempre repercuten en una mejora de la calidad de vida. No menos importante, la ley apunta a dos condiciones espirituales: la secularización de los valores y un pluralismo axiológico normal en una sociedad que prima el individualismo y el racionalismo crítico sobre posicionamientos comunitaristas y colectivistas basados en la tradición y la emoción.