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La Ilustración Liberal

Mejor no empezar

¿De qué habla Simona Vinci en los trece relatos de este libro? Aparentemente, de cosas horribles: asesinatos, pedofilia, tendencias suicidas, descoyuntamiento del cuerpo a través del dolor y el sexo. "Lo parece, pero no lo es", nos advierte uno de los personajes, después de desnudar a una mujer muerta y fotografiar su cuerpo desnudo. Parece necrofilia, pero no lo es. Lo que no es son las palabras que nombran las cosas. Las que mienten sobre las cosas. Cuando los nombres se instalan en nuestro ser, "el estupor se aleja para siempre y estás perdido".

Hay pues, en el libro, una tarea implacable de despojamiento de todo sentido. Más allá de los sentimientos, de la moral, más allá del amor. También los místicos se afanaban por recorrer ese camino, pero en una trayectoria inversa: tras la materia, la totalidad de luz y sentido. Simona Vinci nos muestra otro término: tras la materia, fragmentos inconexos de carne y sangre. El ser reducido a jirones que no podrán reunirse nunca. No se trata de aberraciones porque no hay gozo; ni de transgresiones, porque no hay ninguna ley.

El silencio es una de las palabras que más se invocan en estos relatos. Silencio de los cuerpos que se juntan en el sexo o en la enfermedad, o en la muerte. "Ese preciso, exacto silencio que tanto se parece al amor" y cuya traducción es la mirada. Pero no hay ningún signo externo de reconocimiento de un ser en el otro porque no hay comunión de almas. Como se nos dice en uno de los relatos, el "otro está más allá, dentro de los pensamientos, incluso de los que aún no se han pensado.

El silencio también es el cielo y la noche, ese espacio inmenso en el que la música del aire libera a las cosas de su obligación de ser. Como las hojas en otoño, comparación largamente repetida en los relatos, que suenan como monedas antes de abandonarse a una lenta disolución.

Los títulos del libro no son historias. No podrían organizarse según la lógica del tiempo y la causalidad. Tampoco hay diálogos. Hay una voz en primera persona, áspera y desnuda, atravesada por otras voces, espacios y revelaciones. Y, sin embargo, no podemos dejar de leer buscando desenlaces que no llegan. La experiencia de lo atroz se agota en sí misma. Nos asomamos a ella, pero estamos condenados a quedarnos del lado de acá. Mejor no empezar a leer este libro.

Simona Vinci, En todos los sentidos, como el amor, Editorial Anagrama, Barcelona 2001, 184 páginas.

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